Sucede que a veces, frente a lo habitual, la obligación se
convierte en placer. Sucede a veces que esa lectura que empieza ya condenada
por su condición ineludible, acaba por instalarse en la memoria. Una lección
puede dejar huella en el carácter, en la rutina de una mañana, en la forma en
qué leemos un artículo. Nada será lo mismo después de haber leído a Pasolini.
Aquí dejo las conclusiones que pude sacar de su obra:
Los Escritos Corsarios es una
obra que recoge más de cuarenta
artículos publicados en torno a la década de 1970. En ellos se cristaliza desde
la opinión más sincera hasta la crítica más feroz. Pasolini no deja indiferente
a nadie. Enjuicia a políticos, escritores, pontífices, burgueses y, en
definitiva, a todos los sectores de la sociedad italiana de las últimas
décadas.
Estos escritos son
producto de unos últimos años en que las intervenciones polémicas, entre otros
aspectos, reflejan las tragedias personales de Pasolini.
Aunque como podemos ver en su artículo “Inmensidad del mundo
rural” éste no lo admite, su juventud en Casarsa y, en conclusión, aquellos años considerados por
el propio autor como “edad del pan” dejaron una importante huella en sus
trabajos. Esto es, si algo tiene en común toda la obra es la añoranza, e
incluso nostalgia, de un tiempo pasado.
Para desarrollar sus
argumentos, el escritor defiende el lenguaje
expresivo. El campo de la semiología juega un importante papel en su libro.
El lenguaje de la presencia física, del comportamiento, de la acción y,
finalmente, el lenguaje verbal son los
símbolos a través de los que se ha expresado el movimiento estudiantil. La
transformación cultural de la sociedad, pero especialmente de la juventud, se
refleja en modas internacionales tales como el rock o los “tejanos Jesús”.
No es, sin embargo, hasta que se publica el texto de
Valcarenghi cuando los jóvenes protagonistas del cambio se manifiestan por
escrito, o al menos, a través de la transcripción de lo oral.
Pasolini no ofrece precisamente un criterio positivo de
estos textos, si bien acepta el prólogo de Marco Pannella como el primer manifiesto político que da
nombre al fascismo, antifascismo y por ende, a los términos que trata en muchos
de sus artículos.
El relato de Andrea Valcarenghi peca de superfluo, por
carecer de espíritu crítico y criticar la pequeña burguesía valiéndose de sus
armas. Es decir, el tono humorístico de este texto provoca contradicciones que
para Pasolini solo demuestran una enorme “miseria cultural”.
El lenguaje de la presencia física, por su parte, es
exhaustivamente examinado en los primeros capítulos a través del fenómeno de
“los melenudos” y el eslogan. Lo que estas melenas han ido “diciendo” desde su
primera aparición como minoría hasta caer en un mensaje equívoco vuelve a ser testimonio de la nostalgia del autor. La generalización
de los medios audiovisuales en la
Italia de las últimas décadas supone un cambio en la forma de
actuar de los jóvenes, al servicio de la economía de consumo.
Probablemente la televisión
sea el principal enemigo de Pasolini que
insiste, en muchos de sus comentarios, sobre la idea de que este medio es de
carácter autoritario y represivo. Más si cabe que el poder de la Iglesia o el fascismo de
antaño. Así pues, convierte la revolución del sistema informativo en culpable
del hedonismo de masas y la homologación de las culturas.
Estos nuevos valores
crean la ruptura de los anteriores, es decir, la familia, la Iglesia y la economía
paleoindustrial.
En su discurso de Castelgandolfo, ya Pablo VI hacía un
análisis del problema eclesiástico
desde fuera. La solución, en cambio, la proyecta desde dentro. Esto no es válido para Pasolini
que propone como alternativa el paso de la Iglesia a la oposición,
esto es, volver a los orígenes revolucionarios de la fe y luchar contra el principal
artífice del laicismo que no es más que la filosofía hedonista del consumo.
Como antes se ha mencionado, este autor trata de definir la
ideología fascista y la cultura de una nación. Sin embargo, la homologación interclasista, impuesta
desde un “Poder” sin rostro, hace tarea imposible distinguir entre el fascista
y el antifascista. La economía
capitalista, una vez más, pasa a ser
el blanco de las críticas de Pasolini.
Respecto a la familia, el agente a través del cual
se hace latente el cambio, ya no es el “núcleo” de la Iglesia pero, tampoco ha
desaparecido. La disgregación del modelo familiar clásico a
favor del individualismo pone también en peligro la economía capitalista. Por
eso vuelve a ser una realidad sólida. El individuo por sí solo no puede cumplir
con las exigencias del mercado e interesa sustituir al trabajador por el
consumidor. Asimismo, el capitalismo, para funcionar, ha de valerse no solo del
afán de beneficio personal, sino de una serie de valores consustanciales a la
unidad familiar.
En cierta medida se tiende a vincular la aparición de nuevos
valores culturales con la desaparición de los anteriores. Esto no tiene por qué
ser así. Si bien la familia se ha mantenido como eje de la nueva economía, se
han desarrollado nuevos modelos. Estos toman su base en los movimientos feministas y estudiantiles de
finales de los setenta que ponen de manifiesto el cambio.
En Italia toman su inicio de forma temprana (1967) en un contexto de inestabilidad (años de
plomo) donde el surgimiento de una visión individualista tuvo serias
repercusiones (aparición del terrorismo, violencia callejera…) para el país.
En consecuencia el
Partido Radical, basado en la “real política”, se declara a favor de la legalización del aborto, uno de los temas más polémicos
en los que se detiene Pasolini.
Pasolini, que se revela a favor del Partido Radical en
muchos aspectos, así como defiende una ideología de izquierdas, presenta en
esta ocasión un razonamiento contrario a este “nuevo derecho” de la mujer.
Además de lo ya resumido
respecto al comportamiento de las masas en lo que a la libre
elección respecta, presenta una curiosa
paradoja (“contra natura”)
que sirve a su vez para abarcar temas como el coito o la homosexualidad. Según
esto, hoy día, para garantizar la supervivencia de la especie los nacimientos
no han de superar las muertes. He ahí el desinterés de la sociedad en tener hijos.
El poder “autoritario” del consumo es culpable esta vez de
crear una “falsa tolerancia” a partir de la cual aíslan el problema del aborto
y garantiza una libertad sexual que pasa a ser irrenunciable. Pasolini propone la lucha contra esta
hipocresía y la difusión democrática de métodos anticonceptivos. De modo previo
a la interrupción del embarazo, debe abarcarse el “plano del coito” en la
política.
En conclusión
podemos sostener que Pasolini fue un
periodista agresivo, que estimaba su opinión libre y profesaba como ciertas sus
ideas. Era coherente porque creía en lo que pensaba, fuese o no cierto. Pasolini parece anunciar el fin de los ideales
que hasta ahora se consideraban como patrón, sin proponer alternativa. El nuevo
“Poder” no tiene rostro y por tanto queda vacío de todo significado. Todo son
máscaras sin una faz consistente que nos recuerdan al “crepúsculo de los ídolos”
de Nietzsche. Ni siquiera el Partido Comunista Italiano, el cual considera
honesto dentro de un mundo impúdico, es
para él un partido incondicional, pues éste termina por identificarse con algún
poder.
Es por tanto y, sobre
todo, una crítica al Poder con mayúsculas no muy alejada del escepticismo
actual. Una sociedad en que buscamos la tercera cara de la moneda, no tenemos
más fe que la razón y todo vale. Una cultura donde ni la juventud sabe el
significado de sus melenas. (Teresa
Velasco Castillo)
# Si no ha salido mal, el enlace debería permitir el acceso
a la obra. http://www.google.es/url?q=http://es.scribd.com/doc/54562785/escritos-corsarios-pier-paolo-pasolini-traduccion-de-hugo-garcia&sa=U&ei=o1TeT5vqDYSDhQf73IiICg&ved=0CCAQFjAG&usg=AFQjCNG0ivO6O4fxdd2YRL2ORNwPyNv97g