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La vida es irónica:
Se necesita TRISTEZA para conocer la FELICIDAD, RUIDO para apreciar el SILENCIO y AUSENCIA para valorar la presencia

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martes, 26 de diciembre de 2017

PIDO PERDÓN

Pido disculpas si  no fui lo que esperabais. Si la búsqueda del cuerpo conforme al camino de la eternidad, no es más que el cuerpo mismo. Sí. La vida a veces es banal o así de tonta la concibo, y lo siento si hice ver que tenía la respuesta.

La erudición como retórica amable, discúlpenme, no es más que pedantería y, si de paso me sirven mis destrezas, eso que gano en la cama o en la cartera.

Sepan que el ejercicio de las letras se hará patente mucho más tarde que el de las piernas y hagan sus propios cálculos si creen que es tarde para invertir en libros. Los gimnasios no implican, sin embargo la ignorancia. Me van a tener que disculpar que los defienda, pues me declaro fan absoluta de esa forma de establecer metas a partir de cifras.

Y pido perdón, porque no soy poeta, ni maldita. Porque el arte cuando muere, hasta se ahonda, y yo ahora mismo, lo siento, estoy más con los vivos que en quehaceres literarios enfocados a la muerte.

No fumo “pensativos cigarros”, tan solo observo fumar a ese hombre, que nunca logro conservar más de una noche. Y no bebo de ese whisky en el que flotan tantas historias que morirán con sus borrachos. No seré yo quien las escriba, pues prefiero seguir narrando mi propia historia en vivencias.

Me aburre la “intertextualidad”, el discurso explicativo con propósito estético. Se aburren hasta mis ojos del sexo y alcanzan el olvido antes de tiempo. En fin, esos momentos de exaltación sensorial son lo más cercano que siento hacia la vida. Son banales, pero no más que las noticias que deberían configurar mi discurso.

Tampoco me reconozco ya en la lectura. Al fin y al cabo, cuando uno ha vivido, busca esa vida también en los libros, cosa que rara vez yo encuentro. No sé ustedes, pero cuando yo despliego las páginas de cualquier publicación espero que me llenen tanto como la agonía del ácido láctico subiendo por mis piernas. Y poco puede compararse a esa sensación de adrenalina que produce el café en exceso o al calor perverso de unas manos agarrándote el trasero.

Algo tendrá la demagogia cuando los gobiernos populistas se perpetúan. Algo tendrán los argumentos infundados de la religión, cuando siguen sumando adeptos. Y digo con esto, que no creo que sea tan grave protestar por el Gobierno sin un análisis geopolítico, morfosintáctico, literario y científico que respalde mi opinión. Total, al final quedará descatalogada en algún lugar de alguna memoria de alguien cuyo nombre no recordaré.

Pido perdón, sobre todo a mi familia, porque sé que esperaban una buena chica y al final voy a ser tan mala como el resto. O peor. Al final va a suceder que hasta el Facebook lo actualizo y, quien sabe, si algún día cometeré faltas de ortografía o escribiré a partir de jaculatorias seudopoéticas frases del tipo “hoy es un buen día, para que sea un buen día”.

Pido perdón y despido así el año con la conciencia tranquila. Ni tan arrepentida, ni encantada como diría Sabina. Sencillamente feliz y agradecida de tener una familia que no he merecido, merezco ni creo que llegue a merecer.



Teresa Velasco Castillo





martes, 5 de diciembre de 2017

La isla

Después de un tiempo de cambios, vuelvo a introducirme en la rutina del poema. Os dejo con el de esta semana, espero que lo disfruten:  


Extraña es mi isla y el carácter que la enferma,
extraño su sabor de notas sin resacas en la lengua,
el desacuerdo en sus aristas
como un biotopo de octavas nuevas.

Isla de tantos caminos como hombres en su recorrido,
como tantos caminos en las piernas de los hombres.

Mi isla no necesita un andamiaje literario,
es principio y final, acción plausible sin moraleja,
una broma pesada, un relato irreflexivo,
contar ovejas...

A veces, también vacía, se asoma a sus extremos
Y salta al pánico común de los desiertos.
A veces es grava ardiente y solo a veces lejanía
petrificada en el abrazo de sus ráfagas de viento.

Extraña la miro en tercera persona
y entonces la sé vulnerable y hermosa.
La oigo bajo mis pies y ando entre sus piedras
tan insegura como la continuación de mis huellas.

Porque es extraña esta vida y su sonoro de vez en cuando,
sus días ausentes y encalados de lluvia,
como firme resistencia a lo inmediato que la inunda.

Mi isla es un verso fugaz en el más práctico de los sentidos,
una estrella que se remonta por encima de las reglas.

Una pesca filosófica al final de la tormenta 
derrochando su luz sobre la herida del poema.

Teresa Velasco Castillo