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La vida es irónica:
Se necesita TRISTEZA para conocer la FELICIDAD, RUIDO para apreciar el SILENCIO y AUSENCIA para valorar la presencia

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jueves, 27 de septiembre de 2012

Cuando no eres tú


Cuando no eres tú quien besa;
amor, pasan de largo,
corrientes de poesía por tu ausencia.

Sigue el mundo con su paso, no te espera.
Yerra el tiempo. Oscurece. Y nada queda de mí sino tu huella.

Cuando no eres tú, amor, quien besa,
Se instala menos joven la rutina.  

Transcurren las palabras y se borran,
Y los versos por mis venas  se amotinan.

Cuando no eres tú, amor, mi mirada,
Reflejo inconfundible en mi pupila.

Calendario de los días de lluvia.

Si no estás vienen a mí tantas preguntas,
Prendidas una a una en la mañana.

Cuando no eres tú, amor, desespero
Y no sé muy bien de lo que hablo.


 Si no estás, amor,  te espero conmigo.
 Escucho el bullicio de la gente.
 Observo la duda meneando sus caderas en la tarde.

Cuando no eres tú, amor, te espero,
Tumbada bajo el cuerpo de la luna.

(Málaga a 27 de Septiembre 2012 Teresa Velasco Castillo)

martes, 25 de septiembre de 2012

Esta boca es mía


Es más fácil negar las cosas que enterarse de ellas. A veces, en cambio, parece que no hay manera de averiguar el origen de los hechos  y  entra en juego la incertidumbre. Ésta, por lo que dicen, es una de las mayores torturas a las que pueden someternos.

Si la verdad coincide con lo múltiple y cambiante, estamos perdidos. Es lo que hay. ¿Cobraremos a final de mes? ¿Es el mundo incomprensible o nosotros no lo comprendemos? ¿Nos impide la soberbia  reconocer  nuestras limitaciones?

Quizá la falta de una causa determinante al  vacío en mi cuenta bancaria  sea lo que me hace pensar en algo más profundo. Debería  trazar las fronteras  que delimitan mis conocimientos y no perderme por absurdas invenciones basadas en el supuesto de una verdad. Pero… la incertidumbre. Siempre la incertidumbre.

Debería admitirlo. Hay aspectos para los que el hombre no está  preparado todavía. El origen de los Presupuestos Generales de Andalucía es uno de ellos.

 La Dirección General de Ordenación y Evaluación Educativa debió de comunicar hace ya algún tiempo los premios correspondientes  a cada Delegación Provincial.
Hablo de los Premios Extraordinarios de Bachillerato y la beca de los mismos (1000 euros). Esos que se ofertan a unos cuantos alumnos de Andalucía.  

 Sí, hombre, esos exámenes de mediados de junio del año pasado no, el otro. Aquellos cuyas bases estaban implícitas en el más remoto de los enlaces de la página de la Consejería de Educación. Aquella invención venida del más allá cuyos resultados puede que aún luzcan en el penúltimo de los papeles que envuelven al “edificio negro”.  

No quisiera importunar ni ofender a nadie. Se trata, claro está, de una cuestión metafísica. De un constitutivo último de lo real y digo “último” porque no se encuentra en la superficie de las cosas, en lo visible o experimentable por los sentidos. Digo último porque después de más de quince meses de investigación, la única conclusión que he extraído es que el teléfono de la Consejería de Educación en Sevilla comunica.

Parece que fue ayer y hace ya más de un año de esas pruebas cuyo contenido se dejaba entrever por los pasillos del IES “SALVADOR RUEDA”.  Parece mentira que lleve ya más de veinte entradas desde entonces.

Espero que no quiebre la Caixa para cuando decidan hacer el ingreso. Si es que lo deciden. No quisiera pecar de soberbia, pero, como decía Shakespeare siglos atrás;  “Ser honrado tal como anda el mundo, equivale a ser un hombre escogido entre diez mil”.

Así que  tiempo al tiempo, que yo con mi diploma más que feliz, defiendo mi día a día. Porque hay algo que  ni la incertidumbre quita y es que “Esta boca es mía”. 

(Málaga a 25 de Septiembre 2012 Teresa Velasco Castillo)

domingo, 23 de septiembre de 2012

Diálogo de sordos


Una vez, en la ciudad de Estocolmo, un hombre avisó a su médico de cabecera. Como eran amigos, hasta se atrevió a interrumpir su sueño una noche de invierno:

-                   Igmar, soy yo, Magnus. Perdona que te llame a estas horas tan intempestivas.
-           ¡Ah, hola! ¿Cómo te encuentras?
-          Muy bien, muy bien… Es que estoy un poco preocupado por mi mujer.
-           ¿Qué tiene? Si no hace demasiado que cenamos juntos y estaba perfectamente.
-           Mira, Igmar, me parece que se está quedando sorda.
-          Eso no puede ser, hace menos de un mes que nos vimos y estaba perfectamente. Nadie se queda sordo sin una causa justificada. ¿Acaso se ha resfriado?
-          No, no, no ha tenido nada, pero tienes que creerme, se está quedando sorda. Necesito que la visites a fondo.
-          Bien, entiendo tu preocupación. Venid a mi consulta el jueves por la mañana, a eso de las once, y lo miraremos.
-         ¿Seguro que es conveniente esperar tanto? ¿Y si la enfermedad empeora?
-         ¿Y si solo es una cosa sin importancia? ¿Ya no te acuerdas, Magnus, de lo preocupado que estabas por tu hijo aquella vez que pensabas que había cogido una pulmonía y era un simple resfriado? Piensa que ahora puede ser un tapón de cera o una afección temporal.
-          Sí, pero ¿y si no es así?
-          Tranquilo, ya lo arreglaremos todo. ¿Cómo te has dado cuenta de que tiene esta clase de problema?
-         Pues, porque la llamo y no contesta.
-          ¿Dónde estás tú ahora?
-          En el estudio.
-         ¿Y ella, dónde está?
-          Me parece que en la cocina.
-          De acuerdo. Recuerdo muy bien la distancia que hay entre los dos lugares de la última vez que estuve en vuestra casa. Llámala desde aquí.
-          ¡Maríaaaa! … ¿Ves?, nada.
-          ¡Más fuerte!
-          ¡Maríaaaaaa! ¿Te das cuenta? ¡Ya te he dicho que era grave!
-        ¡Pues va! Ahora acércate a la puerta de la cocina y vuélvelo a intentar.
-          ¡Maríaaaa! Nada, ni caso.
-          Coge el inalámbrico y búscala.
-          ¡Maríaaaa! ¡Maríaaaaa! ¡Maríaaaa! ¡Estoy detrás de ella y no reacciona!
-          Acércate más.
-         Es imposible.
-         Tócala en el hombro.

Magnus hizo caso a su amigo y puso su mano sobre el hombro derecho de su mujer, que planchaba unos pantalones azules de algodón del hijo menor. Reaccionó sin sobresaltarse.

-         ¿Se puede saber qué pasa? Hace media hora que te estoy diciendo que qué quieres y no me oyes. ¡Venga!, ¿qué quieres? ¿Qué quieres? ¡Siempre igual! ¡No hay manera! ¡Cada día estás más sordo! ¡Tendrás que llamar a tu amigo Igmar para que te visite a fondo…!

(Adaptación: J. Bucay, Déjame que te cuente)

domingo, 9 de septiembre de 2012

San Manuel Bueno, mártir


Texto:

Su vida era activa y no contemplativa, huyendo cuanto podía de no tener nada que hacer. Cuando oía eso de que la ociosidad es la madre de todos los vicios, contestaba: «Y del peor de todos, que es el pensar ocioso». Y como yo le preguntara una vez qué es lo que con eso quería decir, me contestó: «Pensar ocioso es pensar para no hacer nada o pensar demasiado en lo que se ha hecho y no en lo que hay que hacer. A lo hecho pecho, y a otra cosa, que no hay peor que remordimiento sin enmienda». ¡Hacer!, ¡hacer! Bien comprendí yo ya desde entonces que Don Manuel huía de pensar ocioso y a solas, que algún pensamiento le perseguía.
Así es que estaba siempre ocupado, y no pocas veces en inventar ocupaciones. Escribía muy poco para sí, de tal modo que apenas nos ha dejado escritos o notas; mas, en cambio, hacía de memorialista para los demás, y a las madres, sobre todo, les redactaba las cartas para sus hijos ausentes.
Trabajaba también manualmente, ayudando con sus brazos a ciertas labores del pueblo. En la temporada de trilla íbase a la era a trillar y aventar, y en tanto,  aleccionaba o  distraía a los labradores, a quienes ayudaba en estas faenas.
(…)
Iba también a menudo a la escuela a ayudar al maestro, a enseñar con él, y no sólo el catecismo. Y es que huía de la ociosidad y de la soledad. De tal modo que por estar con el pueblo, y sobre todo con el mocerío y la chiquillería, solía ir al baile. Y más de una vez se puso en él a tocar el tamboril para que los mozos y las mozas bailasen, y esto, que en otro hubiera parecido grotesca profanación del sacerdocio, en él tomaba un sagrado carácter y como de rito religioso. Sonaba el Ángelus, dejaba el tamboril y el palillo, se descubría y todos con él, y rezaba: «El ángel del Señor anunció a María: Ave María...». Y luego:
-      Y ahora, a descansar para mañana.

-      Lo primero -decía- es que el pueblo esté contento, que estén todos contentos de vivir. El contentamiento de vivir es lo primero de todo. Nadie debe querer morirse hasta que Dios quiera.

-      Pues yo sí -le dijo una vez una recién viuda-, yo quiero seguir a mi marido...

-      ¿Y para qué? -le respondió-. Quédate aquí para encomendar su alma a Dios. […]

Con aquella su constante actividad, con aquel mezclarse en las tareas y las diversiones de todos, parecía querer huir de sí mismo, querer huir de su soledad. «Le temo a la soledad», repetía. Mas, aun así, de vez en cuando se iba solo, orilla del lago, a las ruinas de aquella vieja abadía donde aún parecen reposar las almas de los piadosos cistercienses a quienes ha sepultado en el olvido la Historia.

   Miguel de Unamuno.



Comentario:

San Manuel Bueno, mártir no pasa de moda. Cada nueva generación de lectores debe saber que ninguna de sus páginas  le resultará insípida. Incluso si se trata del instituto. Hay lecturas cuyo marco, por el motivo que sea, coincide con el nuestro cincuenta, sesenta y hasta cien años después.

La narrativa de Unamuno llega a reunir en esta ocasión todas las dimensiones de la identidad, lo que confiere a esta obra cierto valor de psicoanálisis, una relación más o menos estrecha con la sociología, y, cómo no, con la  filosofía hermenéutica. Se trata asimismo de una crítica y una experiencia. Y como toda experiencia, a mi juicio, ha de ser vivida.

He querido rescatar este fragmento y su comentario porque creo que valen la pena. Creo que a día de hoy, y tal vez  más que nunca, me identifico con este texto y con el hecho de trabajar, entrenar o salir sin otro móvil que no sea la necesidad de autorrealización.
Comenzaré, como siempre, con brocha gorda. Pintando los aspectos más generales, familiares o menos sorprendentes.

El tema aquí es el enfrentamiento entre la vida activa y contemplativa. La conciliación entre ambas una solución de lo más razonable y evidente ¿Por qué nos obligamos a elegir?

Durante el siglo de las luces, el optimismo generado por los grandes avances de la edad moderna, ya sea en ciencia, filosofía, política o  literatura, dan lugar al hostigamiento de la vida activa. Este pensamiento se ve reflejado en autores como Rousseau, cuya frase “Todo ciudadano ocioso es un bribón” lo dice todo. Por su parte Voltaire, a través de uno de sus personajes,  ratifica que el trabajo nos libra de los tres grandes males de la vida: el aburrimiento, el vicio y la indigencia.

 También Nietzsche encajaría aquí. El dicho que en este fragmento  encontramos (“A lo hecho pecho”) hace referencia a  esa ilusión de jugar a la vida propia de la infancia.
Los niños tienen todo por descubrir y se entretienen creando y destruyendo a su antojo, como el Dios Dionisos o el Superhombre de Nietzsche, quienes con su afirmación de la vida terrenal contribuyen a los argumentos que favorecen la vida activa.

Respecto al plano contemplativo buscaremos apoyos en la filosofía y religiones orientales.
El budismo  es un claro ejemplo de acto contemplativo. Se trata de una filosofía de vida que intenta, a través de la  meditación,  alcanzar un estado de  no sufrimiento (Nirvana) que no puede ser descrito con palabras.

Actualmente los medios de comunicación y las nuevas tecnologías  nos han convertido  quizás en personas demasiado activas  a pesar de impulsar estilos de vida sedentarios.

Esto es, si antes bastaba con una conversación liviana para pasar el tiempo,  ahora resulta prácticamente impensable. Cada vez dependemos más de la multiplicidad de relaciones  sociales y atendemos a distintas tareas sin prestar verdadero interés a ninguna en concreto. Claro está, que también nos acerca al sedentarismo pues todas las innovaciones buscan la máxima comodidad del consumidor, lo cual nos lleva a tener acceso a todo desde un mismo sitio, generalmente el sofá o la cama.

No me considero, desde luego, apocalíptica ante las nuevas tecnologías, pero  considero que a veces una conversación que deja espacio para lo intrascendente es mucho más profunda y completa que aquella en que solo atendemos a nuestras cartas. A veces anticiparse al adversario requiere pararse a contemplar. En cualquier caso nadie tendrá tiempo de hacerlo.

 (Málaga a 9 de septiembre 2012 Teresa Velasco)


jueves, 6 de septiembre de 2012

Inspiración


Inspiración. Un verano sin tocar tus manos.
Ya era hora…

No busco el amor pero lo espero
Como aguarda cada instante tu regreso.

Negra noche que al fin te precipitas.
Clara luz que se abre en tus entrañas.
Un pedazo de tu piel y dos cuartetos,
Se confunden entre esquinas de mi cama.

Abrazando  tu silencio me pregunto
Me invento en la duda y envejezco.
Retorno al espejo sin la luna,
Y una a una las palabras se me escapan. 

Quisiera que tu ruido me callara,
Que tu ausencia pintara al fin mi casa
De fantasmas, quimeras y pasión.

Negra noche que asomas la cabeza.
Regresarás. Lo sé.
Inspiración. 


 (Teresa Velasco Castillo Málaga a 6 de Septiembre 2012)