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La vida es irónica:
Se necesita TRISTEZA para conocer la FELICIDAD, RUIDO para apreciar el SILENCIO y AUSENCIA para valorar la presencia

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sábado, 20 de septiembre de 2014

Ese mar de espanto

Imagínenla entre las nubes de septiembre, lejos del estrés y del trabajo. En esa hora en que los bares van abriendo y va uno solo y sin pensarlo demasiado se deja llevar por el entorno. 

Con algo de poesía deben de estar hechos mis paisajes
El de ese mar de espanto que es el nuestro
Aquel que en su oleaje nos sostiene
Cuan presto en la costumbre extraordinaria

Aquella eterna plataforma de recuerdos
Con sus cantos halagüeños me persigue
Y una fruta pasajera y exquisita
De sabores corrompidos me acaricia

De ese mar, cuando las olas se retiran,
Dejando mis promesas distraídas,
Surgieron surco a surco nuestras tierras

De  las ruinas del asfalto donde
Trinan las aves de la guerra
Sostenidas en su dulce anonimato.

Mientras aquí, en la noche cotidiana,
El grillo canta allá en los pinos de la niebla
Ese mar de espanto que es el nuestro
Flamea en la penumbra del silencio
Esperando que nazca la mañana




Teresa Velasco Castillo

lunes, 15 de septiembre de 2014

Restando importancia a la vida

A menudo me cuestiono si este exquisito compendio de relatos que es la vida lleva algún camino grabado o si se trata más bien de estrenar los pasos una vez aprendemos a correr. No cabe duda de que los retos con que sueño me intimidan, pero de no ser así no serían retos. 

Nuestros pulmones necesitan del aire nuevo, de las nuevas palabras de esta boca que es mía, donde se paladea agridulce la primavera de las hojas caídas. Necesito los cuentos de veteranos que iluminan, sin intermediarios, mis anhelos. El deseo y el dolor de un héroe que tiembla a la orilla del arco de salida.

No tengo más causas que las fronteras trazadas por mi propio cuerpo y tal vez esos ojos saltones  en la luna cuando correr no es compatible con tareas matinales. Se trata más que de un amor en vilo, de un amor en vuelo que cada día descubre algo nuevo en la rutina. Un segundo más, un segundo menos.
 
No sabemos si son más los que hoy corren o corren más los que ya eran corredores, pero jamás vi tan hermoso el paseo como ahora: niños, padres, ancianos, mujeres, jóvenes y trabajadores y algún que otro trabajador joven. Con sus zancadas menudas acarician el suelo y trazan su senda aprovechando los regueros de la arena.


Lo más curioso de todo es que aún no recuerdo qué iba a hacer cuando encendí el ordenador. No es que sienta la necesidad de difundir esta doctrina, pero después de acumular tantos recuerdos quise verter lo visto en palabras. En la sangre están mis memorias para lo bueno y lo malo y sean quizás las zancadas quienes pongan en libertad a mis piernas, siempre luchando por el alivio de restarle importancia a la vida. 


Teresa Velasco Castillo