Imagínenla entre las nubes de septiembre, lejos del estrés y del trabajo. En esa hora en que los bares van abriendo y va uno solo y sin pensarlo demasiado se deja llevar por el entorno.
Con algo de poesía deben de estar hechos mis paisajes
El de ese mar de espanto que es el nuestro
Aquel que en su oleaje nos sostiene
Cuan presto en la costumbre extraordinaria
Aquella eterna plataforma de recuerdos
Con sus cantos halagüeños me persigue
Y una fruta pasajera y exquisita
De sabores corrompidos me acaricia
De ese mar, cuando las olas se retiran,
Dejando mis promesas distraídas,
Surgieron surco a surco nuestras tierras
De las ruinas del
asfalto donde
Trinan las aves de la guerra
Sostenidas en su dulce anonimato.
Mientras aquí, en la noche cotidiana,
El grillo canta allá en los pinos de la niebla
Ese mar de espanto que es el nuestro
Flamea en la penumbra del silencio
Esperando que nazca la mañana
Teresa Velasco Castillo