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martes, 24 de febrero de 2015

El vértigo de la obra

Este poema no sé si se lo debo al haiku de Jorge Villalobos o a la cita de Chaplin. En cualquier caso estos días me siguen motivando a la escritura.



El vértigo de la obra

Si la vida fuese una obra de teatro sin ensayos
Volvería a renunciar a mi papel de protagonista
 Al vestigio de la nieve en los tejados
difusa  y cautiva, geometría sin aristas

Enero abriéndose tibiamente
Febrero, abril y mayo, los de siempre

Septiembre es un golpe de aire templado
Un zócalo calado en la simiente

Octubre le lleva de la mano hundiendo
Su torpe pisada entre las hojas
Cuyos tallos se dejan  a noviembre

Si la vida es un teatro yo muero hambrienta de arte
Acostumbrada desde joven al verso alejandrino
Y traicionados mis valores por un entremés,
Una farsa de perdón que no olvida

Si la vida es una obra con diálogo yo aún estoy
Ante un folio en blanco y mudo
A la luz de un argumento alejado de valores
Y sobre todo el trabajo que en la mano sostiene

Bajo un golpe de lluvia diciembre


Teresa Velasco Castillo

lunes, 16 de febrero de 2015

El periodismo: un oficio de profesionales


Por fin iniciamos el segundo cuatrimestre y con ello me permito publicar aquí mi ensayo sobre la profesionalización del periodismo. Es largo, pero creo que vale la pena leerlo, igual que pienso que valió la pena el esfuerzo y tiempo dedicado a su redacción. 

Introducción

Ante la fuerte influencia del periodismo en la sociedad, muchos consideran que éste debería actuar como cuarto poder, si bien la ambigüedad existente en torno a esta labor ha propiciado que se conciba al periodismo como un contrapoder, oficio, labor, ejercicio, hobby, servicio, creación, enseñanza e incluso portavoz de poderes.
Igual que debemos aceptar unas limitaciones éticas en sustitución de una verdad sólida, es necesario establecer una serie de universales en torno al periodismo para considerar éste como profesión y no como oficio.
En la actualidad, las facultades de Comunicación Social se plantean como centros de enseñanza integral, con el fin de hacer del periodismo una profesión especializada. La demanda ha hecho que se cree un gran número de centros de estudio donde se enseñan las bases prácticas del ejercicio además de un trasfondo teórico que reflexiona sobre el rol de los medios de comunicación en la sociedad contemporánea.
En este sentido sería lógico afirmar que se trata de una profesión y que como tal requiere una titulación y unos conocimientos específicos ¿perjudica entonces el intrusismo en los medios? Según Judith de Brito, la presidenta de la Asociación Nacional de Diarios, la obligación de haber pasado por la Facultad “impide que talentos de otras áreas ejerzan la noble actividad de informar”.
Obviamente no podemos comparar la ciencia médica con los estudios de periodismo, pero es más que evidente que éste se ha convertido en uno de los pilares fundamentales de la democracia, estableciendo con ella una relación de interdependencia. Así, mientras la UNESCO lo identifica como disciplina del conocimiento, aún son muchos quienes piensan como Judith de Brito.
Numerosos factores hacen que una persona que no ha estudiado periodismo, de pronto, se vea inmersa en este entorno: vocación tardía o títulos concedidos por empresas con previo pago, por ejemplo.
 ¿Prevalece, entonces aún el oficio periodístico o debemos evolucionar hacia el periodismo como disciplina del conocimiento?
La cuestión que se plantea este ensayo ya la emprendió la FNPI (Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano) vía Twitter ¿Es necesario estudiar en una universidad para ser buen periodista? La pregunta fue planteada  por el profesor Víctor Núñez utilizando la etiqueta #SinUniMalPeriodismo y al igual que éste cree que “tenemos derecho a ser informados por profesionales”, trataremos de argumentar los principios por los que necesitamos profesionalizar el tratamiento de información hoy día, independientemente de lo que estudiase Carlos Herrera.

Origen del debate

Este debate viene a propósito de un pronunciamiento público de varias instituciones académicas de comunicación y de algunos gremios profesionales de periodismo. El comunicado al que aludimos señala que el “periodismo es una profesión” y, por lo tanto, su ejercicio sólo debería estar reservado para aquellos periodistas que acrediten su título académico como establecen algunas normativas.
Si bien no cabe, bajo ningún precepto, castigar a los “periodistas empíricos” por ejercer, debemos entender que en la realidad de nuestros días no es sostenible el periodismo como oficio.
Probablemente Gabriel García Márquez no se equivocase al afirmar que se trata de  “el mejor oficio del mundo”, pero si seguimos dando rienda suelta al relativismo y la simplificación, El Pensamiento Power Point se convertirá en la realidad de nuestras vidas.
La misma práctica del oficio, decía García Márquez, imponía la necesidad de formarse una base cultural. “La lectura era un vicio profesional”.
Recuerdo, en relación a esta cita, que cuando llegué a la facultad, apenas nadie leía prensa, ni mucho menos se planteaba dedicar los ratos de ocio a embeberse en alguna trama a través de las páginas de una novela. Ni que decir tiene que la poesía, a veces tan cercana a la realidad del periodista, no era más que un cero a la izquierda de las diapositivas que copiábamos sin leer.
No dudo de la base cultural de los grandes genios que, como en el caso de Miguel Hernández, se hacen a sí mismos, pero el grueso de la tropa, aquí en España, cuenta con unos índices de lectura muy por debajo de la media europea, que es del 19% frente a tan solo el 9% en nuestro país.
De otro lado está la confusión que esto genera a la ciudadanía ¿quién es periodista? ¿Qué es periodismo?
La ausencia de una ética afianzada sobre los géneros de información y de opinión en este ámbito  lleva a considerar cualquier medio de informar como periodismo, dejando a un lado la veracidad o el interés público.  Los medios audiovisuales, además, nos condicionan a la percepción rápida y llamativa de estímulos que nos apartan del análisis receptivo de la realidad. El resultado es que acabamos creyendo que informarse es fácil y que basta con dejar que las imágenes del telediario recorran nuestro sistema nervioso en busca de provocar algún estímulo. Informarse no es tarea fácil. Requiere pararse a comparar. Pensar. Reflexionar. Y, sobre todo, leer con la visión crítica que ofrece el conocimiento de teorías desarrolladas hasta hoy.

Razones históricas

Aunque más reciente que otras disciplinas del conocimiento como la medicina, el periodismo también tiene sus raíces históricas como práctica empírica y hoy alcanza su mayor conocimiento en las aulas universitarias. Ello es un indicador de avance y evolución de la cultura de una sociedad.
La necesidad de comunicación social es inherente en el ser humano definido como ser social por Aristóteles ya en el siglo V a.C:
            El ser humano es un ser social por naturaleza, y el insocial por naturaleza y no por azar o es mal humano o más que humano (…) La sociedad es por naturaleza y anterior al individuo (…) el que no puede vivir en sociedad, o no necesita nada por su propia suficiencia, no es miembro de la sociedad, sino una bestia o un dios.  Aristóteles. Política
Para nuestro ensayo, en cambio, tomaremos como referencia el siglo XIX,  fecha de la cual datan los primeros estudios históricos de prensa. A finales del mismo afloran las escuelas o centros de formación para periodista y se formaliza la historia del periodismo como disciplina académica.
Es clave entonces la fundación a principio del siglo XX de la escuela de Periodismo de Columbia en Nueva York por Pulitzer, hoy todo un referente para los amantes de la prensa. Considerado como un representante de esta escuela, el profesor Carey, se muestra actualmente incómodo con la etiqueta reduccionista que se aplica a esta práctica y se presenta más como un analista crítico de la comunicación que apela a la necesidad de acercar la investigación en comunicación con los estudios culturales.
Entre 1883 y 1895, durante el desarrollo de la prensa de masas aparece el “new jouralism” en EEUU y se establece éste como referente de una profesión que, como indicábamos en nuestra introducción, requiere de una serie de infraestructuras y libertades que solo algunos países han podido permitirse a lo largo de su historia.
En España es asombroso, sobre todo, el resurgir del periodismo tras los años de oscura dictadura y cómo los medios buscan su espacio, su servicio y su público haciendo uso de los miles de recursos que la literatura ofrece a la profesión. Paradójicamente, es entonces, una vez superada la alianza tácita entre políticos y periodistas en busca de una transición pacífica, cuando se hace mejor periodismo. Digo paradójicamente, porque hasta 1971 no se constituye en nuestro país la carrera de periodismo como tal.
Sin embargo, los fundadores y analistas de diarios en esta época no provenían de Gran Hermano, como sucede hoy día en muchos programas : Juan Luis Cebrián, fundador de El País, se graduó en la Escuela Oficial de Periodismo en España y con solo 19 años ya trabajaba como redactor jefe en Pueblo, Juan Tomás de Salas, creador del Grupo 16, cursó Derecho en Madrid y se doctoró en Historia Económica en París,  Pedro J. Ramírez estudió Derecho y Periodismo en la Universidad de Navarra, y así con la mayoría de periodistas, muchos de los cuales ejercen actualmente como tal en medios de renombre.
A día de hoy el sector de la comunicación en España afronta el reto de recuperar tal prestigio y reivindicar su profesionalización y capacidad de influencia, según puede desprenderse de informes como el wellcomm que cada año anuncia el descenso del salario medio en este sector.
Y es en el momento en que el periodismo se convierte en una finalidad empresarial, cuando podemos despedirnos de nuestro mes de abril en España. La democratización de los contenidos pasa a significar, entonces, la banalización de éstos lo que, a su vez, propicia el tratamiento del individuo como masa y, si antes las clases bajas de la sociedad pasaban inadvertidas, ahora convergen  con el resto para sustituir al vocalista por un coro homogéneo de voces mediocres.
No obstante, sigue en plena vigencia lo que Beneyto, cofundador de El País, dijo hace más de medio siglo: “si una civilización puede penetrar en las masas, solo podrá hacerlo por obra de la Prensa; pero si esta Prensa no queda vinculada a la Universidad, el esfuerzo es inútil, porque lo que se trasvasa en la masa habrá dejado, al pasar, degradado y desvanecido, solera y color”.
No hace falta ser un genio para darse cuenta de que hoy los medios de comunicación están concebidos como un negocio más. Los anunciantes encuentran entonces un nuevo mercado por explorar y, poca a poco, tratan de desenvolver su público y clasificarlo en pequeños grupos temáticos, cronológicos, o de género.
Actualmente, cobra importancia la fragmentación de las audiencias y, aunque las tecnologías por definición tienden a unificar labores y a significar despidos, también es cierto que en esta ocasión requiere de un nuevo grado de especialización enfocado a un público cada vez más dividido.
Hay un hecho, por tanto, que para bien o para mal es el más importante en la vida pública de la Europa contemporánea. Este hecho parte del momento en que los editores descubren el componente mercantil de la información y explotan éste hasta tal punto que ha sido necesario desarrollar una disciplina específica: “empresa informativa”.  Pero no se puede considerar a la información como una mercancía más. Con ella hemos de satisfacer un derecho fundamental y básico de la sociedad democrática: el derecho a recibir información y a estar informados.
Decía Danton Jobin que “es importante, sin duda, para la comunidad que haya centros de enseñanza que preparen profesionales que no sean solamente buenos especialistas, sino que hayan sido convenientemente educados para soportar las grandes responsabilidades que se le atribuyen a todos los que usan aquel poderoso instrumento de acción social”, el periodismo.
Esta responsabilidad profesional está en declive, en parte también por la actitud del público ya adaptado al formato de las soft news.
En este ensayo se sostiene, por consiguiente, la necesidad de una sólida formación universitaria para corregir los productos periodísticos que hay en el mercado.
Sobre la amplitud en el grado de libertad en relación con el modelo empresarial, existen históricamente teorías de la prensa, adaptables a la totalidad de los medios. La teoría de la responsabilidad social de Siebert, Peterson y Schramm, bastaría como argumento para considerar la importancia del periodismo mucho más allá del oficio de escribir historias.
Es evidente que la tendencia se orienta inevitablemente hacia el modelo liberal, pasando por alto los valores del sistema democrático corporativo o pluralista polarizado. La falta de referencias sólidas deja en manos del mercado la información y los códigos éticos de los medios resultan una solución estéril ante la garra del libre comercio.
La solución pasaría por profesionalizar la comunicación y profundizar en un corpus científico que dotase de sentido a los medios. Responsabilizar de la información al profesional libre y no a la empresa, ya que la libertad es un atributo personal.
El profesor González Ballesteros en un artículo periodístico concluía que “la información en cuanto tal, por ser un derecho de todos, no puede ser objeto de tráfico mercantil, y mucho menos a priori”. Es preciso y urgente reconocer una profesionalidad a todos los niveles en materia de información. La profesora García Sanz dice en la introducción de su libro que el periodista, en cuanto autor, tiene el mismo derecho sobre su creación intelectual que cualquier otro autor no profesional de la información.
La profesionalización debería comenzar por reconocer la importancia en el mercado de la información de un trabajo que exige una percepción cada vez más aguda de la realidad que permita al receptor distinguir entre lo relevante de lo superfluo.

Razones sociales

En sus debates polémicos sobre el “provincianismo” y “elitismo” de la tradición crítica, Habermas nos descubre el lenguaje y la comunicación como base de un pacto social. Una filosofía para la transformación social que se apoya en la comunicación a través de la filosofía del lenguaje. La comprensión de la realidad es sobre la cual se constituye el eje de la consciencia transformadora, de la innovación social. En el lenguaje, afirma Habermas, está la base de la democracia, porque permite una comunicación e interacción eficaz, equilibrada y libre.
¿Es posible una comunicación eficaz, equilibrada y libre sin profesionales que se encarguen de asegurar este derecho?
Podría adelantar la respuesta dando a ver que donde están los medios, está el poder: en las agencias de noticias occidentales y norteamericanas. El presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe, en el poder desde 1980, no empieza a existir en los medios hasta que las expropiaciones afectan a nuestro continente.
El papel de las grandes agencias de noticias como filtro, determina en gran medida lo que es noticia en el caso de la información internacional. Pero, en última instancia, la labor del corresponsal es la que hace posible imaginar la realidad lejos de nuestra rutina. Sin una visión humana del conflicto, la audiencia, las personas, seríamos incapaces de empatizar  con nuestro entorno.
Para conocer las dimensiones de un conflicto creemos suficientes con una imagen, lo que no sabemos es que no vale cualquier imagen. ¿Cuántas veces se han sentido engañados al pedir el menú de la foto en un bar? Si trasladamos esa impresión al ámbito de la comunicación social, nos encontramos con un sinfín de posibilidades detrás de cada foto: planos, enfoques, tonos… y todo ello sin contar con la manipulación que permiten hoy día programas informáticos como photoshop.
¿Cómo si no, de manos de un profesional, vamos a empezar a creer lo que vemos?
 Podríamos aplicar la duda metódica como recurso en nuestro día a día, pero a buen seguro acabaríamos cayendo: los seres humanos funcionan por emociones. Como diría Elsa Punset, autora de Una mochila para el universo, nos pasamos “dos terceras partes de nuestra vida cotilleando”, de ahí que los programas del corazón tengan tanto éxito, pero, ¿por qué lo hacemos?
La razón más primitiva la encontramos en nuestra familia ancestral, en nuestro instinto como animales. Es un mecanismo de supervivencia el de estar informados. Una necesidad tan básica como el comer o estar sanos.
La realidad está compuesta de miles de hechos no aislados. Un emisor escoge, en base a unos criterios de noticiabilidad, un material cambiante y lo mediatiza para convertirlo en un hecho de actualidad. Esta distorsión será menor en función del grado de profesionalización del emisor y su conocimiento teórico-práctico de los factores que convierten un hecho cualquiera en noticia.
Por último, el artículo 20 de la CE exige la veracidad en el caso de la información, lo cual se ha interpretado como necesidad de veracidad subjetiva, es decir, que el informante haya actuado con profesionalidad y diligencia, haya contrastado la información adecuadamente con al menos tres fuentes, que haya correspondido a su deber y a su público como cualquier otro profesional en su ámbito.
¿Qué le falta al periodismo para profesionalizarse desde el ámbito académico?

Evidentemente son muchos y muy variados los factores que influyen en la profesionalización del periodismo. A mi parecer, todo parte de una falta de consenso entre comunidades para tratar este trabajo como algo práctico o más bien teórico.
En las universidades de referencia mundial situadas en EEUU, parece que se da la razón a García Márquez cuando afirma que “el oficio se aprendía en las salas de redacción, en los talleres de imprenta, en el cafetín de enfrente o en las parrandas de los viernes”.
Es sin embargo, motivo de estudio el modelo francés, donde los postulados teóricos asientan las bases de la formación en el servicio de informar.
España es, según mi experiencia, un intento de conciliación entre ambas concepciones, y digo intento, porque el modelo, “aún en pañales”, parece lleno de contradicciones.
En segundo de carrera, cursábamos una asignatura, técnicas del mensaje en prensa, repartida en torno al 60% teoría y 40% práctica. Desde el primer día de clase, nos hablaron de la importancia de comunicar bien por encima de comunicar antes. Debatimos sobre la necesidad de comunicar en tiempo real y su repercusión sobre el acontecimiento, siempre a favor de la calidad en detrimento de la cantidad. Sin embargo, nada más bajar a los laboratorios a realizar las prácticas nos exigían, recuerdo, “escribir bien y rápido”.
A menudo las fuentes no eran más que tristes notas de prensa policiales con las que jugábamos a alterar de orden las palabras y colocar comas donde la teoría nos lo exigía.
En investigación, nos enseñaban la importancia de las técnicas cualitativas, mientras que en sociología puntuaban con más nota a quienes más porcentajes y gráficos incluían en su presentación.
Los profesores parecían tener una idea completamente distinta de la materia que les tocaba impartir. El tiempo no les permitía investigar y convertía nuestros trabajos grupales en una competición a contrarreloj entre nosotros mismos.
Cierto que adquirimos conocimientos sobre materia audiovisual. Pero el tiempo no permite más que tocar un instrumento a cada uno. Esto es, a mí me tocó la cámara.  No me senté a presentar, a introducir vídeos o a controlar el sonido, igual que muchos no tuvieron la oportunidad si quiera de acercarse a la cámara.
En las clases teóricas nunca se ha dejado de incidir en la importancia de especializarse a día de hoy, pero la realidad, confiesan muchos, es que los recortes en plantilla obligan al periodista a hacerlo todo. ¿Especialización en todo? Parece bastante contradictorio.
Para hacer del periodismo una profesión hay  que dedicarle el tiempo que requiere e igual que en medicina no reducen los años de estudio, tampoco deberían ampliarlos o reducirlos en este caso. No es necesario reiterar determinados contenidos y sí profundizar en otros muchos.
Así, resultan alumnos muy bien formados en algunos aspectos y absolutamente ignorantes en otros. Y esto en el ingenuo supuesto de que quede claro cuál es el contenido esencial de la materia.
Por supuesto, es inconcebible el grado sin conocimiento de idiomas, área víctima de la mayoría de los recortes que se han venido aplicando desde que comenzase la crisis en 2008.

Conclusión

James Reston, del New York Times, ha escrito que “el futuro de la información depende de comunicar inteligentemente lo que está ocurriendo en el mundo. El mundo cada vez es más complicado. No se puede comunicar meramente la verdad literal. Hay que explicarla”.
Parece indiscutible la formación para interpretar los acontecimientos del día a día y es por ello que debe preocuparnos la actitud de muchos estudiantes que solo buscan un título para engrosar el currículo. El motivo, hemos visto, es la brecha entre Universidad y realidad práctica, con unos planes de estudio irracionales. 
Una vez se logre la conciencia sobre la importancia de los estudios universitarios en periodismo, podrán promoverse auténticas asociaciones de profesionales que no estén vinculadas a movimientos ideológicos y políticos.
Gonzalo Fausto, periodista al que entrevisté a inicios de la carrera, me enseñó la fuerza capaz de alcanzar un arma tan potente como es nuestro alfabeto. Si para hablar se deben cumplir una serie de premisas físicas, biológicas, educacionales, funcionales y psíquicas, para “decir algo” hay que conocer en profundidad el instrumento del que hacemos uso.
Para acomodar el mensaje, como decía Aristóteles “a los hábitos de los oyentes”, hay que conocer el significado de cada palabra de la proposición de que se trate.
Decía Martin Cohen, en El escarabajo de Wittgenstein, que “las personas creen que hablan de las mismas cosas cuando pueden estar discutiendo sobre temas muy diferentes, y lo que es más, puede que lo estén haciendo de maneras totalmente diferentes”. Ni siquiera la mejor formación garantizaría una comunicación sin posibilidad de malinterpretaciones, ¿sabe alguien que ni siquiera ha debatido sobre esto la responsabilidad que implica?
Nuestras limitaciones serán mayores, conforme menos conozcamos ¿o no es acaso, como afirmaba Wittgenstein, que los limites de nuestro mundo los constituye nuestro lenguaje?
Un profesional se distingue de otros por su conocimiento en materias que no están a disposición de todo el mundo. Copiar notas de prensa del gabinete de  la policía puede hacerlo cualquiera con acceso a dichos datos, pero contextualizar los hechos con suficiente criterio en base a una serie de conocimientos práctico-teóricos ya es cosa de profesionales.


 Teresa Velasco Castillo




jueves, 5 de febrero de 2015

Sobre cómo cargarse la educación


Emprender hoy una traducción adecuada del modelo educativo en España es un proyecto que, a juicio de todo sinólogo profesional, requiere de justificación expresa. Pues bien, la posible aprobación del denominado Decreto 3+2 es razón más que suficiente para hacer una pausa entre tanta actividad suscitada en el gremio. Una medida que se ha encontrado con el rechazo frontal de las instituciones académicas y de los alumnos.

Aún recuerdo el momento en que a fin de “converger con Europa” se apostó por titulaciones de cuatro años más uno de postgrado, lo que a día de hoy sigue provocando extrañas formas de convivencia no siempre cómodas.

Ahora, como si de cualquier cosa se tratase, se plantea la reestructuración completa de un proceso complejo y costoso en el tiempo que llevaría, entre otras cosas, a mezclar varios planes de formación distintos. Es más, a este paso, para cuando los antiguos licenciados logren convalidar su carrera, ésta ya habrá dejado de estar vigente. Y es que en España se cambia más de modelo educativo que de dirigentes, lo cual no dice mucho a nuestro favor. 

Pero el martillazo decisivo para desplomarlo todo llega al destapar la posibilidad de que cada centro decida qué sistema ofrecer a sus alumnos, lo que deriva en asimetrías dentro de una misma ciudad. Curiosa manera de converger la de nuestro ministro de Educación. Me pregunto si el día de mañana mi titulación será válida en el barrio de mi abuela.

El carácter enigmático y difícil de nuestros “líderes” pareciese una barrera insalvable para la convergencia ¿por qué no un 3+2 al mismo precio? O mejor, más barato. ¿ Por qué no emplear el esfuerzo y los resultados como barómetro de garantía en vez del dinero? Tal vez así, quienes arrastran asignaturas con esperanza, pero sin convencimiento, decidiesen espabilar y, quienes se esfuerzan no se viesen lastrados por un gasto “inasumible para la mayoría”, según denuncia el Sindicato de Estudiantes.


No soy la más indicada para señalar el rumbo que ha de seguirse cuando ni siquiera sé cuidar de mí, pero al menos no me meto en política. Así que, señor José  Ignacio Wert, si no sabe qué hacer con su vida, deje en paz la de los demás. 


Teresa Velasco Castillo