COMENTARIO ENTRE VISILLOS
Introducción
Entre visillos llegó
a mí una mañana lluviosa de primavera donde cultura y deporte se juntaban
sorprendentemente bajo la carpa en que se hacinaban los participantes de la
última edición en la carrera de Cruz de Humilladero.
Lo escogí entre los restos de libros que regalaban un grupo
de asociados de Libros Libres, como quien adopta un animal a punto de ser
sacrificado. Rescaté a Carmen Martín Gaite, Ana María Matute y a Emilia Pardo
Bazán y volví a casa con el firme propósito de leerme las tres obras antes de
acabar el verano.
Como es sabido, esta obra fue galardonada con el Premio
Nadal en 1957, y ha formado parte de la literatura esencial de los últimos años
en los libros de estudiante de bachiller. Su autora ha obtenido numerosos
premios que no podemos obviar antes de comenzar esta reseña, e incluso la
lectura del libro.
Argumento
Para comprender Entre visillos, hace falta desaprender todo
aquello que el cine americano y la literatura comercial se ha empeñado en
cincelar durante los últimos años en nuestra sociedad. Incluso yo dejaría atrás
la clásica división: inicio, nudo y
desenlace.
La obra transcurre en una pequeña ciudad de provincias allá
por la década de los sesenta en España. Se trata de historias que encuentran su
nexo conforme transcurren las líneas del texto y que no destacan tanto por su
trama como por el retrato que trazan de la época.
Julia es una mujer de 27 años que intercambia cartas con
Miguel, su novio de Madrid. Es un personaje sumiso, religioso y fiel que se
confiesa por el mero hecho de tener pensamientos impuros, algo casi impensable
en la actualidad.
Los problemas para ella empiezan y acaban en el mismo punto:
su autonomía. No es capaz de desobedecer a su familia e irse a Madrid con el
hombre de sus sueños, pero tampoco tiene el valor de plantarle cara al mismo, que la hace sufrir con sus repentinos cambios
de opinión, exigencias y ausencias.
Sus hermanas Mercedes y Natalia, se empeñan durante gran
parte de la obra en emparejarla con Federico Hortal, un muchacho de la zona
que, por lo que se ve, parece muy interesado en ella.
Durante la obra, en cambio, Natalia descubre a través del
personaje clave de la obra, Pablo Klein, que, con veintisiete años, su hermana
necesita partir a Madrid a hacer su vida, antes que resignarse a lo que su tía
y su padre le tratan de imponer.
Todo ello transcurre en una suerte de diálogos, encuentros y
desencuentros por el vecindario, y más concretamente por el Casino, donde se
organizan los principales eventos sociales que reúnen a la juventud de la
época.
De otro lado, Goyita vuelve de un viaje a San Sebastián con
su amiga Marisol, quien llamará notablemente la atención de los chicos al ser
nueva en la localidad. El más subastado de todos ellos es Don Manuel Torre, un
atractivo aviador que si bien se declina hacia el grupo de amistad de Goyita,
no tiene reparos en hacer nuevas amistades, ni en bailar con cualquiera de las
chicas nuevas.
Entre este simposio de personajes, aparecen Gertru y Ángel,
una pareja a punto de casarse. Vuelve a reflejarse aquí la tradición de la
época, la tendencia a relegar el rol de la mujer a un segundo plano, pues a
pesar del amor que les une y las ganas de ella de acabar bachiller, Ángel le
pide que se limite a escoger detalles de su nueva casa y aprender recetas que
cocinar para él.
La boda se gestiona como un torrente inagotable de
compromisos en los que Lydia, la suegra, arrastra a Gertru, que casi no
intercambia palabra con su novio durante el proceso de preparación de la
ceremonia.
Sin orden alguno, Pablo Klein, joven profesor que llega para
trabajar un trimestre en el Instituto, toma el mando de la narración en
determinados capítulos donde describe su experiencia al paso por la provincia.
Nada más llegar, este joven se encuentra que el director del Instituto, Don
Rafael Domínguez ha muerto días atrás. Al acudir al velatorio conoce a sus
hijos Teo y Elvira y, desde ese momento, empieza a sentir debilidad por la
chica.
Su historia, sin embargo, no se queda ahí. El joven visita
el Casino y se hace amigo de Emilio, cuyo carácter es extrovertido, pero algo
pesado. Asegura haber salido con Elvira, quien negará automáticamente la
relación con éste, a pesar de haberla tenido. A raíz de esta relación de
amistad, Pablo conoce a un grupo numeroso de chicos que le llevaran por los
guateques y zonas de moda en la ciudad y, a través de los cuales también
conocerá a Rosa, animadora de uno de aquellos antros en los que se juntan los
chavales. El personaje quedará atrapado entre estas dos relaciones, si bien su
inclinación última es hacia Elvira, mucho más distante que Rosa quien enseguida
se acercará a él e incluso será su vecina durante un tiempo.
Ya más al final de la obra, se generará un vínculo especial
entre este joven profesor y Natalia, la hermana menor del trío protagonista
quien a través de los consejos de Pablo, convence a su padre para que deje
partir a la hermana mayor y le permita estudiar una carrera, aspecto este
último, que queda un poco en el aire.
En general, es un hecho muy extendido, y desgraciadamente
real, el de considerar los estudios como algo secundario e innecesario en el
caso de la mujer. Este personaje, Natalia, más oculto en el inicio de la
novela, irá tomando importancia conforme avanza la trama y, su decisión acerca
de hacer carrera marcará el final de este conjunto de historias entrelazadas.
Pablo Klein será el empuje y el cambio que estos personajes necesitan para
empezar a tomar decisiones por sí mismos en vez de atenerse a las normas
impuestas socialmente por los mayores.
Reflexión
Curiosamente los tres libros que escogí aquel día tienen, o
adivino que tendrán, numerosos aspectos en común, con la salvedad de que cada
uno retratará la zona más cercana a su autora, como en el caso de Emilia con
las montañas gallegas.
La literatura castellana de la época está plagada de libros,
limitados al diálogo y el retrato de unos años que marcaron la historia de
nuestro país. Es el caso de la Colmena de Camilo José Cela o la novela neorrealista
de El Jarama, por Rafael Sánchez Ferlosio.
Son libros cuyo sentido se remite a su tiempo y, aunque el
género podría repetirse en la actualidad, seguramente los diálogos y el reflejo
de la decadencia perderían mucho. ¿Se imaginan una reunión en los pub de hoy
día? La sutileza a la hora de entablar una relación o las restrictivas normas
sociales a las que especialmente las mujeres estaban sujetas ya no tienen
sentido ¿o acaso alguien con 27 años se compromete a no llegar después de las
diez a casa?
También Serrat dedicó su Poco
antes de las diez a una joven que podría enmarcarse entre los personajes
del libro que tratamos.
En relación al aspecto estético-narrativo, destacar la
mezcla de narrador externo e interno. Durante la mayoría del libro será Pablo
Klein el único personaje en contar desde su punto de vista la historia, si bien
ya por los últimos capítulos, Natalia narra su experiencia en la pedida de
Gertru y Ángel.
Los matices sociales de aquellos años captaron especialmente
mi atención, por ejemplo cómo Elvira se toma en serio y tan en serio el luto
por su padre, olvidándose de algo tan inocente como ir al cine hasta pasado lo
menos un año, cuando al fin podía calzar medias grises.
Es un tiempo donde el cine casi podría parecer un pecado, tal
como el cura le advierte a Julia en una confesión de esta última. Se trata de
elementos que hoy pasan inadvertidos y que suponían un conflicto social
importante en la vida de estos personajes. De todos estos aspectos, por
supuesto el más importante, son los estudios, tanto para hombres como para
mujeres. Ellas, como ya mencionamos con anterioridad, se plantean estos como
algo secundario que solía abandonarse antes de alcanzar niveles superiores.
Para ellos era una salida, como vemos en el hermano de Elvira y Emilio, el
preparar oposiciones para notario u otros cargos administrativos que se
escogían no por vocación, sino por salida.
Aunque todo ello ha cambiado mucho actualmente, siguen
existiendo paralelismos en relación a la libertad de decisión en muchos jóvenes
¿hacemos lo que de verdad amamos o buscamos salidas prácticas en tiempos de
crisis? Creo que salvando el contexto que nos acompaña, debemos escuchar
siempre a aquello que de verdad nos llama, incluso si nos lleva a un callejón
sin salida ¿o no?
Teresa Velasco Castillo