Bienvenida

La vida es irónica:
Se necesita TRISTEZA para conocer la FELICIDAD, RUIDO para apreciar el SILENCIO y AUSENCIA para valorar la presencia

Etiquetas

Arte (1) Concursos (1) Entrevistas (8) Eventos (17) Libros (15) Periodismo (44) Poemas (111) Reflexiones (77) Relatos (5)

lunes, 24 de diciembre de 2012

Bienvenidos


Pues nada. Parece que el mundo se empeña en seguir. Más bien es el principio de otro año lo que se acerca y no ese final hacia el que nuestro instinto de supervivencia nos empuja a mirar. 

Son muchos días los que llevo sin escribir en el blog, liada con asuntos de prensa y con canciones, más o menos actuales, que por algún motivo nos llegan al alma y nos quitan la voz.
He tenido tiempo, por tanto, de pensar en las cosas simples que se piensan cuando se deja de pensar, y he pensado que si tuviera tiempo escribiría y, probablemente, saldría a correr. Igual que ahora, que “no tengo tiempo”, me dedicaría a contar historias verosímiles, tal vez con menos datos que los que se exigen a un trabajo.

Si mañana se acaba el mundo, lo más seguro es que la muerte me encuentre haciendo “series de mil”, o paseando de la mano de cualquiera por los bares de Pedregalejo.
Es seguro que no tendría tiempo de despedirme de mis amigos, enemigos, familiares, conocidos... Pero es que a mí, especialmente, no me gustan las despedidas ni los regalos. Ni los reyes, ni “Papa Noel”, ni todos esos compromisos que terminan a la larga por no ser más que compromisos.

He tenido tiempo también de pensar en términos cuantitativos ¿Alguien ha reparado en los kilómetros que llevan nuestras piernas? Y lo que es más típico, pero a la vez digno de mención: lo que hay detrás.

 Que no suela decirlo no quiere decir que no lo piense. Porque tras cada podio hay un padre haciendo fotos, y una madre pendiente de recibirlas.  Y en cada curva siempre hay  alguien que grita  para dar fuerzas a quien  encara la última y más “jodida” de las rectas. Lo mejor ¿saben qué? A  “ese alguien” no le importa que el primero entrase hace rato.
 Y, cómo no, gracias a ese chófer que recorre cientos de kilómetros para una prueba o ese otro que da mil viajes para evitar un autobús. Gracias también (ya que estamos) a esas personas que cuentan chistes por los que vale la pena vivir.

Pero ahora en serio. De verdad de la buena, ¿nadie se ha parado a pensar qué haríamos sin ese profesor que nos tiene “manía”? Sería horrible. Andaríamos más perdidos que  los estadounidenses tras la caída de la URSS. Desviaríamos  nuestro punto de referencia y habríamos de  enfocar nuestros males a otro enemigo único.
¿Y si el presidente hablara Inglés? ¿A qué “sociedad” culparíamos de nuestra ignorancia? Yo siempre he coincidido con el refrán: “que cada palo aguante su vela”. O el más comercial “yo me lo guiso, yo me lo como”, aunque tal como está el panorama parece que toca repartir culpas y trabajos… ¡Malditos, benditos trabajos en grupo!

En fin, que he pensado que no está tan mal como lo pintamos el futuro. Siempre podremos emigrar a otros países y conocer gente que cuente chistes  por los que vale la pena vivir.

(Málaga a 24 de diciembre 2012 Teresa Velasco Castillo) 

sábado, 1 de diciembre de 2012

Ya no me acuerdo de cómo escribir un poema


Porque no hay reglas escritas de cómo y cuándo escribir un poema, de el momento en que hemos de pararnos para dejar respirar al lector. Porque hay noches que, aunque madrugues, y el sueño te recorra la columna y las ojeras cuelguen, algo en ti dice que escribas. Y a la mañana te desvelas como un crío el día de reyes y revuelves los papeles que dejaste. Y, a veces, solo a veces, sucede la magia: sonríes y sientes que esa poesía ya no es tuya.