Dando los últimos coletazos al curso y preparando ya la temporada que está al caer, aquí dejo uno de esos poemas que, como tantos, me ha inspirado la pasión de los atletas:
Vagan la luz y la sombra en los acordes impares de mis manos
Como agitando el pecho con sus tambores al alba
O esperando en verano a que el sol desista
Para hundir el dolor de las palabras que nos faltan
Si el final sobreviene a limpiar las conciencias
Y las armas de las manos donde tantos soldados
Hicieron suyas las promesas de otros hombres
Si acaso el destino y la paz se encuentran en algún lado
Que seas tú quien juzgue el duelo con tus ojos beatos
En pos de los valientes que callaron su naufragio
Para nosotros, corredores, que sabemos algo de esto
vale tanto la mañana cuando el sol la desnuda
como la tarde espía
de poemas sin techo
Cuando se desea que transcurra de una vez el domingo
que vuelvan las jornadas de trabajo, las caras conocidas
y que acabe ese intercambio sedante y narcótico de palabras
cuando se barajan como cartas las horas que nos quedan
como un buen samaritano, servidor privado del sistema
uno se vende por cualquier conversación profunda:
silencio redondo, desierto de una isla,
suspiros de un amor inacabado.
Teresa Velasco Castillo