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La vida es irónica:
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lunes, 24 de diciembre de 2018

Clases de amor para Platón


Que vivan el amor, la navidad y la hipocresía: 


He visto pues el impulso erótico
en la gamba articulada sobre el plato,
bebidas titilando al filo del abismo del poyete
como un engranaje de poleas en la escala Jenofonte.

La imposible cabeza del mejillón se sublima
en un progreso dialéctico hacia el bien.
La belleza es móvil en el centro de la mesa,
motor primero del discurso opuesto.

Hace un momento batalla de cubiertos,
un tenedor  se entrega a sus instintos,
la anchoa, enajenante, hace lo propio
y se entrelazan con pasión sobre el aceite.
El tomate, observa de reojo.

Así, nace el camino hacia el dios Eros,
ansia de carencia y de deseo en las palabras
de un Rey que de todos los amores,
solo a sí mismo se ama.

La época moderna ha hecho estragos,
está claro.
El pargo a la sal ya no trasciende,
lo que fuese reminiscencia de un saber
es la carne apartada a ras del plato.
El alma ya está fuera del menú.
Se añade al estoicismo el pan de molde,
elemento superfluo en la oratoria.

Amar ya no es lo fin y lo perfecto,
es, más bien, cosa del momento.
Y lo que surja después, ya es otra historia.

Por; Teresa Velasco Castillo





jueves, 6 de diciembre de 2018

Orgullo y perjuicio



Me siento orgullosa de la tierra que resido y presumo, aún hoy, después del polémico resultado de las elecciones, de ser miembro de una de las ocho provincias que conforman Andalucía. Porque se trata del contenido y no del continente. La Junta no es Susana Díaz, ni sus pechos transidos de espanto por un temor a lo nuevo.

Andalucía no es solo sol y playa, sino el arte que no nos queda con una tasa de desempleo que roza el 36%. Es la cultura que lucha por limpiar el  estigma de sus ropas. Es precisamente el estereotipo que no deseo para Cataluña, que, más allá de ser un problema soberanista es también un pueblo con sus problemas.

Hoy que mis hermanos estudian el feudalismo como un hecho pasado, seguimos dividiendo nuestra hacienda en tristes votos, buscando la ecuación unánime que dé solución al quiero y no puedo del gobierno. Pero, ¿alguien ha pensado en el contenido, es decir, la persona que va en el voto?

Digamos que hemos traspasado la línea del “todo para el pueblo, sin el pueblo” y ya no sabría decir “para” qué o quiénes votamos. ¿Andalucía?, ¿ España?,¿ Europa?, ¿la derecha?,¿ la izquierda?, 
¿Cataluña?

Insistimos con más frenesí e inconsciencia que nunca en ser el predicado de una oración que no nos corresponde. No podemos obviar que Andalucía, como todos los conceptos del siglo XXI, ya no cabalga aislada en una esquina de la pizarra, pero tampoco deberíamos tomar nuestras decisiones en base a un Estado que cada vez que nos refiere es para subrayar nuestra carga y no nuestras aportaciones a la Economía Nacional.

Solo pido que, ya que no se vota por la “polis andaluza” se haga al menos un pacto que no vaya en perjuicio de su gente. Que no retrocedamos ni un paso en los derechos que la mujer ha ido recopilando a lo largo de siglos con tanto esfuerzo y tan poco resultado en ocasiones.

Dejemos a un lado el número de votos en base a la escasa credibilidad de los medios y empecemos a gestionar  las ayudas del Fondo Europeo para su aplicación y no para su justificación.

Que no nos engañen con el continente, que echamos la culpa de lo que perdemos a otros, mientras el contenido se vacía desde las carnosas lenguas de nuestros políticos hacia su mal trabajo  independientemente de la bandera que porten.

Teresa Velasco Castillo

viernes, 16 de noviembre de 2018

Sin convencimiento ni esperanza


Hoy quiero compartir un poema de resignación, más que de indignación. Quizás el mejor momento para revelarse es cuando ya nada te enciende lo suficiente como para hacerlo. Quizás entonces debamos alzar nuestro puño y nuestro grito, pero yo no soy de esas. Lo mio es más bien de puño, letra y vuelta al ruedo. Buen fin de semana. 


Sin convencimiento ni esperanza


Es la luz penetrando en mi hondo centro
apagando las ascuas de la noche,
es un martes enredado en el silencio
errante y presto, dilatado, inmenso.

Cierro los ojos y aún lo saboreo,
es sudor de una carne sin trabajo,
vapor de un perfume diluido bajo el aire.
Soy todo ese despojo, corazón que humedezco.

No merezco esta muerte que nos une
lunes, martes, desierto y esperanza,
decidme ¿duelen más los sueños enverbados?
¿o es convencimiento lo que me está matando?

Profeta de mi herida, sobrevienen los colapsos,
la herida que cerró por el cansancio no es mi herida,
la llaga narcisista se abre paso.

Profeta de los miedos que nos mandan desde el cielo
y al final tan terrenal que lo importante no lo entiendo.
Que me pinten la verdad con su color más claro,
y devuelvan a esta noche en blanco sus angelitos negros.


Teresa Velasco Castillo

lunes, 15 de octubre de 2018

El rey astro y su tormenta


Días de tormenta que dan para mucho. Nostalgia de Brassens. Ahí lo dejo: 


Me importa igual a cero que los hombres
tengan pelo en su pecho jadeante
o un aliento fumigante en sus pupilas.

Me importa tres cominos que en el filo
de sus manos sea inmortal este pecado
o que su historia sea escrita en la mentira.

Para el caso, y en eso sí soy firme, no perdono
no entregarme en cada gesto.
No verte  y que no sea indicativo
de que el tiempo verbal es corto y triste.

Yo no quiero ser parte de este vuelo,
si no hay por medio un forzoso aterrizaje
¿acaso hay encanto en el rey astro
sin la escala fatal de su tormenta?

Yo no quiero amar más que volando
con los pies sobre la tierra de los muertos,
pues después de conocerte, así, intangible,
yo no sé quererte sin morirme.

Teresa Velasco Castillo

miércoles, 22 de agosto de 2018

Después del amor nos queda...


Después del amor…

Queda vivir los días desnudos como asfixia
como cuando todo es lluvia y la vida
se parece a un domingo de noviembre.

Queda tu ausencia en el ámbar del recuerdo
y todo es hambre nauseabunda de lo eterno,
polisemia en los labios azules de septiembre.

Queda pues, la fingida intrepidez,
el sudor en las axilas por la espléndida tristeza
que anestesia los ruidos del deseo.

Queda arreglar con cirugía los días grises
y esperar que un navajazo se apodere
suavemente del latido que no cesa.

Queda la quintaesencia de los dioses
que rompen un mundo ya deforme,
nuestros rostros en el roce de lo oscuro
verdad ardiendo en la carne triste del hombre.

Queda el porvenir que nos precede
el temblor mismo de la sangre cuando hierve.
Queda la luz austera en el cristal de tu mirada,
ese dolor cuando el amor se va y no dice nada.

Teresa Velasco Castillo

lunes, 25 de junio de 2018

LA QUIEBRA DEL ESTÍO

Después de un tiempo de oxigenación cerebral, hoy he querido romper con un poema intimista que expresa este punto de no retorno entre el quehacer y el poder, entre el querer y no quererse y negarse a crecer. 

Serán los años que no tengo en la mirada
Que prefiero rehundirme en los asfaltos
Derramada en mis zancadas de novillo

Serán estos años que por otra boca hablan
De los que aprendí a distinguir de las promesas
Esas que dice el maestro que no se han de cumplir

Será este alma despierta de tristeza
La que mira mis ojos una y mil veces
Preguntándose si acaso puede la vida ser tan breve

Será este barco que navego el que traspasa
Las sombras más umbrías por el escaso espacio
De luz que prestan los ocasos al delirio

Pero sé que hoy pasará como el fervor de un beso
Y mañana (qué no daría yo) volverá pidiendo auxilio
Aquel niño con el paso ya cambiado por la quiebra del estío


Por Teresa Velasco 

lunes, 23 de abril de 2018

Matándote de amor


A menudo exigimos más y más a quienes nunca nos fallan, a los que siempre están ahí, a la familia, a una madre. A menudo soy mejor persona con cualquiera salvo con ella y rara vez sé recompensar todo lo que da por mi cada día. Es así. Ahora y siempre la confianza "da asco" y el mejor tiene todas las de perder a excepción de momentos en que la vida decide hacer un giro en su balanza. En cualquier caso me confieso asesina de sus ratos libres, culpable de egoísmo, narcisismo y fracaso. Pero, como dice una de mis rancheras favoritas, que "nadie me llame cobarde, sin saber hasta dónde la quiero". 

Te recuerdo, no sea que se te olvide, hoy, que te quiero
así con el dolor que templa las escarchas,
con tus manos desbordadas de vehemencia, te quiero
caudalosa e implícita en la entrega

Yo no sé si es egoísta o cobarde, tal vez torpe en amarte, te quiero
de mi para siempre y a mi modo,
y hasta el día en que tu ausencia ya me mate

Te recuerdo aunque clames distancias que te quiero,
que mi patria es tu cuerpo en derrame, que te adoro,
que en mis venas de silente corre el río de tu sangre
que soy la carne de una fruta madurando en tus entrañas

Te quiero abierta y muda, aprendiz y MADRE,
en el verso acrisolado de tus ojos, amor pleno
Allá donde muere la tristeza yo te quiero
asomada a un balcón de azul infancia y sonajero

Y así, tú sigues caminando hacia el verano
hacia el hacer de buena fe marchas y vuelves
por pájaros y soles mientras yo muero
matándote de amor con mi frío invierno.


Teresa Velasco Castillo



martes, 10 de abril de 2018

¿Es posible ser, a día de hoy, Maquiavélico?

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La cuestión sobre la que me he propuesto escribir parte del interrogante que el actual filósofo esloveno, Slavoj Žižek plantea a propósito de Hegel. No es, sin embargo, mi intención la de reanimar la filosofía de Maquiavelo, sino la de abordar el resumen de mi última lectura sin obviar la vinculación de ésta a la política actual.

La obra del Príncipe se desarrolla bajo el auge de los “Estado-Nación” y en una época de conquistas, donde Florencia, ciudad natal de Maquiavelo, veía amenazada su integridad por la ambición imperialista. Es entonces, que Maquiavelo escribe un conjunto de principios que pretenden marcar la pauta para la unificación y defensa de su territorio y que rompen con la síntesis aristotélico-cristiana del paradigma previo al renacimiento.

A simple vista, se trata de un contexto bien distinto al de nuestro tiempo, si bien, muchos de los consejos que se recogen a lo largo de El príncipe son aún aplicables en el terreno de la política y el liderazgo.

RESUMEN

Primera parte

Son 16 capítulos breves los que componen este “manual para príncipes” del siglo XVI, de los cuales una gran parte de ellos (aproximadamente la mitad) sirven a la descripción de las principales clases de principado y los modos como se adquieren.

Existen, según este autor, dos formas de principado según su origen:

- Principados hereditarios: cuando impera una misma familia durante un largo periodo
- Nuevos, dentro de los cuales hacemos distinción entre aquellos que lo son enteramente (ej. Milán-Francisco Sforza) o aquellos que se adhieren a una corona ya existente, esto es, conquistas (ej. El reino de Nápoles con respecto a España).

Maquiavelo no se extiende en los principados hereditarios, ya que encuentra éstos más fáciles de mantener que aquellos principados de carácter nuevo. La cuestión que aquí sirve de base para lo anterior es que la propia antigüedad de los gobiernos y la rutina apaga los deseos de la población que, acomodada, decide no ejercer levantamientos. Sin embargo, en los principados nuevos, la población, con la esperanza de una mejor condición de vida, “empuña las armas contra el que los gobierna”.

Es interesante, en este punto, la comparativa que Maquiavelo hace entre la nomenclatura de la medicina y la política. Los “remedios” deben aplicarse cuanto antes mejor, pues, al principio los desórdenes (la enfermedad) son de difícil diagnóstico y fácil solución, mientras que con el tiempo se convierten en problemas fáciles de reconocer, pero de muy difícil cura.
De este modo, aquel que adquiere territorios nuevos tendrá que extinguir de forma severa la dinastía del antiguo príncipe y, si quiere percibir con tiempo los desórdenes, permanecer en el territorio conquistado.
Otro consejo muy resaltado es el de adherirse a los más débiles, de manera que ,su envidia por los anteriores explotadores les lleve a apoyar las medidas del nuevo principado, eso sí, sin permitir que aumenten su influencia.
Continuando con los tipos de principado que, según este autor, puede gobernar un príncipe, Maquiavelo aconseja la destrucción como el método más eficiente contra la rebelión, nos habla de la fortuna y del término oportunidad como la mediación entre la virtud del príncipe y ésta y destaca la “fuerza propia” del líder ocmo elemento decisivo en el discurso político.
A pesar de su fe en la fortuna, Maquiavelo demuestra a lo largo de toda la obra una significación práctica en su modo de abordar cada cuestión. Sostiene, pues, los defensores de una nueva institución no deben obrar unidos ni convencidos a consecuencia del miedo a sus enemigos y, con respecto a los recursos citados, siempre será mejor si se obtienen de forma autónoma. En la actualidad, este aspecto no depende tanto de las armas, a pesar de su potencia como mercado, sino de las fuentes de energía no renovable que obligan al pacto o la intervención de determinados países y que son la causa subyacente de la mayoría de conflictos bélicos de nuestro siglo.

De los principados nuevos adquiridos mediante la fortuna y con armas ajenas Maquiavelo destaca que, frente a los nuevos estados adquiridos con esfuerzo personal, la fortuna permite alcanzar fácil el reinado, pero hace difícil su mantenimiento.

También, dentro de los nuevos principados están aquellos que, por medio de maldades se hicieron con el poder. Es el caso de Agatocles, rey de Siracusa, quien  alcanza el poder de forma cuestionable en tanto que para su mantenimiento ejerce todo tipo de crueldades. Maquiavelo explica o trata de explicar, cómo a pesar de ello se mantuvo a salvo y al frente de su imperio tanto tiempo.
En primer lugar, distinguir entre poder y gloria. La traición a los amigos, carencia de humanidad, palabra y religión, pueden llevar al poder, pero nunca a la gloria.
De otro lado, y aunque resulte paradójico, distinguir entre el buen y mal uso de la crueldad:
- Buen uso: Aquellas crueldades que se ejercen una sola vez y no se repiten más luego, a fin de servir de ejemplo para afianzar el dominio (inquisición/miedo).
- Mal uso: aquellas que van incrementándose en lugar de disminuir con el paso del tiempo.

También, y más allá de los que adquieren su poder por medio de maldades, fortunas o armas ajenas, están quienes, desde la posición ciudadana (entendiéndose esta como la de ciudadano con derecho), alcanzan el principado  a través del favor popular o de los grandes.

En todo pueblo, dice Maquiavelo, existen dos potencias. La primera, el pueblo, solo desea no ser oprimido y la segunda, los grandes, desean oprimir al pueblo para su beneficio propio. De estas dos inclinaciones se pueden dar tres resultados: libertad, libertinaje o principado.

El príncipe, debe, ante todo, ganarse el favor del pueblo por dos razones fundamentales: son más numerosos que los grandes y sus fines son más honrados (no ser oprimidos).
En caso, sin embargo, de tener al pueblo en contra, la principal consecuencia que el príncipe sufrirá es la del abandono, mientras que tener a los grandes como enemigos puede acarrear además la destrucción.
Existen, en este punto, dos posiciones que los grandes pueden adoptar conforme al príncipe: apoyarle en toda su suerte o posicionarse en contra.
Si esta posición contraria es además activa, el príncipe debe temer al grande como enemigo o amenaza y tener al pueblo de su lado será una ayuda en las adversidades.

Si la forma de acceso al poder es mediante los grandes, todavía hay posibilidad de ganarse el favor del pueblo convirtiéndose en protector del mismo, pues nada como un favor no esperado para satisfacer a la ciudadanía.

Por último, Maquiavelo hace breve mención a los principados eclesiásticos de donde lo único a destacar es las facilidades que este tipo de gobierno ofrece al príncipe ya que el fuerte arraigo de las instituciones eclesiásticas contribuye a que el príncipe gobierne sin proteger ni al pueblo, ni a los grandes.

Segunda parte

Tal como advertíamos al principio Maquiavelo rompe con la estructura del pensamiento aristotélico-cristiano al hacer un análisis del hombre desde la observación psicológica, buscando así las leyes que rigen la conducta humana y que, por ende, sirven al príncipe para el control del Estado. Así, igual que a día de hoy un mecánico debe conocer los componentes de un coche, es menester que el príncipe conozca los elementos con los que opera el Estado, esto es, las personas.

En esta segunda mitad del libro, una vez enumerados los diferentes tipos de reinados posibles, Maquiavelo trata las cualidades propias del hombre destacando aquellas que le son útiles al príncipe.

Las formas de conducta humana, se sabe, son numerosas y particulares cuando se trata de un contexto bien circunstanciado, si bien, igual que otros filósofos, aunque sin intención de establecer una teoría, Maquiavelo busca una esencia común en el hombre que permita su gobierno.

De ellas he querido destacar los capítulos que, personalmente, pienso que describen mejor la idea que todos tenemos de Maquiavelo. Me refiero, por supuesto, a la avaricia y la crueldad, dos cualidades que se defienden en El Príncipe, pero sobre las cuales cabe matizar algunos aspectos.

· Liberalidad y avaricia: No es posible la liberalidad sin avaricia, por tanto el príncipe no debe temer a ser considerado tacaño. La liberalidad, ejercida con moderación, no se trasluce, y, para ejercerse de forma visible o, para mantener el príncipe su fama de liberal, deberá ser tacaño, evitando a largo plazo su propia ruina en el empeño por ejercer tal liberalidad. Esto es, el príncipe, al pensar de modo “egoísta” conseguirá complacer, a largo plazo, a aquellos a los que no quitará nada que serán mayoría, mientras, que aquellos a quienes no de, sean una minoría. De manera contraria, al consumir sus riquezas se vería obligado a imponer excesivos tributos y con ello a ser tildado de mal gobernante.
· Crueldad y clemencia. La cuestión principal de la obra: si vale más ser amado que temido o viceversa. Si bien lo ideal sería mantener ambas cosas a la vez, su difícil simultaneidad hace que, ante el deber de renunciar a alguna de éstas, sea el amor lo que dejemos de lado. Un buen príncipe debe cuidar de mantener la crueldad justa que le permita obediencia y fidelidad entre sus súbditos y el pueblo y, ya que el hombre, por su carácter natural tiene menos consideración en ofender a quien se hace amar que a quien se hace temer, el príncipe dará ejemplo de su crueldad cuando mande combatir su ejército, por ejemplo. Pese a la defensa a ultranza de esta cualidad tildada de inmoral durante siglos, Maquiavelo aconseja abstenerse de robar las riquezas ajenas, pues el hombre, según su observación, olvida antes una muerte que un hurto. Por último destacar que no es incompatible, o al menos así defiende en su obra, ser temido con NO ser odiado.

COMENTARIO

Retomando la cuestión con que comenzamos este resumen quisiera desmentir algunas ideas preconcebidas que se dan sobre Maquiavelo. La lectura de El Príncipe, desde la consideración del paradigma que envuelve toda la obra, sirve para dar cuenta de aquellos elementos que históricamente han servido para el liderazgo, cualidades cada vez más demandadas en los diferentes ámbitos del día a día, ¿o no es la capacidad de tomar decisiones una de las habilidades blandas más buscadas por empresas? Tal vez no tenga sentido, en el siglo XXI, hablar de la expansión imperialista a nivel territorial, pero, ¿ y el neocolonialismo?,¿ y las formas, cada vez más sutiles, de colonialismo cultural?, ¿no es cierto que “la fuerza propia” nos hace menos dependientes de otras comunidades?

Si observamos algo más que la superficie de lo que entendemos por “maquiavélico” veremos que la crueldad no es la base con que el autor defiende su gobierno, si acaso, el ejemplo de ésta como “propaganda del miedo”, algo que ya venía haciendo tiempo atrás la Inquisición.

Maquiavelo no veía en el príncipe a un tirano egoísta, sino a un déspota ilustrado que defendía el bien del pueblo. “El fin justifica los medios” siempre que este fin sea la defensa del Estado, algo muy razonable para una sociedad lejos del individualismo que hoy conocemos. El consejo de Maquiavelo es que el príncipes sea audaz y decidido, con valor, talento e inteligencia, y la capacidad de tomar decisiones para hacer frente a la fortuna.

Cabe recordar, además, que la monarquía no es la forma de gobierno ideal para Maquiavelo, quien en sus Discursos sobre Livio describe la república como ejemplo de gobierno libre. El principado queda, por tanto como  un medio de enfrentar las amenazas a las que estaba entonces sometida Florencia. En tiempos de crisis y desorden un príncipe de carácter firme sirve para establecer las bases de unidad y estabilidad del pueblo, si bien, la libertad solo puede asegurarse una vez se dividen los poderes y se devuelve el voto a la ciudadanía.

En resumen, y a pesar de la falta de ética atribuida a Maquiavelo, éste deja muy claro que un príncipe debe ser temido, pero nunca despreciado y que, tener el pueblo a favor es esencial para enfrentar las adversidades de un gobierno. El príncipe, para ello, “habrá de abstenerse de ursupar las haciendas de sus súbditos” y declararse a favor de alguien y contra algún otro siendo claro en su postura.

¿Cumple algún político actual estos dos principios tan básicos? Juzguen ustedes mismos la respuesta.


Por: Teresa Velasco Castillo

lunes, 26 de marzo de 2018

La sociedad del cansancio


¿Cuántas veces, coincidiendo con la sobreabundancia de lo idéntico, no se repiten los días sin una pregunta que nos haga partícipes de nuestra propia vida?¿Cuántas historias he escrito y cuántas he dejado que sean escritas por mis manos de forma autómata y distante?
“La herida se cierra por cansancio” y, después de haber conocido ese cansancio, no de hastío, sino el agotamiento extremo de no poder poder más, me doy cuenta de la necesidad de más autores que piensen como Byung-Chul Han.

La sociedad del cansancio, que paradójicamente comencé a leer para saciar mis horas de aburrimiento con “información útil”, es un libro a recomendar para todos y, a mi juicio, de obligada lectura para las nuevas generaciones víctimas de una sociedad donde el pensamiento crítico brilla, cada vez más, por su ausencia.

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Resumen


Byung-Chul Han, en su libro, nos enfrenta dos paradigmas: uno inmunológico, correspondiente al siglo pasado y, el paradigma neurológico bajo el cual nos encontramos.

En el siglo XX, paradigma inmunológico, la sociedad se conforma en torno al otro y se sustenta sobre un lenguaje basado en el ataque y la defensa, en las enfermedades externas que se introducen a modo de enemigo en nuestro organismo. Es OTRO el que nos impone qué debemos hacer. Esta sociedad es la que Foucault comprendía como la sociedad disciplinaria, un modelo de actuación que trabaja bajo la vigilancia de un explotador externo. Es una sociedad del NO poder, basada en el DEBER impuesto por un jefe, un profesor, un padre o unos valores se exteriorizan a través de escuelas, hospitales y psiquiátricos.
El resultado extremo de esta forma de pensamiento, según el autor, degenera en locos y criminales.

Frente a ello, el paradigma neurológico parte de una sociedad extremadamente positivista, esto es, basada en el PODER  y no en el deber, donde “todo debe poderse”. Así, surge lo que el filósofo surcoreano denomina la  “sociedad del rendimiento”, sustentada en la autodisciplina, el autocontrol y la autoexplotación. El mismo sujeto es ahora trabajador y jefe, explotador y explotado. El neoliberalismo ha alcanzado su más alta expresión superando los límites de la imposición a través de una libertad paradójica donde nos creemos dueños de nuestras propias acciones, cuando se trata más bien de todo lo contrario.

Y, si anteriormente los valores de un estado se veían reflejados en escuelas y hospitales, estos pasan a un segundo plano frente al boom de bancos, gimnasios y oficinas donde proyectos y “motivación” reemplazan la negatividad de la prohibición y la obligación.

Esta sociedad genera fracasados y depresivos y significa así una regresión hacía la supervivencia animal. Vivimos permanentemente alerta, en un presente prolongado, y no nos molestamos en interrogar ese tropel de estímulos con el que cada día nos despertamos. Pensamos, pero no reflexionamos. Llenamos nuestro vacío de tareas para permanecer constantemente en la potencia del HACER, obviando la  necesidad del NO-HACER sin sentirnos culpables por ello.

De ahí que este tiempo venga caracterizado por la sobreabundancia de lo mismo. El hecho de que no exista un tiempo para “aburrirse” conlleva al rendimiento sin rendimiento que reproduce y agita lo ya existente sin nuevas aportaciones.
Nos manejamos en ese vértigo “multitarea” que, si bien nos permite realizar muchas funciones, nos impide ir más allá de la superficie en ninguna de ellas. En ningún momento llegamos a la esencia misma, a la profundización o concentración plena en aquello que hacemos.

La sociedad del positivismo procura nuevas formas de violencia, menos evidentes que en el anterior paradigma, y, por consiguiente, más dañinas. Enfermedades como el TDAH o el trastorno bipolar son consecuencia del hiper de la hiperactividad que se da en  una masificación de positividad como la que vivimos.

Han señala que “si jugásemos más y trabajásemos menos” los resultados nos sorprenderían a bien, o al menos harían más flexible el pensamiento que, encasillado en dar con lo “original” revierte continuamente en lo mismo. Su solución, en cambio, y como sucede en la mayoría de las obras de carácter filosófico, no deja de ser una utopía inalcanzable para una sociedad donde el mismo individuo se esclaviza mediante el trabajo.

Conclusión


Decía Sócrates que “una vida vivida sin reflexión no vale la pena”. Hoy la reflexión se hace urgente si queremos evitar caer víctimas de la autoexplotación y el autoengaño.
Si Byung-Chul Han nos muestra la necesidad de aprender a decir NO para salvar nuestra cara más humana, desde mi punto de vista, y queriendo ir más allá, diría que es tiempo de desaprender valores insertados para alcanzar el verdadero autoconocimiento desde el cual construir.
No sabría dar una solución concreta a una sociedad mercantilista que dibuja la felicidad como un objeto o estado de plenitud posible, cuando no entiende las emociones más básicas que rigen nuestra conducta. No podemos hablar de un estado emocional sin darnos tiempo a sentir.
Ser más autónomos  y poder brindar por los derechos individuales es el gran avance del siglo XXI, donde la ideología y el sacrificio por el bien del Estado se han suplantado por bienes y derechos individuales que, considero, son esenciales. El problema surge cuando dejamos que el ego nos fragmente, cuando identificamos la hiperactividad con la libertad. Ser libre, en esencia, es la armonía con nosotros mismos. Conocernos, aceptarnos y, realizarnos sin obviar nuestros derechos y deberes para con el entorno.

Si algo saco de este libro es que a cada solución, si no se forja ésta desde la raíz, le siguen una serie de problemas que requieren de nuevas normas. Para la continuación de un proyecto de sociedad que no incurra en los mismos errores, no se trata de mirar al pasado, sino de cómo hacerlo. ¿Dónde acaba lo accesorio y prescindible de una doctrina?, ¿dónde empieza lo sustancial e inmutable de un pensamiento?, ¿qué cabe “rescatar” de cada teoría?

El coste de la autodisciplina frente al deber impuesto del anterior paradigma, si bien nos hace libres del “otro”, nos arroja hacia la anarquía del autocontrol. No hay nadie “por encima” del individuo y ello, en lugar de llevarnos a cuestionar los valores tradicionales, nos ha conducido a su extinción más absoluta. Lo que después cada uno haga con esa “aparente libertad” es una cuestión bien distinta que abarca desde una juventud irrespetuosa con el entorno, hasta la automedicación en busca del máximo rendimiento y autocontrol.

Es innegable, en cambio, la tendencia hacia los valores del rendimiento individual y el culto a la imagen, no solo reflejada en el cuerpo, sino de la superficialidad con la que, antes señalábamos, se cumplen las funciones.

En el paradigma inmunológico, las drogas de mayor éxito servían para la evasión. En el paradigma actual cada vez cobran más importancia aquellas sustancias estimulantes que nos facilitan permanecer “despiertos” durante las horas. En ningún caso encontramos un modelo satisfactorio de articular nuestra forma de vivir.

Se hace evidente la aplicación de nuevas soluciones a los nuevos problemas que se plantean principalmente desde la formación y que va más allá de los conocimientos curriculares. La inmediatez y la digitalización nos plantean nuevas estructuras educativas que contemplen los riesgos y ventajas que suponen, por ejemplo, los videojuegos online.

En resumen, Byung-Chul Han nos recuerda que en tiempos de acción permanente es necesario volver a aprender a mirar nuestro entorno, limitar los impulsos desde el autoconocimiento y, sobre todo, no dejar nunca de interrogar (e interrogarnos) en busca de soluciones que realmente casen con los problemas de esta sociedad del cansancio.



Por: Teresa Velasco Castillo

miércoles, 21 de marzo de 2018

A propósito de Aves de Paso

Porque no está de más admitirlo. Porque muchas veces seguimos cuesta arriba y sin frenos y nos callamos preguntas con las que podríamos cambiar nuestro rumbo. Porque ser "ave de paso" a veces duele, y, a veces, estoy segura, más de uno querría  que esas damas de noche durasen toda la vida.  




A propósito de Aves de paso

Me hice niña mirando hacia la luna,
dorando la piel de largos horizontes.
Me fui cosiendo –tan niña-  con las bridas del camino,
cuesta arriba, sin patines y sin frenos.

Luego, embarcada con lo puesto, salí al mar
a saciar la sed del imbécil con palabras.
Sin patines y sin frenos, cuesta arriba,
a matar el hambre de mi astucia con el pan.

En el desorden de los versos me crecí,
sin frenos, sin patines, cuesta arriba,
al servicio de los besos de algún hombre
dejé mis preguntas suspendidas

¿Cuántas veces esas flores de una noche
quise haber querido más de un día?
¿Cuántas veces, cuesta arriba, no he querido,
preguntar si en su camino me querían?

Pero en el orden de ser niña me hice madre
del que llega intentando hacer poesía,
del que apaga sus impulsos con cualquiera,
del que cierra sus alas, del que es padre

¿Cuántas veces fui a parar con estos huesos
a buscarte en la luz que, enhiesta, se hace ocaso?
¿Cuántas Declinaciones si acaso fuiste eterno
y yo –tan niña- y tan triste ave de paso?


Teresa Velasco Castillo



lunes, 19 de marzo de 2018

Si naciste en el Sur...

Siempre he otorgado un valor excepcional a la familia. Quizás porque he tenido suerte de echar raíces bajo un árbol genealógico de buenas y más buenas personas. Tal vez porque mi padre es el hombre de mi vida nunca seré capaz de escribir un poema a su altura. Por eso y por el orgullo de ser de una tierra que a nadie desprecia, que a todos acoge y que, por lo menos hasta ahora, a su padre respeta. Porque sé que siempre habrá un familiar que haga las veces de pilar cuando todo se hunda, y porque el día que me toque a mi, ahí pienso permanecer a flote. Por todo eso y por este día, felicitar las buenas costumbres del que acostumbra a querer a los suyos: 

Si naciste en el sur sabrás que un adiós nunca pasa de hasta luego,
que cualquier momento es bueno para un café de esos que despierta los sueños.
Sabrás que el mundo está lleno de artistas pequeños, de comerciantes,
de camareros sin idiomas que son la idiosincrasia de nuestras lenguas.

Si naciste donde el sol rara vez da a torcer sus rayos,
donde la lluvia es un milagro que a nadie asusta y la calle
es el hogar de todos, aunque nadie la respete. Si naciste donde yo,
ya sabes que un amigo puede ser el tipo al que pediste fuego
o aquel al que besaste buscando morir una noche por alguien.

Si naciste donde la espera es el ser-ahí del individuo,
sabrás que el camino se hace mejor con herramientas desgastadas,
y andarás de sobra para saber viajar sin levantar tus pies de la arena.
Si eres un vivo reflejo del estoicismo moderno, si no te culpas
por no ser más y más productivo al final del día,
es porque naciste donde aún la gente, aun con estrés, respira.

Sabrás que eres del Sur cuando todos quieran ser tus primos
obviando la genealogía y los impuestos de sucesiones que ello conlleva.
Si naces donde van a parar aquellos a los que su patria exilia
sabes que no puedes contar en exceso con nadie salvo tu familia.

Si eres de donde cada domingo se hace paella
y los mejores profesores, que todo arreglan, son los padres.
Si eres del sabor del mar, sabrás llenar este día inexorable
con un carrusel de horas sin prisa por que se haga tarde.

Si eres andaluz y tienes abuela, dale las gracias por tu padre.
Hoy y todos los días, por cada beso que regateamos,
por cada “te quiero” que nos callamos, por cada gesto
al que dimos la espalda de niños.

Hoy y todos los días, quisiera decirte lo que no puede el verso
en el cálido silencio de este abrazo.

Teresa Velasco Castillo


lunes, 5 de marzo de 2018

Corriendo aprendí

Seguro que más de uno creció corriendo. Yo sigo aprendiendo algo nuevo cada día de este arte de enhebrar zancadas. 


Corriendo aprendí que es cierto aquello
De que Dios da la razón a la constancia
Que el “ser-ante-los-ojos” es mirarse
En el tiempo entre la meta y la nostalgia

Corriendo aprendí a enhebrar los pasos
Con la virtud que me ocupa el ser-contigo
A subrayar con mis versos los caminos
Que desangran su mapa en el ocaso

Corriendo me pronuncio en voz presente
Y ahuyento, a veces, el monstruo de los años.
Ser-corriendo es un disfraz largo de mangas
Que acostumbro a ponerme cada invierno

Porque así, corriendo, me desvelo
En un sordo dolor de verbo hiriente
En los tropiezos que encallecen los talones
En los retos que se fraguan con el alma

Corriendo aprendí filosofía del movimiento
Cursivas de cemento, renglones torcidos
Amigos que dan causa a las fisuras
Entre secuencias de quietud y soledad

Y solo así, corriendo, soy libre
De hacerme en el oficio que entrelaza
Al escultor de sueños, al pintor de infancia

Y al poeta cuyos pies el suelo nunca alcanza. 

Teresa Velasco Castillo

jueves, 22 de febrero de 2018

VEINTICINCO


 Uno cumple años dando saltos en el tiempo. Yo cumplo 17 cada vez que me divorcio de mi, y vuelvo a los 35 cuando dejo de ser yo para ser solo un número con el que ir a fichar. A veces tengo 14 o menos, y discuto con mi hermana ¡qué envidia! ¿quién tuviera 10 años y una vida por delante para todo? A veces me caen 100 años, cuando  la muerte llega a expropiar mi casa. Pero me conservo con mis altibajos en unos malditos y benditos 25 que aún no se han instalado: 


Veinticinco veces siete dura la esclavitud de mis años,
veinticinco veces febrero huérfano de discusión con la bahía.
A mis veinticinco, quién lo diría, la infinita muerte se estrecha
y toca sentar cabeza en el regazo de los días.

Un cuarto de siglo caminando hacia marzo con desidia,
veinticinco encajes de espuma que borran
el terco aprendizaje de tus pisadas gemelas
en la orilla de una historia esperando a ser escrita

Veinticinco horizontes tiene la frontera con abril
Veinticinco veces nueve la novena que canta al cambio
Veinticinco tardes de domingo ávido de tus labios
Veinticinco colores distintos para una piel de Mediterráneo.

Son veinticinco los días que en mi Málaga dura el invierno,
veinticinco las noches de insomnio con olor a ropa mojada.
Es un cuarto de siglo donde acaban mis sábanas
y un siglo y cuarto los besos de los que fue testigo mi almohada.

Cuando cierro los ojos me acompañan mis abuelos,
en mis veinticinco racimos de sueños, donde descansan las sombras,
sé que en la sombra ulterior del otro cielo me esperan
con la fe infinita que encierra otras veinticinco primaveras.



Por: Teresa Velasco Castillo. 

lunes, 12 de febrero de 2018

Siempre viva

No todo lo que escribo me gusta al mismo nivel. Digamos que este poema está tan a medio hacer como la vida misma que respira. 

Sé que estoy viva porque en medio de esta hora
al fin las nubes vuelven aclarando la mañana,
sembrando de serena levadura la inquietud
cargando de recreo la soledad, de mar el alma
de silencio los recuerdos que orean el ahora

Sé que aún sigo viva porque el viento
me deja sin resina las ideas
por el grave placer de andar a pie
de latir donde no llega el pensamiento
y sentir que mi piel ya no es tu piel

Después de andar tan mal desnuda,
al fin vestida ando con la prisa
del que solo divertirse quiere

Y sé que estoy viva porque un libro
me llena de recuerdos la sonrisa
y de dolor la herida que no muere.


Por: Teresa Velasco Castillo

miércoles, 7 de febrero de 2018

EPOJÉ

Retomamos la prosa con este relato corto acerca de cómo actuamos (o no) cuando la realidad nos supera. 

Gérard estaba sentado en el suelo con las piernas cruzadas y la cabeza inclinada hacia el pasillo. A su derecha, los dueños de la tetería iban y venían cargados de bandejas.
Exhaló el aire lentamente. No le agradaba fingir, pero en esta ocasión no pudo eludir el compromiso. Sus cuatro amigos, sentados en semicírculo, charlaban despreocupados sobre las parcelas cotidianas de la vida.
-         ¿Y tu hermana cómo lleva lo de Lilian?- la voz de Nadia, aguda y de tono elevado, resonó en el solemne espacio de aquel local recientemente reformado.
En su mano derecha sostenía una taza de Chai Latte. Desplazó la mirada a Laura, que respondió con una media sonrisa forzada.
-         Ya sabes cómo son estas cosas. Llevan su tiempo.
Frente a Laura, con más de ochenta mantras tras él y mirando a su mujer con sobria reverencia, se encontraba Samuel. Su oficio de comerciante le obligaba a ausentarse regularmente en casa y, de un tiempo a esa parte, su matrimonio había comenzado a desgastarse.
Lambert, en cambio, atravesaba un excelente momento en su relación con Nadia. En el trabajo no podía decir lo mismo, pero su devoción por las matemáticas le mantenían activo en sus clases como profesor sustituto en bachiller.
-         Por cierto, Gérard, ¿qué fue de la chica aquella...?, ¿Sylvie?
Gérard no soportaba hablar de su vida personal. Tenía vocación de ermitaño y nunca llegó a amoldarse a los cánones que la sociedad imponía a su edad. En las raras excepciones en que salía, utilizaba su particular carisma para conquistar a alguna chica, pero enseguida se cansaba y volvía a su soledad.
Antes de que le diese tiempo a responder, su amigo Samuel se inclinó hacia él tratando de agarrarlo del brazo. La mano rígida se detuvo a mitad de camino. Intentó hablar, pero solo pudo emitir una especie de grito ahogado. Su rostro se volvió de un rojo enfermizo y comenzó a escupir un borboteo espumoso. Toda la sangre parecía agolparse en las venas de su cuello. Entonces, en medio de la habitación, Samuel se desplomó sin vida, mientras todos permanecían inmóviles contagiados por el miedo.

...

El policía, sin desviar la mirada de su libreta, observó con el rabillo del ojo a Gérard. Éste se acercó a la escena del crimen para observar mejor. Tenía sus propias ideas sobre aquel crimen y dudaba del modo de proceder de las autoridades en este tipo de situaciones.
-         ¿y qué relación dice que tenía usted con el fallecido?- la voz del agente se alzaba profunda y pasiva en la sala.
-         Era mi marido-contestó Laura, aún en estado de shock.
El inspector agente acarició distraídamente los rizos de su cuaderno. Sin levantar la cabeza, recorrió la tetería con la mirada y volvió a reunirse con el resto de su equipo.
Gérard, entretanto, seguía absorto en su pensamiento. << Ha tenido que ser alguno de nosotros. Nadie más sabía de nuestra reunión>>,  se repetía constantemente.

Unas semanas después, la policía decidió dar por zanjado el asunto atribuyendo la causa a una muerte súbita por enfermedad congénita no identificada.

-         ¿Cómo que enfermedad congénita?-Samuel nunca tuvo problemas de salud. Ni siquiera sacaba colesterol en sus análisis.- Repetía Laura en un pensamiento a voz alzada.
El sol había ascendido en el cielo y las nubes se habían disipado dando pié a una agradable temperatura. Los cuatro amigos, sentados frente al parque, pasaban las horas ausentes, con los ojos fijados entre la fina línea que distinguía el cielo del mar de Málaga. De vez en cuando, una pregunta interrumpía el silencio. Un suspiro. Un murmullo. Algún ruido procurado del interior de las entrañas. Nunca una respuesta.
-         Yo también bebí de su taza, quizá la policía tenga razón y fue una reacción alérgica o algo, ¿no?- titubeó Lambert en una de esas preguntas.
Nadia permanecía callada, mientras agarraba la mano de Lambert. No obstante, a pesar de no mostrarse muy habladora, Gérard pudo percibir algo en sus silencios y en el modo de mirarlo de reojo.
Tenía una premonición, pero, ¿qué motivos podía tener Nadia, la más alejada de los cuatro?, quizá por eso, con más razón. Quizá Laura no podía soportar más su situación y en un déficit de valentía prefirió envenenar a su compañero de vida. Tal vez hubiera sido Lambert, empujado por su frustración laboral.
De vuelta a casa, Gérard repasó los sucesos del día. Aquella expresión en el rostro de Nadia le dejó confuso. No creía que fuese la culpable, pero ocultaba algo. Esa misma noche, antes de caer dormido, se hizo la promesa de llamarla en cuanto despertase.

                                                                                 ...


En la puerta del Asakusa aguardaba Nadia ataviada con su gabardina beige de entretiempo. Gérard pensó que estaba guapísima, pero enseguida se limitó a su cometido en busca de respuestas.
La entrada del restaurante permanecía vacía. Ascendieron por las escaleras y cogieron mesa junto a la ventana.
-         ¿y Lambert?, ¿qué le has dicho?
-         Ah, Lambert está hoy ocupado con reuniones de trabajo. Cuando me levanté ya se había marchado. Volverá a la noche.
Lo envolvió con su mirada penetrante y Gérard sintió una extraña vergüenza, como si hubiese quedado expuesto y sin ropa a los ojos de Nadia. Ella se limitó a sonreír con expresión triste y a colocar los palillos entre sus dedos índice y corazón.
No hablaron mucho, pero el solo acto de compartir esa comida creó una atmósfera de complicidad que sobrepasaba los límites de una mera relación entre amigos.
A la salida, Gérard se ofreció a conducir, pero Nadia insistió en volverse sola. Se despidieron con un beso cálido en la comisura de los labios. Ninguno se atrevió a dar el paso, pero ambos sabían que tarde o temprano se dejarían sucumbir por el magnetismo irresistible que entre ellos había.

Casi había olvidado el desagradable suceso de la semana anterior en la tetería, cuando al cerrar la puerta de su piso Nadia   encontró una nota junto a la mirilla:

Querida Nadia, soy yo, Lambert, tu esposo. Te escribo para decirte que no volveré. Que te he querido y te quiero, pero no como debería y ya no puedo esconderme más. Estoy enamorado de Samuel. No dejo de pensar en que quizá, si hubiese sido sincero desde el primer momento, ahora estaríamos juntos. Quién sabe. No te pido que me perdones después de esto, pero no puedo seguir como si nada hubiera pasado. Lo siento. El tiempo lo curará todo. Sinceramente, Lambert. 


Con apuro, Nadia descolgó el teléfono para llamar a su mejor amiga. Un tono, dos, tres... nadie respondía al otro lado de la línea. Decidió salir. Volvió a coger el abrigo del ropero y cerró la puerta con lo puesto.
La parada del autobús estaba desierta. Faltaban más de veinte minutos y el tráfico no favorecía la situación, así que echó a andar apresurando su marcha hasta levar los pies del suelo y correr. El camino unía grupos de edificios destinados a vivienda, una escuela y un par de hoteles para extranjeros con alto poder adquisitivo.
Atravesó el cruce y continuó por el paseo marítimo Antonio Machado hasta el Burguer King. Allí dobló la esquina y siguió unos metros hasta dar con el piso de Laura. El portal estaba abierto. Tomó el ascensor y, una vez delante de su número, golpeó enérgicamente la puerta sin obtener respuesta alguna.
Se detuvo unos segundos. Pensó en llamar a Gérard, pero acto seguido descartó la idea. Los pensamientos se aturrullaban generando un tropel de dudas en su mente.
...

Estaba prácticamente decidida a volver cuando se vio detenida por el ruido ensordecedor de un disparo. Su origen provenía del interior de la casa de Laura. Nadia corrió escalera abajo haciendo caso omiso de la puerta que se abría tras ella. No había alcanzado al segundo, cuando se cruzó con Gérard, que subía agitadamente.
-         Ha sido Lambert, tenemos que darnos prisa.- decía mientras agarraba su mano.
-         Demasiado tarde- dijo Lambert doblando la esquina a la vez que sostenía un revolver colt en su mano izquierda.
-         Pero... ¿por qué?, tú no eres así-murmuró Nadia con ojos llorosos
-         Lambert, escucha, estamos todos muy nerviosos, baja el arma
-         Y vosotros... ¿qué demonios sabéis?, ¿quién te da permiso para decir si soy o no así? No tenéis ni idea de por lo que he pasado. ¿Tu sabes lo que es tener que matar a la persona que amas, para no perder tu vida? A tomar por culo todo... Nadia, Laura, tú, Gérard...
Lambert cerró los ojos y apretó el gatillo. Su expresión palideció al momento. Todo su cuerpo se desplomó como un amasijo de huesos contra el ascensor. Por su sien corría la sangre color púrpura y enseguida se formó un charco.
Nadia no pudo contener el espanto. Entonces, aferrada a los brazos de Gérard, se negó a si misma aquel engaño al que había estado sometida toda una vida y salió sin más por la puerta. 


Por: Teresa Velasco Castillo









jueves, 1 de febrero de 2018

Tengo miedo

¿Quién no ha sentido miedo de la respuesta? ¿Quién no teme la muerte aun tratándose de un hecho anecdótico?

Tengo miedo. Miedo de que un día los sitos más escarpados
Sean nivelados a la ciudad enferma.
Tengo miedo de volverme esclava,
De olvidar mi grito de mujer en el ruido discordante
Del género humano.

Tienen mis ojos un corazón abierto con la fe del regreso,
Con la esperanza de no ser juzgados
Con el calor de la injusticia, me siento
Un universo infinito abandonado en el desierto de tus manos.

Tengo miedo de esta princesa cansada de soldados
De su cabeza infinita de versos tristes
Que se abren como la yaga de la tarde en el cielo.

Tengo miedo porque te quiero. Por el vacío de los recuerdos
Que no supieron esconder estrellas.
Tengo miedo de ser yo misma la fruta amarga de mis poemas,
Una huella perdida en las angostas celdas de luz de tarde.

Será el vacío de esta nación sin sueño americano,
Mas tengo miedo del miedo esclavo de la tristeza
De esta tierra ya cansada de oír mis quejas.

Tiene mi boca un crepúsculo de preguntas
Un valle de cumbres mordiendo la nube de Dios.
Tengo miedo de la vida esculpiendo su voz en mi orquesta
De encontrar la muerte y con ella todas las respuestas.



 Teresa Velasco Castillo


miércoles, 24 de enero de 2018

ANSIEDAD

Una definición poco ortodoxa de lo que es ansiedad. Para el que la padece, la ha padecido o cree que puede apenas aproximarse a tal angustia.

La ansiedad es un bosque que somete
al genio creador en su agonía,
es refugio de la lengua, selva de espinos,
sílaba muda, llanura del pensamiento

La ansiedad es verdad golpeando los oídos
rama cautiva en la memoria del que la sufre
ancestral dolor en la flor del azufre,
monótono latido en el corazón del arbusto

¿En qué lugar de la herida dejé las instrucciones?
¿en qué almohada esconden su rostro los claros de la noche?
La ansiedad no es ave peregrina, es purgatorio,
disonancia entre las lenguas malditas, pájaro que errante resucita
el vuelo destructor de las ideas

La ansiedad en mi, alcanza cotas nihilistas,
arrastra melodías por angustia
y acumula los delirios por costumbre

La ansiedad es un bosque de vertientes
donde el aire se humedece hasta los huesos
niña errática y huérfana de lluvia
que consuela su beso en otros besos

La ansiedad es espanto toda ella
alimentando los desechos de carbono
luz inalterable que desvela
infinito precipicio de ruidos silenciosos

Para el que no lo crea ansiedad es
invención, artificio, bosque
predicando su sendero:
Una llama irrevocable de palabras
que empaña la ansiedad de mi deseo.



Por Teresa Velasco Castillo

miércoles, 17 de enero de 2018

Me aburro

Cansada de siempre lo mismo, siempre los mismos anuncios, las mismas agonías, las mismas noticias...


Me aburren los que hablan para confirmar sus creencias,
los impacientes, los que irrumpen continuamente para acallar.
Me aburre llenar el espacio con el tiempo del que no dispongo
para decorar de adolescencia los pasillos de mi casa.

Me aburre el europeísmo que no ve en el  lenguaje más allá del logos.
El sentido del relato es la aventura y en su lectura acontece lo afectivo
¿por qué conformarnos con el peso de la palabra
en vez de abrir nuestras narices a las ráfagas que exhala?

Me aburre, de verdad, las frases de un mismo tono, acentuadas en presente.
Me aburre lo grandilocuente en la política y solo en la esdrújula muerte me veo.
Así, mi espíritu se hunde de afirmaciones sin demasiado peso
Y otra vez los murmullos, caricias, torbellinos, quedan ridículos a conceptos reducidos.

¡Cómo me aburre, sinceramente, trabajar la voz que habla y no la lengua que besa!
¿cómo sino iba a beber del “reino feliz” en la desesperanza? ¿cómo, sin un refresco
que hiciese arder nuestra garganta? ¿cómo no ver el cielo en el infierno del consumo?
Me aburro de lo siempre nuevo en las mismas temporadas, ahora artículos de continuidad en mitad de las rebajas.

Me aburre, de verdad, el cuerpo y su fisiología incansable.
Siempre con hambre y hambriento de significado. Siempre ignorante y arrogante.
Siempre en su aliteración de palabras que despueblan la lengua que lo habita,
la habitación que separa a los amantes.

Me aburre ver que “de aquí en adelante” se reiteran las formas de poesía que conozco
que no hay nada ornamental más allá de lo intangible 
que las vocales no responden al arte de tus manos frías
consolando el ser-en-común de esta regla de tres sin solución posible.

Me aburren las entidades viejas, no menos que las modernas.
Esas personas que se declaran asociales en plena reunión de idiotas.

Me aburren los que buscan la aprobación de los artistas
mientras éstos en su silencio se aburren, y a su modo y a su forma quieren
ser como el idiota que admira su columna semanal en las revistas. 




Por Teresa Velasco Castillo