Después de un tiempo de oxigenación cerebral, hoy he querido romper con un poema intimista que expresa este punto de no retorno entre el quehacer y el poder, entre el querer y no quererse y negarse a crecer.
Serán los años que no tengo en la mirada
Que prefiero rehundirme en los asfaltos
Derramada en mis zancadas de novillo
Serán estos años que por otra boca hablan
De los que aprendí a distinguir de las promesas
Esas que dice el maestro que no se han de cumplir
Será este alma despierta de tristeza
La que mira mis ojos una y mil veces
Preguntándose si acaso puede la vida ser tan breve
Será este barco que navego el que traspasa
Las sombras más umbrías por el escaso espacio
De luz que prestan los ocasos al delirio
Pero sé que hoy pasará como el fervor de un beso
Y mañana (qué no daría yo) volverá pidiendo auxilio
Aquel niño con el paso ya cambiado por la quiebra del estío
Por Teresa Velasco