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lunes, 23 de abril de 2018

Matándote de amor


A menudo exigimos más y más a quienes nunca nos fallan, a los que siempre están ahí, a la familia, a una madre. A menudo soy mejor persona con cualquiera salvo con ella y rara vez sé recompensar todo lo que da por mi cada día. Es así. Ahora y siempre la confianza "da asco" y el mejor tiene todas las de perder a excepción de momentos en que la vida decide hacer un giro en su balanza. En cualquier caso me confieso asesina de sus ratos libres, culpable de egoísmo, narcisismo y fracaso. Pero, como dice una de mis rancheras favoritas, que "nadie me llame cobarde, sin saber hasta dónde la quiero". 

Te recuerdo, no sea que se te olvide, hoy, que te quiero
así con el dolor que templa las escarchas,
con tus manos desbordadas de vehemencia, te quiero
caudalosa e implícita en la entrega

Yo no sé si es egoísta o cobarde, tal vez torpe en amarte, te quiero
de mi para siempre y a mi modo,
y hasta el día en que tu ausencia ya me mate

Te recuerdo aunque clames distancias que te quiero,
que mi patria es tu cuerpo en derrame, que te adoro,
que en mis venas de silente corre el río de tu sangre
que soy la carne de una fruta madurando en tus entrañas

Te quiero abierta y muda, aprendiz y MADRE,
en el verso acrisolado de tus ojos, amor pleno
Allá donde muere la tristeza yo te quiero
asomada a un balcón de azul infancia y sonajero

Y así, tú sigues caminando hacia el verano
hacia el hacer de buena fe marchas y vuelves
por pájaros y soles mientras yo muero
matándote de amor con mi frío invierno.


Teresa Velasco Castillo



martes, 10 de abril de 2018

¿Es posible ser, a día de hoy, Maquiavélico?

Resultado de imagen de el príncipe maquiavelo



La cuestión sobre la que me he propuesto escribir parte del interrogante que el actual filósofo esloveno, Slavoj Žižek plantea a propósito de Hegel. No es, sin embargo, mi intención la de reanimar la filosofía de Maquiavelo, sino la de abordar el resumen de mi última lectura sin obviar la vinculación de ésta a la política actual.

La obra del Príncipe se desarrolla bajo el auge de los “Estado-Nación” y en una época de conquistas, donde Florencia, ciudad natal de Maquiavelo, veía amenazada su integridad por la ambición imperialista. Es entonces, que Maquiavelo escribe un conjunto de principios que pretenden marcar la pauta para la unificación y defensa de su territorio y que rompen con la síntesis aristotélico-cristiana del paradigma previo al renacimiento.

A simple vista, se trata de un contexto bien distinto al de nuestro tiempo, si bien, muchos de los consejos que se recogen a lo largo de El príncipe son aún aplicables en el terreno de la política y el liderazgo.

RESUMEN

Primera parte

Son 16 capítulos breves los que componen este “manual para príncipes” del siglo XVI, de los cuales una gran parte de ellos (aproximadamente la mitad) sirven a la descripción de las principales clases de principado y los modos como se adquieren.

Existen, según este autor, dos formas de principado según su origen:

- Principados hereditarios: cuando impera una misma familia durante un largo periodo
- Nuevos, dentro de los cuales hacemos distinción entre aquellos que lo son enteramente (ej. Milán-Francisco Sforza) o aquellos que se adhieren a una corona ya existente, esto es, conquistas (ej. El reino de Nápoles con respecto a España).

Maquiavelo no se extiende en los principados hereditarios, ya que encuentra éstos más fáciles de mantener que aquellos principados de carácter nuevo. La cuestión que aquí sirve de base para lo anterior es que la propia antigüedad de los gobiernos y la rutina apaga los deseos de la población que, acomodada, decide no ejercer levantamientos. Sin embargo, en los principados nuevos, la población, con la esperanza de una mejor condición de vida, “empuña las armas contra el que los gobierna”.

Es interesante, en este punto, la comparativa que Maquiavelo hace entre la nomenclatura de la medicina y la política. Los “remedios” deben aplicarse cuanto antes mejor, pues, al principio los desórdenes (la enfermedad) son de difícil diagnóstico y fácil solución, mientras que con el tiempo se convierten en problemas fáciles de reconocer, pero de muy difícil cura.
De este modo, aquel que adquiere territorios nuevos tendrá que extinguir de forma severa la dinastía del antiguo príncipe y, si quiere percibir con tiempo los desórdenes, permanecer en el territorio conquistado.
Otro consejo muy resaltado es el de adherirse a los más débiles, de manera que ,su envidia por los anteriores explotadores les lleve a apoyar las medidas del nuevo principado, eso sí, sin permitir que aumenten su influencia.
Continuando con los tipos de principado que, según este autor, puede gobernar un príncipe, Maquiavelo aconseja la destrucción como el método más eficiente contra la rebelión, nos habla de la fortuna y del término oportunidad como la mediación entre la virtud del príncipe y ésta y destaca la “fuerza propia” del líder ocmo elemento decisivo en el discurso político.
A pesar de su fe en la fortuna, Maquiavelo demuestra a lo largo de toda la obra una significación práctica en su modo de abordar cada cuestión. Sostiene, pues, los defensores de una nueva institución no deben obrar unidos ni convencidos a consecuencia del miedo a sus enemigos y, con respecto a los recursos citados, siempre será mejor si se obtienen de forma autónoma. En la actualidad, este aspecto no depende tanto de las armas, a pesar de su potencia como mercado, sino de las fuentes de energía no renovable que obligan al pacto o la intervención de determinados países y que son la causa subyacente de la mayoría de conflictos bélicos de nuestro siglo.

De los principados nuevos adquiridos mediante la fortuna y con armas ajenas Maquiavelo destaca que, frente a los nuevos estados adquiridos con esfuerzo personal, la fortuna permite alcanzar fácil el reinado, pero hace difícil su mantenimiento.

También, dentro de los nuevos principados están aquellos que, por medio de maldades se hicieron con el poder. Es el caso de Agatocles, rey de Siracusa, quien  alcanza el poder de forma cuestionable en tanto que para su mantenimiento ejerce todo tipo de crueldades. Maquiavelo explica o trata de explicar, cómo a pesar de ello se mantuvo a salvo y al frente de su imperio tanto tiempo.
En primer lugar, distinguir entre poder y gloria. La traición a los amigos, carencia de humanidad, palabra y religión, pueden llevar al poder, pero nunca a la gloria.
De otro lado, y aunque resulte paradójico, distinguir entre el buen y mal uso de la crueldad:
- Buen uso: Aquellas crueldades que se ejercen una sola vez y no se repiten más luego, a fin de servir de ejemplo para afianzar el dominio (inquisición/miedo).
- Mal uso: aquellas que van incrementándose en lugar de disminuir con el paso del tiempo.

También, y más allá de los que adquieren su poder por medio de maldades, fortunas o armas ajenas, están quienes, desde la posición ciudadana (entendiéndose esta como la de ciudadano con derecho), alcanzan el principado  a través del favor popular o de los grandes.

En todo pueblo, dice Maquiavelo, existen dos potencias. La primera, el pueblo, solo desea no ser oprimido y la segunda, los grandes, desean oprimir al pueblo para su beneficio propio. De estas dos inclinaciones se pueden dar tres resultados: libertad, libertinaje o principado.

El príncipe, debe, ante todo, ganarse el favor del pueblo por dos razones fundamentales: son más numerosos que los grandes y sus fines son más honrados (no ser oprimidos).
En caso, sin embargo, de tener al pueblo en contra, la principal consecuencia que el príncipe sufrirá es la del abandono, mientras que tener a los grandes como enemigos puede acarrear además la destrucción.
Existen, en este punto, dos posiciones que los grandes pueden adoptar conforme al príncipe: apoyarle en toda su suerte o posicionarse en contra.
Si esta posición contraria es además activa, el príncipe debe temer al grande como enemigo o amenaza y tener al pueblo de su lado será una ayuda en las adversidades.

Si la forma de acceso al poder es mediante los grandes, todavía hay posibilidad de ganarse el favor del pueblo convirtiéndose en protector del mismo, pues nada como un favor no esperado para satisfacer a la ciudadanía.

Por último, Maquiavelo hace breve mención a los principados eclesiásticos de donde lo único a destacar es las facilidades que este tipo de gobierno ofrece al príncipe ya que el fuerte arraigo de las instituciones eclesiásticas contribuye a que el príncipe gobierne sin proteger ni al pueblo, ni a los grandes.

Segunda parte

Tal como advertíamos al principio Maquiavelo rompe con la estructura del pensamiento aristotélico-cristiano al hacer un análisis del hombre desde la observación psicológica, buscando así las leyes que rigen la conducta humana y que, por ende, sirven al príncipe para el control del Estado. Así, igual que a día de hoy un mecánico debe conocer los componentes de un coche, es menester que el príncipe conozca los elementos con los que opera el Estado, esto es, las personas.

En esta segunda mitad del libro, una vez enumerados los diferentes tipos de reinados posibles, Maquiavelo trata las cualidades propias del hombre destacando aquellas que le son útiles al príncipe.

Las formas de conducta humana, se sabe, son numerosas y particulares cuando se trata de un contexto bien circunstanciado, si bien, igual que otros filósofos, aunque sin intención de establecer una teoría, Maquiavelo busca una esencia común en el hombre que permita su gobierno.

De ellas he querido destacar los capítulos que, personalmente, pienso que describen mejor la idea que todos tenemos de Maquiavelo. Me refiero, por supuesto, a la avaricia y la crueldad, dos cualidades que se defienden en El Príncipe, pero sobre las cuales cabe matizar algunos aspectos.

· Liberalidad y avaricia: No es posible la liberalidad sin avaricia, por tanto el príncipe no debe temer a ser considerado tacaño. La liberalidad, ejercida con moderación, no se trasluce, y, para ejercerse de forma visible o, para mantener el príncipe su fama de liberal, deberá ser tacaño, evitando a largo plazo su propia ruina en el empeño por ejercer tal liberalidad. Esto es, el príncipe, al pensar de modo “egoísta” conseguirá complacer, a largo plazo, a aquellos a los que no quitará nada que serán mayoría, mientras, que aquellos a quienes no de, sean una minoría. De manera contraria, al consumir sus riquezas se vería obligado a imponer excesivos tributos y con ello a ser tildado de mal gobernante.
· Crueldad y clemencia. La cuestión principal de la obra: si vale más ser amado que temido o viceversa. Si bien lo ideal sería mantener ambas cosas a la vez, su difícil simultaneidad hace que, ante el deber de renunciar a alguna de éstas, sea el amor lo que dejemos de lado. Un buen príncipe debe cuidar de mantener la crueldad justa que le permita obediencia y fidelidad entre sus súbditos y el pueblo y, ya que el hombre, por su carácter natural tiene menos consideración en ofender a quien se hace amar que a quien se hace temer, el príncipe dará ejemplo de su crueldad cuando mande combatir su ejército, por ejemplo. Pese a la defensa a ultranza de esta cualidad tildada de inmoral durante siglos, Maquiavelo aconseja abstenerse de robar las riquezas ajenas, pues el hombre, según su observación, olvida antes una muerte que un hurto. Por último destacar que no es incompatible, o al menos así defiende en su obra, ser temido con NO ser odiado.

COMENTARIO

Retomando la cuestión con que comenzamos este resumen quisiera desmentir algunas ideas preconcebidas que se dan sobre Maquiavelo. La lectura de El Príncipe, desde la consideración del paradigma que envuelve toda la obra, sirve para dar cuenta de aquellos elementos que históricamente han servido para el liderazgo, cualidades cada vez más demandadas en los diferentes ámbitos del día a día, ¿o no es la capacidad de tomar decisiones una de las habilidades blandas más buscadas por empresas? Tal vez no tenga sentido, en el siglo XXI, hablar de la expansión imperialista a nivel territorial, pero, ¿ y el neocolonialismo?,¿ y las formas, cada vez más sutiles, de colonialismo cultural?, ¿no es cierto que “la fuerza propia” nos hace menos dependientes de otras comunidades?

Si observamos algo más que la superficie de lo que entendemos por “maquiavélico” veremos que la crueldad no es la base con que el autor defiende su gobierno, si acaso, el ejemplo de ésta como “propaganda del miedo”, algo que ya venía haciendo tiempo atrás la Inquisición.

Maquiavelo no veía en el príncipe a un tirano egoísta, sino a un déspota ilustrado que defendía el bien del pueblo. “El fin justifica los medios” siempre que este fin sea la defensa del Estado, algo muy razonable para una sociedad lejos del individualismo que hoy conocemos. El consejo de Maquiavelo es que el príncipes sea audaz y decidido, con valor, talento e inteligencia, y la capacidad de tomar decisiones para hacer frente a la fortuna.

Cabe recordar, además, que la monarquía no es la forma de gobierno ideal para Maquiavelo, quien en sus Discursos sobre Livio describe la república como ejemplo de gobierno libre. El principado queda, por tanto como  un medio de enfrentar las amenazas a las que estaba entonces sometida Florencia. En tiempos de crisis y desorden un príncipe de carácter firme sirve para establecer las bases de unidad y estabilidad del pueblo, si bien, la libertad solo puede asegurarse una vez se dividen los poderes y se devuelve el voto a la ciudadanía.

En resumen, y a pesar de la falta de ética atribuida a Maquiavelo, éste deja muy claro que un príncipe debe ser temido, pero nunca despreciado y que, tener el pueblo a favor es esencial para enfrentar las adversidades de un gobierno. El príncipe, para ello, “habrá de abstenerse de ursupar las haciendas de sus súbditos” y declararse a favor de alguien y contra algún otro siendo claro en su postura.

¿Cumple algún político actual estos dos principios tan básicos? Juzguen ustedes mismos la respuesta.


Por: Teresa Velasco Castillo