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La vida es irónica:
Se necesita TRISTEZA para conocer la FELICIDAD, RUIDO para apreciar el SILENCIO y AUSENCIA para valorar la presencia

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domingo, 30 de octubre de 2016

El Buen Pecado


La idea surgió hace poco, charlando con una persona (cuyo nombre no desvelaré, lo siento por los curiosos) que coincide conmigo en que no sé pecar. Lo hago, como todo el mundo, pero mal. Así que recordé el Libro de Buen Amor de Arcipreste de Hita y pensé que igual también existe o debería existir el Libro de Buen Pecado. Como resultado, el poema que sigue: 



El buen pecado es español, y, más aún, castellano,
elegante y señor, destrabado, ágil e inflamado
del triste ruido tomando asiento en la garganta,
un intenso mosaico  vigorizado de batallas y cuentos.

El buen pecador nunca se llega a conocer,
si acaso presta su cara parcial de tahúr
al retrato de esa sociedad picaresca e inmoral,
cuya erótica parodia los romances vulgares del beato.

Eros fue la clave ojival después de Wilhelm Reich,
Vietnam una excusa para la reconquista del opio.
El dinero es un insulto para la economía de pasiones
que recuerda al poeta la necesidad de comer  sopa.

Así, los biógrafos nos sacan a la luz con toda la miseria
y ligeras variantes de reproducción realista y frívola.
Una herencia deficiente de juegos florales que etiqueta
cualquier sonrisa de inquietud por arrancarnos la ropa.

Para ultimar el aquelarre psíquico de personajes,
El psicólogo nos viene a convencer de cuan crueldad,
Insensible, mediocre, bacanal y abstracta arrastra nuestro
Equipaje de larga tradición corrompida, de pecho  jadeante,
Virgen de los Siete Puñales, amor hacia la madre deriva.

El buen pecado es español, y más aún, castellano.
Es hermético y no deja huellas. No pide cuentas
esotéricas al cantautor que se emborracha de estrellas,

porque al final las canciones más bellas, son fruto del pecado.



Teresa Velasco Castillo

sábado, 22 de octubre de 2016

Tal vez poeta


Desde esta misma mañana tenía ya un poema atravesado. Hasta ahora no me he sentado a escribirlo y en ello he tardado poco, porque lo difícil es pensar el dibujo, no hacerlo. Aquí está el resultado de lo que no soy: 


Yo soy esa pendiente de la que todos resbalan,
los excesos de la mente, el poema censurado.
A veces soy el cielo plomizo que se abre a tu desprecio
Un hospital abierto al margen de la muerte y el pecado.

Yo soy ese villano, ese ser degenerado que nació poeta.
Sensible cada día a cada instante ante tu gesto,
a condenas y vacíos estructurales de mis sueños.
A veces soy poeta, pero maldita sea, ¡a qué precio!

Yo soy quien toma notas a tu espalda,
psicografía que desciende al atributo,
aire que sube por la esquina de mi falda.
De vez en cuando soy poeta y rindo culto a la palabra.

Yo soy  insomnio destructor de tu ego,
tu espejo a solas, testimonio desgarrador
de tan baja escala humana casi teatral
de sentimientos. Luz de otoño, casi invierno,
la estupidez del momento en que me vas a besar.

Yo no sé realmente qué soy, puede ser que poeta.
La niña que era erró sin tregua contra el tiempo.
La niña que soy se avergüenza de su luz verdadera.

Aquí me veo, enterrada de libros, en mi sitio.
Como una piedra filosofal  en que caer a plomo
y despertar de la vida para vivir más lento,
despojada de metas, más borracha de sueños.
A veces soy poeta y maldita sea, ¡a qué precio!



Teresa Velasco Castillo



sábado, 1 de octubre de 2016

Fisionomía del corazón

FISIOLOGÍA DEL CORAZÓN

¿Alguna vez han pensando que el jardín botánico de El Bosque es igual que el corazón? Yo diría que sí. Disfruten de esta idea y, por favor, piénsenlo...



La situación privilegiada del corazón  sobre dos continentes, esternón y dorsales,  y una red de jardines de olvido desarrolla tan vasto patrimonio vegetal y micológico de sentimientos humanos que hoy conocemos.
Digamos que el corazón es y ha sido siempre una ciudad importante, incluso antes de fijarse en ella la capitalidad de nuestro organismo. Algo tendrá el agua cuando la bendicen y, aparte de su proximidad a la aorta, algo más tendría para que todos los habitantes del mundocuerpo fueran a parar de una u otra forma a este órgano “hueco”.
¿Se han fijado alguna vez en  la media hoja, enrollada a medias, que es el glóbulo que transportan nuestras vénulas? ¿ han pensado alguna vez en cómo transcurre la sangre de un obeso y su parecido a la baba que deja el caracol? ¿y los grumos de sangre espumada por las grietas del olmo de Machado?
Todo empieza con un impulso eléctrico en el nódulo acebuchal, donde una forma asilvestrada de masas boscosas infringe el ritmo infernal con que corremos la maratón de la vida. Posteriormente, y asentado sobre terrenos de carácter ácido, el alcornocal trae a ciertos rincones de la aurícula un palpitar disperso que se encarga de nuestro paisaje.
En el encinar mesomediterráneo, justo en el mediastino, a mitad de destino entre lo que somos y lo que pudimos haber sido, los torviscos y palmitos ofertan un homenaje multicolor a la sangre que retorna por las venas.  Allí, el quejigar espera ansioso en el cauce del río a ser abrazado por una encina amiga que haga dilatar la pared miocardíaca. Cuando esto no sucede, se da lo que se conoce como infarto de “miocardio” y el sujeto cree suyos los corazones, majuelos y rosales silvestres cuyas hojas caducaron hace años.
Es necesario, por consiguiente, mantener los niveles de presión arterial entre unos valores mínimos y máximos que permita la vida del arroyo sanguíneo. Para ello el pinsapar despliega cada uno de los elementos anatómicos del fruto y la flor de la Inteligencia, solo presente en la familia de los homínidos.  
El pinsapo, como sabrán, debe ocupar los lugares más frescos y umbríos de la memoria, ya que su función calienta todo el órgano disparando los niveles de gasto cardíaco. Esto no se da a menudo y, protegido por la ley, el pinsapo se encuentra en peligro de extinción  desde que Sócrates fue envenenado con la cicuta.
Recientemente, los seguidores de Carl von Linné, han detectado una nueva región en el círculo de pasiones de la vegetación serpentícola, justo bajo la válvula tricúspide. Se trata de afloramientos metamórficos de origen volcánico llamados periodistas, que han dado lugar a una nueva dosis de verdad en un suelo poco fértil y algo tóxico como consecuencia de la enorme concentración de parásitos con corbata.

En resumidas cuentas, un circuito sistemático de arterias, capilares y venas por donde transcurre la visita a recuerdos embriagadores de voluptuosas nostalgias y frondas castigadas por los siglos de los siglos, amén. 




Por: Teresa Velasco Castillo