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La vida es irónica:
Se necesita TRISTEZA para conocer la FELICIDAD, RUIDO para apreciar el SILENCIO y AUSENCIA para valorar la presencia

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viernes, 25 de agosto de 2017

Soneto a la música comercial

Con motivo del homenaje de ayer a Góngora, hoy me he propuesto escribir un texto algo más barroco de lo habitual, tarea nada sencilla para mi. Pensé muchas posibilidades irónicas para este poema, hasta que mi compañera me dio la solución: la música comercial que estaba matando mi inspiración es hoy mi tema.



Sátiros danzantes de paso desigual,
éxtasis físico con pies ligeros,
pistoleros de la pista, verdugos de lo ornamental,
disonancia de la lírica  en su seno.

Reptando por los cuerpos en la noche,
blasfeman la poesía y la vierten
hasta la náusea que provocan con su eterno
y recurrente sonido de reproches.

Se escuchan los zumbidos pegajosos
como un adhesivo caducado.
La palabra “amor” por todas partes
Se quiere morir y no encuentra dónde.

Y así, los hombres, en su torpeza almidonada,
hacen mecanicismo junto a la barra
mientras ellas fingiendo entusiasmo bailan.

Alrededor, el suelo se desploma con el ritmo
y la muerte se retira hacia  su infierno
a escuchar el llanto eterno de las llamas.


Teresa Velasco Castillo. 

viernes, 18 de agosto de 2017

El color de mi rostro


Sólo dos cosas puedo hacer por ellos:
describir ese vuelo
y no decir la última palabra. Wislawa Szymborska



El color de mi rostro es, a veces, tan negro
como el humor de la violencia,
como el puente destruido por el hombre,
como el juego manirroto de la ausencia.

El color de mi rostro ha encarnecido
como espejo de las llamas,
como el luto que mejor combina
con los días que se anuncian por la tele.

Es azul, a veces, y tan gris
como el cielo que sostiene cada alma.
Tan común como sigue el sol su trabajo
una vez que se secan del diluvio las aguas

El color de mi rostro es hoy blaugrana,
herencia de la muerte y la esperanza,
vergüenza y orgullo de lo humano
que con gesto denigrante hoy se alza

Es sangre, mugriento y desteñido
como lágrimas en fotos congeladas.
Mi rostro va perdiendo sus colores
y venciendo con el resto en el olvido.


Teresa Velasco Castillo