Con motivo del homenaje de ayer a Góngora, hoy me he propuesto escribir un texto algo más barroco de lo habitual, tarea nada sencilla para mi. Pensé muchas posibilidades irónicas para este poema, hasta que mi compañera me dio la solución: la música comercial que estaba matando mi inspiración es hoy mi tema.
Sátiros danzantes de paso desigual,
éxtasis físico con pies ligeros,
pistoleros de la pista, verdugos de lo ornamental,
disonancia de la lírica en su seno.
Reptando por los cuerpos en la noche,
blasfeman la poesía y la vierten
hasta la náusea que provocan con su eterno
y recurrente sonido de reproches.
Se escuchan los zumbidos pegajosos
como un adhesivo caducado.
La palabra “amor” por todas partes
Se quiere morir y no encuentra dónde.
Y así, los hombres, en su torpeza almidonada,
hacen mecanicismo junto a la barra
mientras ellas fingiendo entusiasmo bailan.
Alrededor, el suelo se desploma con el ritmo
y la muerte se retira hacia su infierno
a escuchar el llanto eterno de las llamas.
Teresa Velasco Castillo.
Ingenioso reflejo de como muere la palabra amor en esos ambientes
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