Bienvenida

La vida es irónica:
Se necesita TRISTEZA para conocer la FELICIDAD, RUIDO para apreciar el SILENCIO y AUSENCIA para valorar la presencia

Etiquetas

Arte (1) Concursos (1) Entrevistas (8) Eventos (17) Libros (15) Periodismo (44) Poemas (111) Reflexiones (77) Relatos (5)

martes, 29 de diciembre de 2015

Universos paralelos

Aquí comparto un relato recién salido del horno. De momento, intentaré subir al menos uno  semanalmente, si bien no prometo nada, ya que este género aún no lo domino bien. Espero que lo disfruten: 




Iris siempre llegaba tarde a las reuniones de amigos, citas improvisadas, aniversarios, cumpleaños sorpresa y planificados, bodas, bautizos y compromisos familiares. Daba igual que viviese al lado del lugar de encuentro o a cientos de kilómetros, que comenzase a vestirse con horas de antelación o saliese recién levantada y con las pupilas aún a estrenar. Hiciese lo que hiciese, siempre llegaba tarde.

Un día, sus amigos, hartos de la situación, decidieron gastarle una broma para que así escarmentase y decidieron esconderse  todos y ver cómo reaccionaba Iris al otro lado de la calle. Para que la broma no fuese descubierta, citaron, como siempre, en el mismo sitio y media hora antes que al resto, a Iris, y pusieron en marcha su plan.

Efectivamente, Iris llegó media hora después de la acordada y, sin apenas levantar la vista del teléfono, se sentó en una esquina a teclear la pantalla de  su móvil sin descanso. Los amigos, algo insatisfechos con la actitud imperturbable de Iris, decidieron ir más allá y darle plantón toda la tarde. Así que cogieron sus carteras y móviles y cuidadosamente se dirigieron a la tetería más cercana a Calle de la Era.

-        -   No puedo creer que ni se inmute ¿es que acaso no le importamos?
-        -  Yo creo que pasa de todo. No sé cómo el novio la aguanta.
-        -  Pff, yo es que paso, en serio. Por cierto ¿qué tal os fue el examen de medios del martes?

La conversación se prolongó durante un par de horas en que apenas volvió a mencionarse el paradero de Iris. Cuando al fin alcanzaron el fondo de sus tazas, y pidieron la cuenta, un mendigo se acercó por las terrazas pidiendo limosnas a cambio de un deseo.

-         - ¿De veras crees que nos tragamos eso?- Dijo Juande entre carcajadas de sarcasmo.
-        -   Un momento. ¿Y si pedimos que Iris desaparezca?
-         -  Eso es demasiado, Marta
-         -  ¡Pero si no se va a cumplir!
-         -  Está bien-dijeron al unísono- Queremos que traslades a Iris a un universo paralelo.

El mendigo miró con cierto desasosiego en la luz de sus ojos y finalmente asintió. Cogió los céntimos que habían reunido los chavales y  se largó  con andares vacilantes hasta desaparecer entre las luces de navidad.

Los jóvenes, inquietos por la anécdota de la tarde, regresaron a comprobar si Iris seguía esperando junto a la puerta del  Zara. Efectivamente, allí seguía impasible la figura de una joven sostenida del teléfono junto a la puerta.

Con voz cada vez más grave comenzaron a gritar su nombre, pero Iris no respondía. Se acercaron, y la cogieron del hombro, pero aún así no reaccionaba. Era como si se hubiese convertido en un muñeco de cera.

Mientras tanto, en un espacio entre la gente y esas luces parpadeando sobre anodinas cabezas atrapadas en los teléfonos, Iris corría de un lado a otro de las calles, atrapada en el tiempo vacío de su conciencia.


Elaborado por: Teresa Velasco Castillo

domingo, 27 de diciembre de 2015

Excusas para escribir



Me gusta perder el tiempo acariciando noches en blanco. Pintando melodías vacías de sonido con palabras desahuciadas del diccionario. Porque también tienen derecho a existir aquellas que la aristocracia de la cultura catalogó de fuera de serie,  como si acabar con toda la tinta sirviese acaso de impedimento para seguir imprimiendo nuestro silencio en cada representación artística.

No hace falta estar rodeado de libros. Me basta con vivir como un arrecife lleno de imágenes que fui tomándote cuando tú ni reparabas en mi existencia.  Como ese algo que nunca he escrito porque mi propia tempestad lo ahogó en grito y llanto. Un monólogo sin moraleja, como tantas vidas separadas por el mal uso de la sangría.

Hoy, a final de año, me paro a tu busca, error tras error, sigo sola en mi isla, detenida en la parábola de los días, monocárpica y ausente, pero viva en el hombre más guapo que mis ojos vieron. He ahí la moraleja, cuando el amor se olvida, la custodia de palabras se reparte: unas permanecen en la memoria y otras son desahuciadas, obligadas a compartir albergue con proyectos que se marchitaron.

Pero a mí no me importa perder el tiempo con ellos y saborear sus experiencias una y otra vez, buscando entre párrafos mi propia historia. Ellos encuentran un sitio en que dormir y yo una excusa para seguir soñando.


Teresa Velasco Castillo







lunes, 7 de diciembre de 2015

LA VIDA QUE ME QUEDA POR DELANTE

De los rayos que logran filtrarse hasta el suelo,
solo alzan al vuelo llamaradas azules y hojas color pajizo.

Está amaneciendo domingo, gritando azahar el invierno,
llamando a la puerta la flor más dulce cuán presto para mi
y yo, en vez de contemplar por qué están vivos mis espacios,
los entierro con la arena del reloj que aprieta mi mano.

Especialmente en los días claros, me gusta perderme en la niebla.
Perderme en mi ombligo y mis papeles, en mi casa y en mi muerte,
en mi corriente de aburridas retahílas, distraídas de mi mente y de la vida.

Y si alguna vez la contemplación me alcanza, se queda atrapada en el espejo
en los pliegues de egolatría que magullan mi cara de años,
en mi cobardía y en los garabatos de mi pulso gitano.

Si al menos supiera reconocerme, el movimiento cobraría un sentido,
así como aves del agua que prenden de azul este domingo,
pero no, simplemente me muevo, como lo hace un corredor errante.
La muerte ya no me asusta, solo la vida que me queda por delante.

Teresa Velasco Castillo