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martes, 29 de diciembre de 2015

Universos paralelos

Aquí comparto un relato recién salido del horno. De momento, intentaré subir al menos uno  semanalmente, si bien no prometo nada, ya que este género aún no lo domino bien. Espero que lo disfruten: 




Iris siempre llegaba tarde a las reuniones de amigos, citas improvisadas, aniversarios, cumpleaños sorpresa y planificados, bodas, bautizos y compromisos familiares. Daba igual que viviese al lado del lugar de encuentro o a cientos de kilómetros, que comenzase a vestirse con horas de antelación o saliese recién levantada y con las pupilas aún a estrenar. Hiciese lo que hiciese, siempre llegaba tarde.

Un día, sus amigos, hartos de la situación, decidieron gastarle una broma para que así escarmentase y decidieron esconderse  todos y ver cómo reaccionaba Iris al otro lado de la calle. Para que la broma no fuese descubierta, citaron, como siempre, en el mismo sitio y media hora antes que al resto, a Iris, y pusieron en marcha su plan.

Efectivamente, Iris llegó media hora después de la acordada y, sin apenas levantar la vista del teléfono, se sentó en una esquina a teclear la pantalla de  su móvil sin descanso. Los amigos, algo insatisfechos con la actitud imperturbable de Iris, decidieron ir más allá y darle plantón toda la tarde. Así que cogieron sus carteras y móviles y cuidadosamente se dirigieron a la tetería más cercana a Calle de la Era.

-        -   No puedo creer que ni se inmute ¿es que acaso no le importamos?
-        -  Yo creo que pasa de todo. No sé cómo el novio la aguanta.
-        -  Pff, yo es que paso, en serio. Por cierto ¿qué tal os fue el examen de medios del martes?

La conversación se prolongó durante un par de horas en que apenas volvió a mencionarse el paradero de Iris. Cuando al fin alcanzaron el fondo de sus tazas, y pidieron la cuenta, un mendigo se acercó por las terrazas pidiendo limosnas a cambio de un deseo.

-         - ¿De veras crees que nos tragamos eso?- Dijo Juande entre carcajadas de sarcasmo.
-        -   Un momento. ¿Y si pedimos que Iris desaparezca?
-         -  Eso es demasiado, Marta
-         -  ¡Pero si no se va a cumplir!
-         -  Está bien-dijeron al unísono- Queremos que traslades a Iris a un universo paralelo.

El mendigo miró con cierto desasosiego en la luz de sus ojos y finalmente asintió. Cogió los céntimos que habían reunido los chavales y  se largó  con andares vacilantes hasta desaparecer entre las luces de navidad.

Los jóvenes, inquietos por la anécdota de la tarde, regresaron a comprobar si Iris seguía esperando junto a la puerta del  Zara. Efectivamente, allí seguía impasible la figura de una joven sostenida del teléfono junto a la puerta.

Con voz cada vez más grave comenzaron a gritar su nombre, pero Iris no respondía. Se acercaron, y la cogieron del hombro, pero aún así no reaccionaba. Era como si se hubiese convertido en un muñeco de cera.

Mientras tanto, en un espacio entre la gente y esas luces parpadeando sobre anodinas cabezas atrapadas en los teléfonos, Iris corría de un lado a otro de las calles, atrapada en el tiempo vacío de su conciencia.


Elaborado por: Teresa Velasco Castillo

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