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lunes, 7 de diciembre de 2015

LA VIDA QUE ME QUEDA POR DELANTE

De los rayos que logran filtrarse hasta el suelo,
solo alzan al vuelo llamaradas azules y hojas color pajizo.

Está amaneciendo domingo, gritando azahar el invierno,
llamando a la puerta la flor más dulce cuán presto para mi
y yo, en vez de contemplar por qué están vivos mis espacios,
los entierro con la arena del reloj que aprieta mi mano.

Especialmente en los días claros, me gusta perderme en la niebla.
Perderme en mi ombligo y mis papeles, en mi casa y en mi muerte,
en mi corriente de aburridas retahílas, distraídas de mi mente y de la vida.

Y si alguna vez la contemplación me alcanza, se queda atrapada en el espejo
en los pliegues de egolatría que magullan mi cara de años,
en mi cobardía y en los garabatos de mi pulso gitano.

Si al menos supiera reconocerme, el movimiento cobraría un sentido,
así como aves del agua que prenden de azul este domingo,
pero no, simplemente me muevo, como lo hace un corredor errante.
La muerte ya no me asusta, solo la vida que me queda por delante.

Teresa Velasco Castillo


2 comentarios:

  1. Bello poema. Intenso, luminoso e invernal. "La muerte ya no me asusta, solo la vida que me queda por delante"...Felicidades
    Marta Postigo

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    Respuestas
    1. Gracias Marta. La clave está en sentirlo. Para escribir está claro que hay que empaparse de los libros, pero sobre todo hay que empaparse de la vida

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