SINRAZÓN
DE PESO
Algunas juegan a
adivinar el paisaje que asoma por el oscuro ventanal. Otras buscan sin quererlo
su reflejo o se fugan viendo cómo todos
tienen lo que pocos disfrutan.
La primera semana en el
proceso de tratamiento para trastornos de la alimentación, pocas pacientes sospechan de su misión en el
centro ABB. Son muchas las que piensan, sin embargo, que los demás exageran
cuando hablan de un tratamiento hospitalario, ya que creen aún posible llevar
su vida por debajo de un peso saludable.
Ya sea fruto de
matrimonios felices, familias acomodadas o, por lo contrario, sin recursos, la
anorexia nerviosa se presenta como una
de las enfermedades crónicas frecuentes
en adolescentes y jóvenes de sociedades desarrolladas. Aunque también la
sufren algunos hombres, el 90% de los casos se da en mujeres.
Hoy en día la cifra de
afectados por este trastorno crece de forma exponencial. Según muestra en su
blog Erika Alcántara, psicóloga
licenciada por la Universidad de Málaga, la padecen entre 20 y 30 chicas
menores de 25 años por cada cien mil habitantes. Su aparición es la suma de circunstancias familiares, aspectos
de la personalidad, componentes genéticos y alteraciones neuroquímicas que
explican, en parte, la depresión y
ansiedad de los/las pacientes.
Según la American
Psychiatric Association existen dos subtipos de anorexia nerviosa: la
restrictiva, que agrupa a aquellos sujetos que no realizan atracones ni
conductas compensatorias y la compulsivo-purgativa en el que el individuo realiza atracones, emplea vómito
auto inducido, abusa de laxantes, etc.
Miriam Mariscal Sánchez,
terapeuta con amplia trayectoria en el
centro ABB de Fuengirola, concreta
además que “los divorcios, las rupturas de pareja o la muerte de un ser querido”
pueden ser precipitantes del TCA y
destaca algunas de las consecuencias derivadas: bajo peso, restricción o
circuitos de restricción-atracón, uso de laxantes, seguimiento de dietas,
hiperactividad mantenida, etc.
Cuando el/la paciente
se siente desbordado, suele aparecer “el
síntoma”. Una vez el ejercicio, el hambre y abuso de diuréticos asientan sus
consecuencias en una delgadez
infrahumana, las familias empiezan a inquietarse y se pasa a la búsqueda
de una solución. Rosa Sanz Sandoval, monitora de información y presidenta
de la Asociación en Defensa de la
Atención a la Anorexia Nerviosa y Bulimia (Ádaner), apunta cómo se vive la
situación según el modelo familiar ante el cual estemos:
Hay familias que lo llevan como un drama, otras no se preocupan, y otras hacen todo lo posible por conocer la enfermedad, aprender a actuar y, sobre todo, buscar el apoyo y los medios para la cura. Si existe algún nexo en común entre éstas, es el amor hacia un hijo/a.
Han pasado ya más de seis años desde aquel
agosto en que Isabel Jiménez vio
alterado el funcionamiento normal de sus relaciones sociales, trabajo y
estudios. El ritmo cada vez se hacía más intenso. Pasaba fines de semana privando a su organismo de cualquier alimento
para luego darse el atracón, vomitar y correr hasta caer exhausta. Sabía que
necesitaba ayuda, pero su carácter
porfiado le hacía ignorar una y otra vez las demandas del cuerpo. Hoy, en su
testimonio, se lamenta por haber perdido los tres primeros meses de tratamiento
en un “reto continuado contra las
terapeutas”.
Era como si su mente
hubiese caído en manos de sofistas radicales que predican el solus ipse como única alternativa para
la realidad. Así, poca a poco, fue tapiando ventanas hasta el punto de obviar el mundo que
había más allá del espejo. Solo entonces, una vez quedaron, la ilusión y la
vida en el miedo, los sueños arrojados
al desdén del olvido, la familia de un lado y del otro los amigos comenzó su
escalada hacia la recuperación.
Mucho tiempo, esfuerzo y apoyo necesitó para dar el
paso. Para abrir las cristaleras de su propio hogar y permitirse respirar el
aire que tanto necesitaba.
La incapacidad para
admitir determinadas emociones es lo que lleva en estos pacientes a canalizar
los problemas a través de la imagen. En el centro ABB de Fuengirola, cada vez que esto sucede,
se habla de que “viene el cuerpo”. Conviene entonces sustituir viejos modelos.
Ignorar rituales y creencias, aunque la sensación llegue a ser tan real como
las pesadillas de Amanda Wyss en el filme de Freddy Krueger o el macabro retrato al que el joven Gray
estaba sometido cada noche.
Se debe alzar la
cabeza, mirar los anuncios que están ahí
para todos. Reconocer que la diferencia radica
en su percepción. “Si por dentro te sientes mal, un mismo mensaje recibido por
toda la sociedad puede afectarte de modo personal”, admite Verónica Ortíz.
A día de hoy, Isabel ya sabe
llevar el control ante factores precipitantes como los conflictos de pareja,
pero en su momento, algo que parece tan simple, suponía enfrentarse a raíces
personales. Isabel se volcaba en relaciones donde la ruptura tormentosa era
casi inevitable. A pesar de su alta funcionalidad, presentaba una inmadurez emocional
que dificultaba el trato con iguales. Esto sucede muy a menudo.
En el caso de Verónica, la comparación durante la enfermedad y posterior inseguridad durante el tratamiento
impedían el natural desarrollo de lazos afectivos con compañeros/as. Durante el
instituto, ya se dejaba influenciar por lo que “todo el mundo” decía. La idea
de que cambiando su aspecto variaría también la situación externa en que se
encontraba provocó el desarrollo de su síntoma:
Empecé sutilmente a saltarme comidas y llegó un momento en que ello me tenía entretenida todo el tiempo. Necesitaba algo que me estimulase y pasaba el día pensando en cómo evitar las calorías. Luego vinieron los atracones, precedidos de largos periodos en ayunas. Cuando mi madre descubrió estas conductas, decidimos contactar con el centro, aunque, en realidad, nunca llegué a detectar por mi misma cómo había alcanzado ese punto.
Actualmente los
criterios que se siguen para el diagnóstico en la anorexia y bulimia nerviosas son los desarrollados por la Academia Americana de Psiquiatría en 1994 y
establecidos por la Organización Mundial de la Salud. Según estos principios,
la negación de una situación de riesgo no es algo aislado, por lo que es normal
que Verónica no supiera de los peligros a los que estaba expuesta.
La falta de conciencia
sobre la enfermedad, así como la distorsión adjunta al trastorno, no solo
provoca la negación de una evidencia casi tan latente como el cogito ergo sum de Descartes, sino que
lleva a estas jóvenes a explotar todo recurso previo al ingreso. Sin embargo,
rara vez logran su objetivo los postulados teóricos en los que se basan las
promesas.
Existen casos de
recaídas en los cuales, tal como anota Miriam Mariscal la situación supera la
capacidad de afrontamiento, dando lugar a la sintomatología:
La persistencia de acontecimientos concretos en la vida de el/la paciente que hacen dificultoso el manejo de las emociones, así como la falta de apoyo social y familiar pueden dar lugar a la cronificación. En otros casos, el malestar interno es identificado y los/las pacientes pasan por alto la señal de alarma dando lugar a recaídas.
Tal como indica Manuel
Cruces, psicólogo voluntario en Ádaner, “confianza, constancia y colaboración”
son las claves a seguir en el tratamiento ambulatorio para estos casos:
Confianza porque se debe entender la profundidad con la que este trastorno arraiga en las personas y, por tanto, ser consciente de que el proceso de mejora será lento. Constancia debido a que el valor de cada hora de sesión se multiplica al tener en cuenta la cantidad de variables contrarias a la recuperación que pueden aparecer durante las 167 horas restantes que tiene una semana, por lo que la asistencia y el seguimiento de pautas es fundamental. La colaboración está muy relacionada con lo anterior, ya que debe existir implicación y acción tanto de la persona afectada como su entorno cercano, generalmente familiares.
Para
cualquier configuración bien asentada hace falta mucha atención y obediencia a
cada indicación, si bien rara vez se encuentran instrucciones en un solo
idioma. Verónica Ortíz establecía pequeñas metas en su día a día, pero al final
siempre quedaban epígrafes huérfanos de intérprete. “Quien mejor puede ayudarte
a salir es la gente en tu misma situación y por ello las terapias y llamadas
son fundamentales”.
Esto no significa, por el contrario, que sea
obligado devolver el producto, sino que se ha de tomar el tiempo necesario para
su instalación. El principal factor que, según Manuel Cruces, determina la
dificultad en cada caso depende del realismo que se otorgue a los objetivos. Un
modo muy ilustrativo y recurrente de comprender esto es poner el proceso de
recuperación en paralelismo con otro tipo de afecciones,
por ejemplo, una lesión de
columna. Si con un perjuicio de tal gravedad se plantea caminar en menos de un
mes, se puede dar ya por seguro el fracaso. Los cambios concretos dependen de
la persona, pero a grandes rasgos la mente ha de hacerse flexible y comprender
más allá de lo que la enfermedad alberga.
“Creo que todos los trastornos de salud
mental, en general, tienen detrás la familia y la sociedad”, afirma Sandra
González Nieto, psicóloga de prácticas en el centro ABB de Fuengirola. Así,
según cuenta sobre su primera impresión, se trata de chicas “con ganas de salir
adelante, pero que no saben cómo”.
Sandra Alonso, de 19
años, recoge en su testificación la dificultad que implica esta lucha interna:
En los momentos de lucidez y aliento me animaba bajo la idea de un posible cambio, de llevar una vida normal, de salir del agujero. Pero recaía enseguida porque mi rutina estaba minada de pésimos hábitos. Pensaba que hasta el agua me engordaría, pensaba que un bocado de vegetal lo compensaban unas flexiones, que la delgadez era sinónimo de la belleza, que todos estaban en mi contra, que todos maquinaban, que no me dejaban vivir en paz, que era eso lo que me hacía triste. Pensaba que me quería morir, que no podía más, que no valía la pena continuar.
Aunque pueda parecer
contradictorio, la tormenta de emociones con que esta joven describe sus
costumbres antes del ingreso no es tan inusual como aparenta. El psicólogo
Manuel Troya, en su cuadro general de la teoría evolutiva de las emociones,
recoge hasta 428 matices que derivan de los sentimientos básicos: deseo,
alegría, afecto, rabia, miedo y tristeza. La rabia, por ejemplo, conecta en
esta línea con 116 matices. Conocerlos es una forma de estimular la inteligencia
emocional:
La
“titia” o “alagra” son nuevos matices aún no recogidos por el diccionario de la
lengua castellana. Designan a la alegría por la desgracia ajena y su término
proviene del alemán y el inglés.
Todo ello permite la diferenciación y clasificación que
ha dominado a la especie humana desde siglos atrás, y cuyo automatismo no
debiera, en cambio, definirla. El hombre no es solo hombre por su humanidad,
sino que sostiene en su interior el peso de lo que no existe, y es en el
carácter etéreo que hace distinto a cada individuo donde descansa la verdadera
riqueza de sus vidas.
El trabajo por
desarrollar, a corto plazo, pasa por la
elaboración de campañas para la concienciación de los TCA a todos los niveles,
así como por la creación de infraestructuras adecuadas para ingresos. Se hace
latente la necesidad de un hospital de día
que no suponga tan altos costes a los afectados. Como presidenta de
Ádaner, Rosa Sanz no culpa únicamente del retroceso de inversiones a las
administraciones, sino que acusa también la parte por confrontar de los
pacientes:
Somos nosotros los culpables, ya que muchas personas que padecen este trastorno reniegan de él y no muestran a la sociedad lo que conlleva. Se trata, así, de una enfermedad TABÚ cuyas consecuencias son generalmente infravaloradas por la sociedad.
Manuel Cruces, por su
parte, reconoce que, a nivel público, las alternativas disponibles no son
suficientes dada la alta incidencia social que tiene este trastorno. En cuanto
al sector privado, existen varios centros tanto a nivel local en Málaga como
nacional, así como hospitales o asociaciones que sin ser especialistas en TCA
atienden a usuarios/as con esta enfermedad.
Iniciativas como las
llevadas a cabo por miembros y pacientes de la fundación ABB pueden ser de gran
ayuda. Así, la red, trabajada como un factor de riesgo más donde el anonimato
ha propiciado la proliferación de páginas pro-anorexia, puede también
convertirse en un aliado a la hora de sensibilizar a los jóvenes a través de
las vivencias de pacientes y psicólogos que se unen para colaborar en el blog
oficial de la fundación. Son estas realidades, y no los ensayos que de ella se
han derivado, las que mejor explican lo que sucede.
“La teoría y la
realidad siempre tienen poco que ver, no es lo mismo leer en un libro que
hablar con una persona, sufrir con ella y vivir su problemática” afirma Sandra
González Nieto, quien destaca que, como todos los trastornos vistos en la
facultad, éste se estudia “deprisa y corriendo”.
Aunque todavía no se ha
alcanzado el nivel óptimo de conocimiento sobre los trastornos del
comportamiento alimentario, la magnitud de publicaciones ha ido en aumento con
respecto a estos últimos años. Cabe señalar que el volumen de la investigación
ha sido desigual para los distintos trastornos. La bulimia, por ejemplo, ha
sido con creces la enfermedad de la que más estudios se han derivado.
Los trabajos pioneros
en este campo fueron criticados por considerarse que se trataba de métodos
excesivamente rígidos como el uso de la intubación y altas dosis de clorpromazina, un compuesto empleado
como tranquilizante. Sin embargo, con el desarrollo de la terapia
cognitivo-conductual en la década de los ochenta, se introdujeron programas de
intervención destinada a modificar las interacciones familiares y a
proporcionar pautas de conducta para estos pacientes.
Con relación a los
tratamientos, la rehabilitación nutricional es el que hoy por hoy está mejor
establecido. Un buen programa de este tipo debe permitir recuperar peso de
forma controlada hasta llegar a un estado saludable. Queda demostrado que a
medida que los pacientes recuperan peso mediante esta rehabilitación mejoran en otros síntomas del trastorno
asociados a la ansiedad y el estado de ánimo.
Diferenciar entre la voz intransigente que
castiga la vida y la propia identidad es el primer tramo a recorrer. Luego, una
vez se llega a ser consciente de la enfermedad, trabajar la restructuración de hábitos alimentarios, la
estabilización cognitiva y emocional, así como
afrontar determinadas actividades cotidianas serán los pasos a seguir en
un tratamiento multidisciplinar, tal como indica Miriam Mariscal.
En su libro Cuando la comida es más que comida,
Geneen Roth refleja todo este proceso de mejora, así como hace un análisis de
lo que se esconde en cada bocado:
Comemos como vivimos: nuestra relación con la comida es el reflejo exacto de convicciones muy arraigadas sobre nosotros mismos. Todo lo que pensamos sobre el amor, el miedo y la transformación se expresa en cómo, cuándo y qué comemos. Por eso, la próxima vez que vayas a comer, DETENTE. No dejes de comer, sólo párate a observar lo que sucede en tu interior. En tu forma de comer reside la sabiduría, el camino hacia una figura más esbelta, sí, pero sobretodo hacia una relación enteramente nueva contigo misma.
Al igual que Forrest Gump revelaba a través del
calzado su forma de ser, se dan por desgracia multitud de historias tristes
manifiestas en la mesa. Según la leyenda india en la cual el anciano Cherokee daba
una lección a sus nietos, la lucha de todas estas jóvenes tiene lugar en el
interior de la persona:
Hay una batalla en mi interior. Es una pelea terrible entre dos lobos. Un lobo representa el miedo, la ira, la envidia, la pena, el arrepentimiento, la avaricia, la arrogancia, la culpa , el resentimiento y la inferioridad. El otro lobo es la alegría, la paz, el amor, la esperanza, la generosidad, la serenidad, la humildad, la benevolencia, la verdad y la fe. Esa es mi lucha y la de cualquier persona que viva, dijo el abuelo mirando a sus nietos.
Entonces, los niños, pensativos, preguntaron: ¿Cuál de los dos lobos ganará?
A lo que el anciano respondió: aquel al que alimentes.
Teresa Velasco Castillo 2014