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La vida es irónica:
Se necesita TRISTEZA para conocer la FELICIDAD, RUIDO para apreciar el SILENCIO y AUSENCIA para valorar la presencia

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domingo, 6 de septiembre de 2015

Confines

Que el atleta sea o no castizo es, a mi juicio, cuestión baladí. Los infortunios del hombre, como ya vaticinaba Pascal, vienen de no saberse estar quieto ¿Será ese casticismo la sombra de nuestras almas? ¿hasta qué punto necesitamos las fronteras?

En el fondo mi vida podría resumirse en impulsos momentáneos de optimismo durante los que entrego mis manos a la ingrata faena de la escritura, en contraste con ese abismo de incertidumbre que al término de cualquier ensayo se abre en una mente plagada de erratas. Entonces creo o más bien necesito de un ensalmo que bautice mi texto bajo el pseudónimo de la permanencia.

Siento, igual que Machado, una gran aversión a todo lo que escribo, solo que mi tortura se extiende durante todas las fases del proceso creativo. Por eso nunca llego a estar cómoda en la silla. De ahí que me dedique a correr. Porque necesito expresar lo inmediato en lo físico, dividir la tiranía del azar mediante la construcción imaginaria de un camino.

¿Es éste el origen de las fronteras (abstractas) que el hombre ha creado?,  ¿soy cómplice de las escenas de guerra que alcanzan occidente ya no solo por la tele?

Si es así, de nada vale mi poesía libre de estados de conciencia ajenos. La lírica ha pasado de padecer obesidad subjetiva a quedar raquítica en su plano más sensible para entregarse por completo a su facción somática. Esto es, ha pasado de ensalzar el amor platónico a entregarse a la más obscena pornografía.


Solo pido, después de todo, que me dejen morir por asfixia espiritual antes de arrojarme por los desfiladeros del caos anterior a la conciencia clara.  

Teresa Velasco Castillo