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La vida es irónica:
Se necesita TRISTEZA para conocer la FELICIDAD, RUIDO para apreciar el SILENCIO y AUSENCIA para valorar la presencia

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lunes, 30 de noviembre de 2020

YO YA NO TENGO EDAD

 

Desde que empezó todo esto del virus suelo leer o seguir  a veces los artículos de Juan Manuel Jiménez Muñoz. Me gusta, como hace tiempo solía pasarme con Reverte, la ironía mordiente con la que pueden llegar a vestirse las opiniones. Es por eso que le sigo, y, aunque soy partidaria de las lecturas reposadas ,me he pasado al vértigo de las redes desde que solo llego a casa para tumbarme a sentir el dolor de otro día. Otra paliza.

El caso es que, para mi sorpresa, ayer di con algo distinto. Un escrito sobre edades. Una especie de metáfora sombría que me ha dejado algo “pillada” porque,de pronto, no sé en qué edad ubicarme.

YO NO SÉ SI ESTOY EN ESA EDAD

Yo estoy en esa edad en la que toca abandonar la patria para marchar a la montaña. La edad en que Siddarta Gautama nació Buda. Cuando habló Zaratustra. Cuando el Cristo acabó la otra epidemia.

Estoy en un momento en que vivir me da, sinceramente, más miedo que morirme. La edad de darle forma  a la vida y su larguísimo poema.

Estoy en la estúpida etapa de creer que ya sé todo y así, discuto en la ignorancia cada día. Como el que encuentra en la aprobación de sus ideas donde hacerse fuerte.

Yo estoy en esos años en los que el metabolismo marcha a un paso caprichoso. En los que el “no hay dolor” se vuelve fingido, y correr con clavos es, simplemente, impensable. Estoy donde las “dietas milagro” se llaman voluntad.

Es la edad en la que, parafraseando a Lorca, “yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa”. El continuo hacer preguntas a una pizarra huérfana de profesor. Yo no sé si estoy en esa edad en que uno pierde el derecho a aprender, pero, me senté a resolver un problema con vectores y aquí estoy. No sé si eso soluciona algo.

Estoy en el momento de cambiar mi montura por un buen espejo. Unos años de identidad versátil y apariencias seguras. Es el punto y seguido que no sigue. La felicidad estancada en cuatro charcos esperando la lluvia en primavera.

Tengo el alma llena de gozo y sufrimiento a la vez y, no sé si estoy en la edad de resucitar a mi Dios o de hundirme con su sombra en la caverna. Es tiempo de aceptar la muerte. Es hora de afrontar la vida.

Ya va siendo edad de empezar a cumplir con mi condena.


Teresa Velasco Castillo

martes, 8 de septiembre de 2020

36 Subida al Pico del Veleta

 Decía Goethe que el talento se educa en la calma y el carácter en la tempestad. Posiblemente desconocía de la hazaña que supone escapar a la tormenta. Experimentar ambas y no cuestionarse por qué, es, precisamente, seguir tu Dharma.

Pueden escribirse muchas crónicas sobre el Veleta. Esta es la mía. Cómo lo viví. Cómo lo siento aún en mi rostro deslucido por más kilómetros que años.

No sé aún por qué tomé parte de esta prueba. Realmente no tengo respuesta a ningún porqué, pero nunca he estado tan convencida de que este es el camino correcto.

Cuando comenzó el confinamiento, mi pequeño mundo se derrumbó como las horas de sol en septiembre. Estar en casa es agotador. La convivencia es agotadora. Y estar solo, con uno mismo, para mi es aterrador. Necesitaba ruido para no escucharme. Necesitaba la verborrea de una cinta con su altavoz detrás para acoplar los pasos. Eso hice. Una rutina tan férrea que me ha devuelto a la nueva normalidad con más fondo que antes.Luego fue el caos. La fase cero. Había que huir y agotarse y no dormir y así prescindir del altavoz y la cinta.

Ahora que por fin hemos salido de la caverna, volvemos a ser niños haciendo preguntas incómodas a un gobierno huérfano de reyes. Mahat se ha vuelto manifiesto en todas las cosas presentes. Pero el VELETA, con mayúsculas, es correr la cortina de la tempestad.

Son tres paisajes tan distintos que oscilan desde la noche más oscura, hasta la brisa cortante de la cima. Es tanta la belleza y el dolor junto que el tiempo y el espacio se desvanecen.

No puedo evitar identificarme con Forest Gump. Mi segundo papá dice que no me fíe de él. Que el cine nació para engañarnos. Pero yo pienso que la vida es experiencia y poco más. Las cosas que vienen y salen de la buena voluntad no tienen nombre. Samadhi. Nirvana. Moska. Qué más da. La cuestión es correr más allá de la tormenta.