Martin Seligman, profesor de psicología en la Universidad de
Pennsylvania en EEUU, es a día de hoy noticia debido a la dura labor que ha
realizado en torno a investigaciones sobre la depresión y que le han permitido
situarse como uno de los mayores impulsores de la denominada Psicología
Positiva.
Recientemente, ha sido entrevistado por Eduard Punset en el
programa “Redes” donde para la emoción positiva propone una serie de ejercicios
que hoy quisiera poner en práctica.
Concretamente, en el segundo ejercicio, nos pide pensar en
alguien importante a quien nunca hemos agradecido lo suficiente su atención y,
a continuación, propone un escrito de 300 palabras en que demos las gracias a
esa persona por formar parte de nuestras vidas. Pues bien, ahí va mi agradecimiento a la persona que me ha dado
la vida y me la da cada día:
Enfocar las decisiones en el futuro ha marcado mi vida.
Estudiar para un mejor trabajo, para un peldaño más en la pirámide de Maslow,
para Dios sabe qué, una vez aseguradas las necesidades más básicas. Las
consecuencias siempre, SIEMPRE, han recaído sobre mi madre.
Mi frustración, mi insatisfacción en las relaciones
personales, mi enfermedad y mi cura, mis logros y todo su peligro... esa manía
de estar en constante tensión con el entorno y rentabilizar cada decisión hasta
su límite.
Y bien, todo eso materializado en el imposible de la
pretendida separación entre la vida personal y el ambiente laboral que al final
estalla sobre la mesa de la cocina en forma de “no me hables” porque desato el
caos.
Pero mi madre no es una persona de palabras. Ella está
hecha de silencios cuidadosamente estudiados y medidos que suplen las palabras
muertas sobre la comisura de sus labios. Ella dice con sus ojos “te estás
equivocando” o “estoy contigo cuando estés preparada para estar con alguien”.
Ella te mira y te embarga cualquier deseo de romper con esa corriente de fuerza
migratoria. Entonces, el pájaro de mi pecho se espanta y el árbol sigue dando
sus frutos sin que nadie de las gracias al espantapájaros que es mi madre.
Hay mucho de filantrópico en su tarea. Se trata de pagar con
la moneda del tiempo y esperar a cambio el milagro de que sea el otro quien
alcance el éxito. Delegar la felicidad sin saber que a algunos nos viene
grande.
A veces quiero preguntarle cosas y cuando llego no siento mi
voz más allá de ese pensamiento esclavo. Entonces ella adivina lo que invento,
y yo sigo inventando por ella y por la felicidad que un día delegaré en la
persona adecuada.
Quiero agradecer personalmente cada céntimo en gasolina y
sudor por recogerme y llevarme a los sitios que me tocó vivir. Como el común de
los mortales, yo soy esa gente que corre porque, ya lo decía Gloria Fuertes,
“no sabe dónde va”.
Quiero agradecer personalmente cada abrazo al borde de la
envidia, al borde del éxito, al borde del suicidio, al borde de la cama antes
del borde del sueño.
Siempre estaré orgullosa de mi herencia: la educación.
Educación en la escuela, en valores y en refranes que han hecho que hoy pueda
conocer a mi bisabuela a través del cauce oral de sabiduría que supone el
boca-oreja. “Algo tendrá el peine, cuando no peina”, “ a quien madruga, Dios le
ayuda”, “meterse en camisa de once varas”, “a caballo regalado no le mires el
diente”, “a buen entendedor, pocas palabras”,
“ el que la lleva la entiende” o “estar a las duras y a las maduras”
como bien ha estado mi familia conmigo.
Me siento orgullosa, Dios sabe hasta dónde, cuando alguien
dice que nos parecemos. Está claro: “quien a los suyos parece, honra merece” y
a mi me encanta la nariz de mi padre o esos ojos, que aunque marrones,
conservan la apertura característica de la rama Castillo. Me gusta tomar el sol
“como los lagartos” porque a mi abuelo le llamaban “el lagartijo” y sé que
poseo el “don” de los Velasco para quedarme dormida en cualquier momento y
circunstancia.
Así que agradezco ser quien soy y siento no poder hacer más
por conservar valores que de antaño constituyen al hombre justo que encarna mi
madre: templanza, honradez, conocimiento y altruismo.
En resumen gracias por ser mi profesor, conductor, guía,
cocinero, nutricionista, asesor, médico, técnico, amigo, compañero y toda esa
larga lista de profesiones que se recogen en la sola profesión de ser madre.
Gracias.