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La vida es irónica:
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martes, 31 de octubre de 2017

El loco de mi pecho

Hoy llevo un loco cosido por el pecho. No sé lo que siento. Esto de ser humana me supera y sin embargo, aquí está la poesía para mantenerme a flote otro martes. Os dejo con mi último poema. Pasen una feliz semana: 


Sentir como mis labios se desprenden de los tuyos,
como tiembla el verbo en la lectura táctil de los cuerpos
y sufrirse como un loco entregándose a cada beso
defendido en el aire muerto de los cigarros que sellas

Qué sorpresa ser humano, esta forma infeliz de niño.
Sentir los nuevos pliegues que cansados se conjuran,
ese barrunto de pasión en el espejo de los otros,
esta carne de lo absurdo interrumpida por la arruga

Se avanza a tientas con los años y el árbol se florece,
pero un día, como por suerte, ves las hojas caer.
Ves el fruto que se agosta y los sueños quedarse
en el limbo de no saber qué hacer con la corteza.

Qué sorpresa saberse condenado por lo común,
por la opaca incertidumbre del amor del que fui cómplice,
por los labios aún prendidos en el fuego del tabaco
y la sonrisa entregada para siempre en la tormenta

Ser humano no es tarea fácil, y sin embargo,
quise ser por sentir tu herida en mi garganta hablando.
Quién diría que estos poemas mantendrían
al loco de mi pecho caminando



 Teresa Velasco Castillo

jueves, 26 de octubre de 2017

¿Y tú por qué empezaste a correr?

Todos hemos tenido una primera vez. Un primer día de colegio, un primer apellido, un primer compañero de equipo, una primera puesta en escena o una primera borrachera. Todos, incluso los menos lanzados, han tenido primeras experiencias en campos tan amplios como la población de esta gran ciudad que es nuestro planeta azul.

Los integrantes de ASICSFrontRunnerSpain team comparten, en este caso, su “primera vez” a través de las redes y en sus perfiles oficiales en la web, muchos de los cuales me han hecho sentir identificada y lanzarme hoy a contar mi experiencia en el mundo Runner.

Para empezar, cuando yo corría, el running como tal no existía. Estaba el Nerja, la escuela de atletismo por antonomasia en Málaga, y unos cuantos grupos de veteranos que se reunían para entrenar bajo la forma jurídica de club.
Yo tendría unos 8 años y un alma falta de nutrientes simples que ampliasen la perspectiva sobre mi ser más allá de lo que dijesen los compañeros de escuela. Por supuesto, ni por asomo sospechaba de mis necesidades, ni mucho menos conocía las posibilidades que podía ofrecerme este deporte, pero como todos los niños/as empecé imitando y, a día de hoy, no he encontrado aún mejor referente que mi padre.

Todavía recuerdo aquella tarde de octubre con la que inicié mi andadura por este mundo fuera de los test y eventos asignados a la educación física en colegios. Le pedí que me llevase con él y fuimos hasta el famoso tranvía, con paso torpe, comentando lo “polvorillas” que eran los niños de la clase y como, con esfuerzo y tiempo, llegaría a ganarles algún día. 
Y así fueron pasando las semanas y con perseverancia llegué a mi primera gran carrera popular en la barriada del Palo, donde algunos de esos compañeros participaban.

No dormí la noche anterior. Tampoco  pude desayunar. Todo lo que hoy me resulta minúsculo era entonces tan inmenso que parecía que el tiempo no pudiera guardarlo. 
Edición de 2007, con 13 años. 

Cuando el organizador, después de un largo discurso, soltó aquel disparo de plomo, eché a correr con mis dudas a cuesta y, tan solo con doblar la esquina, éstas se habían ya disipado. Me hice con un tercer puesto. Suficiente para que cada año siga participando en una prueba que se ha transformado casi en un evento familiar.

Suficiente para  engancharme hasta los huesos de un deporte que me ha dado y me ha quitado todo: amigos, salud, felicidad, miedos, momentos únicos, pero, sobre todo, primeras veces.

Dieciséis años después la pregunta “¿Qué tendrá el running que nos hace adictos?” sigue siendo un misterio, para mi sin respuesta. Diría que es el nutriente esencial que mi YO necesita, pero ya se sabe que los estudios nutricionales cambian cada día. Así que si sabes algo, no dudes en dejar un comentario.


Teresa Velasco Castillo


martes, 24 de octubre de 2017

LIBERANDO LA VOZ DEL POETA

Buenos días y feliz martes. Aquí os dejo con el poema de la mañana para ir soltando adrenalina: 

Yo quiero ser del mármol la penumbra de tu rostro.
Un calco del cielo como nube imprevista.
Yo quiero ser la lluvia que eterniza su perfume
y disipa mariposas con sus mares de plomo.

Yo quiero desnudar la ausencia que somos
y, en la intimidad de nuestros cuerpos,
ser de sus blancos refugios
un deseo de formas que oculta paisajes.

Yo quiero llevarte vencida, donde el sueño ya no cabe,
donde  no quepa en mí lo que te quiero,
donde encontrar remedio a lo que escribo.
Yo quiero ser del camino, donde sestea el caminante.

Y escribo corazón, donde la memoria ardía,
en su explicación posible, una pintura adolescente,
un canto firme a los esfuerzos de la causa

Yo quiero ser de tu pañuelo, nuestra herida,
como esa estatua de sonrisa incandescente,
ser autora y a la vez imperfecta en puño y letra.
Escribir por librarme de la voz del poeta.



 Teresa Velasco Castillo

lunes, 23 de octubre de 2017

Carrera Urbana de Málaga 2017: mucho más que una prueba multitudinaria.

Se engrosen o no las cifras, es evidente que la pasión por el “running” ha ido increscendo en los últimos años y, en su 39 edición por las calles más céntricas de Málaga, la carrera del Corte Inglés reunió ayer a cerca de 20.000 corredores de todas las edades.

Ahora bien, calzar las deportivas un día al año no te hace corredor, ni mucho menos atleta, igual que escribir un libro no significa ser escritor, ¿o sí? ¿qué requisitos cumple un corredor para ser considerado como tal en su esencia? ¿existe un manual relativo que recoja los pasos a seguir para convertirse en atleta?

Es probable, pero la respuesta es más simple que todo eso. Se trata de algo contundente, una idea comparable al texto de Rilke con el que despejaba mis dudas camino de otro lunes, mientras leía la reflexión de Daniel Moscugat acerca de ser o no ser poeta:

<< Entre en sí mismo. Investigue el fundamento de lo que usted llama escribir, compruebe si está enraizado en lo más profundo de su corazón; confiésese a sí mismo si se moriría irremisiblemente en el caso de que se le impidiera escribir.>>

En otras palabras, si usted muere un poco cada vez que no corre, entonces, tenga por seguro que es un atleta. Si alguna vez, de reojo, ha mirado con miedo su talón dolorido. Si con cada zancada siente que disipa sus fantasmas. Si el reloj es su refugio y su enemigo. Entonces, amigo, está perdido, porque no hay intervalos ni avisos de la boca al corazón y viceversa.

Confieso, más para mi que para el resto, mis ansias de “eterno limitado” y alabo las formas numéricas del desorden de los pasos. La corriente del tiempo, cuando corres, se estrecha más hacia el minuto presente y usted lo sabe, amigo, si hubo un momento en que dijo “quiero ser atleta” o lo que es más grave “quiero acabar un maratón”.

Así se fue tejiendo un sentimiento inefable que sostiene estas dos piernas que cruzan un año más la meta. Una prueba como un vaso de agua dulce, que fue mi reto, mi maratón y mi horizonte más virgen.

Una carrera popular que junta los grandes vidrios de la solidaridad y la superación. Porque hoy somos 20.000 los que pisamos fuerte sobre el vientre de las calles para hacer sonar nuestro himno de compás improvisado. Somos un tiro en el alma de las banderas que no nos representan, frente a la mar de mi tierra otro octubre de verano.

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Teresa Velasco Castillo

viernes, 20 de octubre de 2017

Aprendiendo a ser feliz

Martin Seligman, profesor de psicología en la Universidad de Pennsylvania en EEUU, es a día de hoy noticia debido a la dura labor que ha realizado en torno a investigaciones sobre la depresión y que le han permitido situarse como uno de los mayores impulsores de la denominada Psicología Positiva.

Recientemente, ha sido entrevistado por Eduard Punset en el programa “Redes” donde para la emoción positiva propone una serie de ejercicios que hoy quisiera poner en práctica.

Concretamente, en el segundo ejercicio, nos pide pensar en alguien importante a quien nunca hemos agradecido lo suficiente su atención y, a continuación, propone un escrito de 300 palabras en que demos las gracias a esa persona por formar parte de nuestras vidas.  Pues bien, ahí va mi agradecimiento a la persona que me ha dado la vida y me la da cada día:

Enfocar las decisiones en el futuro ha marcado mi vida. Estudiar para un mejor trabajo, para un peldaño más en la pirámide de Maslow, para Dios sabe qué, una vez aseguradas las necesidades más básicas. Las consecuencias siempre, SIEMPRE, han recaído sobre mi madre.

Mi frustración, mi insatisfacción en las relaciones personales, mi enfermedad y mi cura, mis logros y todo su peligro... esa manía de estar en constante tensión con el entorno y rentabilizar cada decisión hasta su límite.

Y bien, todo eso materializado en el imposible de la pretendida separación entre la vida personal y el ambiente laboral que al final estalla sobre la mesa de la cocina en forma de “no me hables” porque desato el caos.

Pero mi madre no es una persona de palabras. Ella está hecha de silencios cuidadosamente estudiados y medidos que suplen las palabras muertas sobre la comisura de sus labios. Ella dice con sus ojos “te estás equivocando” o “estoy contigo cuando estés preparada para estar con alguien”. Ella te mira y te embarga cualquier deseo de romper con esa corriente de fuerza migratoria. Entonces, el pájaro de mi pecho se espanta y el árbol sigue dando sus frutos sin que nadie de las gracias al espantapájaros que es mi madre.

Hay mucho de filantrópico en su tarea. Se trata de pagar con la moneda del tiempo y esperar a cambio el milagro de que sea el otro quien alcance el éxito. Delegar la felicidad sin saber que a algunos nos viene grande.

A veces quiero preguntarle cosas y cuando llego no siento mi voz más allá de ese pensamiento esclavo. Entonces ella adivina lo que invento, y yo sigo inventando por ella y por la felicidad que un día delegaré en la persona adecuada.

Quiero agradecer personalmente cada céntimo en gasolina y sudor por recogerme y llevarme a los sitios que me tocó vivir. Como el común de los mortales, yo soy esa gente que corre porque, ya lo decía Gloria Fuertes, “no sabe dónde va”.

Quiero agradecer personalmente cada abrazo al borde de la envidia, al borde del éxito, al borde del suicidio, al borde de la cama antes del borde del sueño.

Siempre estaré orgullosa de mi herencia: la educación. Educación en la escuela, en valores y en refranes que han hecho que hoy pueda conocer a mi bisabuela a través del cauce oral de sabiduría que supone el boca-oreja. “Algo tendrá el peine, cuando no peina”, “ a quien madruga, Dios le ayuda”, “meterse en camisa de once varas”, “a caballo regalado no le mires el diente”, “a buen entendedor, pocas palabras”,  “ el que la lleva la entiende” o “estar a las duras y a las maduras” como bien ha estado mi familia conmigo.

Me siento orgullosa, Dios sabe hasta dónde, cuando alguien dice que nos parecemos. Está claro: “quien a los suyos parece, honra merece” y a mi me encanta la nariz de mi padre o esos ojos, que aunque marrones, conservan la apertura característica de la rama Castillo. Me gusta tomar el sol “como los lagartos” porque a mi abuelo le llamaban “el lagartijo” y sé que poseo el “don” de los Velasco para quedarme dormida en cualquier momento y circunstancia.

Así que agradezco ser quien soy y siento no poder hacer más por conservar valores que de antaño constituyen al hombre justo que encarna mi madre: templanza, honradez, conocimiento y altruismo.

En resumen gracias por ser mi profesor, conductor, guía, cocinero, nutricionista, asesor, médico, técnico, amigo, compañero y toda esa larga lista de profesiones que se recogen en la sola profesión de ser madre. Gracias.


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lunes, 16 de octubre de 2017

La generación perdida

“Para café, café, cómprese una cafetera.” Algunos recordarán aquel eslogan que, queriendo vender café, acabó por convertirse en la realidad de nuestros días. Si queremos “cine, cine” tendremos que hacer nuestra propia videoteca y si se trata de buenos documentales, “despedida y cierre” es lo mejor que vamos a encontrar en los medios.

Este 18 de octubre se cumple un mes desde que en mi familia nos suscribimos a Netflix y, sin desdeñar los servicios que la compañía ofrece, ésta deja mucho que desear en cuanto a oferta documental se refiere.  El gusto por buenos contenidos, parece, quedó enterrado junto a la generación perdida, y no me refiero a Fitzgerald o Hemingway, sino a gente común que marcó una tendencia basada en los buenos modales y el trabajo. Todo ello sin acceso a la educación, los libros, las redes o el conocimiento que hoy están al alcance de un niño/a.

Hablo de aquellos que llevan las condecoraciones debajo de la camisa y el dolor en el alma, pero fuera, fuera siempre  saludaban con un  “buenos días”. Hablo de los que no conocían más fórmula para las matemáticas que el trabajo, de los que preguntaban por los demás antes que por ellos. Hablo de los que van al cielo cerrando uno de los capítulos más tristes de este país.

Hombres y mujeres que nunca habrían imaginado incendios como el de hoy en Galicia porque respetaban la madre tierra por encima de todo y sin rencores. Nadie les pedía sensibilidad, les era innata, ¿debería serlo?
Desde luego, no es la mejor circunstancia la de ser honesto por los empedrados de nuestra sociedad.  Interesa más bien distraer la vista a propósito y permanecer con los ojos emborronados por películas Blockbuster  de las que fácilmente vemos en Netflix.

Con ello no reprocho a mis coetáneos entre los que se encuentra la generación “ni-ni”, pero también la generación más formada y abierta al mercado internacional que nunca hemos tenido en España.

No todo es éxodo y llanto, como decía Manuel Alcántara esta mañana en su columna. Así que yo, como él, también creo que hay motivos para brindar y hoy quisiera hacerlo por una generación que muere desde el silencio en una humanidad ensordecida por el ego.  


Teresa Velasco Castillo

lunes, 9 de octubre de 2017

No sé no ser nada

Breve autobiografía a primera hora de la mañana. Disfruten su lectura y sean ustedes mismos en ella:


Desde mi más tierna infancia fui una trampa lógica,
una lengua que no apaga los sabores como el resto,
un exceso de nada que no procede de ninguna
comparación conocida.
No he sabido ponderar ningún día
y ninguna piedra y ninguna nube sobre la misma.

Ya en mis primeros años, dejé de ser una estrella
para ser el espacio atravesado por sus rayos.
Porque “yo soy así” es un espacio muy limitado,
y siempre fui ancha de hombros y de vista.

No he logrado amar a nadie menos que a mi
y cuando me he querido no he sabido cómo,
ni cuando, ni por qué la vigencia de mis opiniones
es tan escasa como ridícula lo es la inmensidad.

Yo no fui  quien escogió colocar las palabras
con amor, preservando su autonomía sin que
se sientan solas, como yo bien me he sentido.

Así que, desde lo inverosímil o el papel en blanco,
el fondo es lo único que me importa.

Un experimento de poeta sin certificado oficial
que recibe la vida con cierta perplejidad  e inquietud,
un artista poco fotogénico, más bien nada, para
un mundo inspirado en circunstancias.

Mi condición nace de un perpetuo “no sé”
Y un efímero ser nada.

Teresa Velasco Castillo

Por amor me han dicho

Para empezar la semana, quiero dejar a un lado la política, los eventos, el trabajo y hacer una inflexión sobre un sentimiento que ni siquiera sé si he sabido expresar. Para mi sorpresa (pues rara vez hago hincapié en la estética) el resultado ha sido un poema bastante formal, tal vez como consecuencia de buscar modelos releyendo clásicos. En cualquier caso, espero que lo disfruten y empiecen el lunes con buen pie. 




<<¡Oh muerte!, ven callada
como sueles venir en la saeta>>
                        Dámaso Alonso


POR AMOR ME HAN DICHO

Si no me hubieran dicho que era amor aqueste frío
de rayos coronados y de sol perseguido,
mi beso hundido en la resaca de tu abrigo,
este mar casi metálico de estío.

Amor, ya se acabó este alboroto, digo
si por amor se entiende el desconcierto,
la ambición por morir en un abrazo,
candido metal de carne y hueso.

Si no me hubieran dicho por amor colmena,
enjambre de ilusión y miel de hogar,
vivir sin que la vida –déspota- te posea,
aborrecer el vicio de escribir, y solo amar

Si no me hubieran dicho que era amor esta pregunta,
una vida mediana llevaría mi nombre
y por respuesta la muerte a los pies atada

Amor, no te vengas escondido en las saetas.
No burles la esperanza de los hombres
que yo he sido la muerte de tu espada,
y mi voz el ruido que la muerte calla.



 Teresa Velasco Castillo 


viernes, 6 de octubre de 2017

La condición indispensable del saber

Si algo puedo sacar en claro del “Procés” catalán es que el saber no es condición indispensable para lanzarse a opinar en redes dejando seco el tintero de las emociones. Pero, ya lo decía Samuel Johnson, “que la gente vulgar exprese sus ideas con claridad está lejos de ser cierto” y con ello no llamo a la censura, si no a la cordura de los medios, supuestamente el cuarto de los poderes desaparecidos.

Hay, en todo este conflicto, un lenguaje que rezuma hipocresía y patriotismo y lo que más me preocupa es su propagación entre las masas, así como se reproducen hasta los términos de un estanque las ondas provocadas por la caída de una piedra.

Que Pep Guardiola o Gerard Piqué no puedan defender su causa sin recibir insultos, me preocupa.  Que los hijos de guardia civiles vayan a la escuela con la cabeza gacha, más que preocuparme, me asusta.

Porque en un pueblo ansioso de compromiso, cada término venido desde arriba  se perpetúa y consagra sin la comprensión y contextualización que debiera acompañarle.

Se habla de aplicar el artículo 155 de la Constitución cuando el Senado anda de vacaciones y más dividido aún que la sociedad catalana. Las autoridades independentistas han atropellado las leyes de forma inaceptable, sin Reconquista ni “historicismo” que valga. Y nosotros seguimos mandando chistes por WhatsApp.

La sociedad se encuentra dividida, vaga, ansiosa, perdida y disgustada de su estado actual y el anterior en que vivía como una joven que sale de la adolescencia rompiendo con los juguetes que conformaron su infancia. El problema, es que esta niña no encuentra un referente paternal que la guíe y, en su lugar, los representantes continúan anclados en la indigencia política y el no diálogo.

La derecha histérica no puede admitir que tarde o temprano se consulte a los catalanes sobre aquello que todos nos preguntamos “¿cuántos verdaderamente quieren la independencia?” Y la izquierda, más y menos moderada, no va a hacer la excepción de asociarse con nadie y perder votos.

El Rey, en su discurso, se muestra autoritario e intransigente, pero, ¿qué esperan de alguien cuya función está encasillada y obsoleta? Si España no se considera suficientemente adulta como para no depender de esta forma de Estado, no pidan encima un rey republicano, que ya bastante incoherencia es tener dos reyes y que no trabaje ninguno.

En resumen, la palabra independencia se ha convertido en un síntoma de ignominia tanto para los que son partidarios de la misma como para los que prefieren la unidad. Se ha simplificado todo al sí o no, pasando por alto la reforma institucional como elemento indispensable para crecer y aceptarnos sin quebrar el permiso paterno.

El Govern catalán ha despreciado cualquier alternativa con la esperanza de un  convite incierto que espera que paguemos los españoles. La respuesta no es matarlos de hambre, sino comprender el carácter de cada ingrediente del conflicto con el auxilio de una reflexión sólida.

Teresa Velasco Castillo