Es increíble el poder del inconsciente que, queriendo escribir de la vida, siempre acabo hablando de la muerte. Espero que les guste este poema de desamor.
EL INQUILINO
En un trastorno de desiertos amueblados,
que viva y muera mi
palabra al mismo tiempo
es la ironía con que decimos cierto
que nada o todo debería
haber cambiado.
¿Qué puede hacer una niña atrapada
en un cuerpo de mujer con vocación moribunda?
Para hacer justicia, infancia mía de polvo, escala de gris.
Indiferente se ha vuelto la vida,
cuando es sin ti.
¿Qué espíritu ruin, negro y desprendido de moral
me acusa de hurtar las flores del desierto?
Que con enhiesto, firme pavimento
habré de enfrentarme a mi ventura,
la locura con que azoto oscuridades
buscándote en los ecos que retienen tu voz.
Cierto, no merezco los muebles de mi cuerpo
¿para qué si tú no pagas tu alquiler?
Deja mi alma en su ciudad talada,
cierra ventanas, que con el frío no se cuaje tu recuerdo,
pero abre la puerta de mi piso por si pasa un nuevo
inquilino.
Teresa Velasco Castillo