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martes, 26 de septiembre de 2017

La sanidad, ¿vela por la salud?


Seguramente, si has tratado con alguien mayor que tú, habrás oído aquello de que antes no existían tantas enfermedades, pero ¿existen realmente? Y, de ser así ¿cuál es su causa u origen?, ¿se debe el incremento de patologías únicamente a la mutación de microorganismos?

Desde el origen de la medicina con Hipócrates, son muchos los elementos que se han ido introduciendo en el ámbito farmacológico y de la salud, si bien, lo que más debería llamar la atención de los medios es la insondable tergiversión del célebre juramento hipocrático que sentó las bases para una práctica consecuente de la disciplina.

Ya en la República de Platón vimos cómo la sociedad enferma surgía de un conflicto de intereses entre nuestra posición como mercenarios y artesanos ante un mismo escenario. A día de hoy, la brecha entre el negocio de la enfermedad y el enfermo es tal, que preferimos cronificarnos y asumir los gastos en lugar de afrontar el abismo.  ¿Dónde queda el valor humano por tomar parte de la sociedad que nos rodea?

Asumimos que los gastos en investigación para sacar un nuevo fármaco a la luz son enormes. Casi tanto como lo que gana un futbolista. Pero basta leer la letra pequeña del prospecto para conocer los efectos secundarios.

En 2012, un artículo del British Medical Journal señalaba que, frente a los 1.300 millones de dólares que se cree, cuesta esta inversión, el coste medio de un nuevo medicamento se sitúa en torno a los 60 millones, de los que un 84% es financiado entre el Gobierno y el consumidor. Esto es, la empresa farmacéutica alcanza tasas de ganancia del 20%, superando ampliamente el 15,8% de los bancos comerciales a los que tanto nos cuesta rescatar.

Esto debería bastar para motivar al sector hacia el avance y descubrimiento de productos cuya función final es la de salvar vidas. Sin embargo, el círculo del 99 extiende su mancha también hacia la salud y, con la idea de prolongar el negocio, en lugar de curar enfermedades nos convierten sistemáticamente en pacientes. Las enfermedades llevan a las medicinas que llevan a más enfermedades y, así, el crecimiento pasa a ser exponencial.

Existen, no solo estudios, sino artículos y reportajes que deberían abrirnos los ojos al respecto, si bien los medios de masa, principalmente el telediario, no ayudan demasiado.
Si definimos a la farmacéutica como un sector empresarial que pretende la ampliación de su beneficio con el mínimo de costes, no debemos entender el sector de la comunicación como algo muy distinto. Cuando en el mercado se introduce un nuevo producto, éste será noticiable por el factor novedoso y, por consiguiente, se destacarán sus propiedades haciendo hincapié en el gran avance que supone para la humanidad.  Nada que ver con la realidad.

Los países conceden patentes por 15 años a las empresas farmacéuticas que comercializan su producto como marca registrada durante este tiempo. Una vez la patente expira, el producto se convierte en genérico y su explotación se extiende a todo el público. Es entonces cuando la industria “invierte” en lo que se conoce como medicamentos “yo-también”; una gama de fármacos que suplen las mismas funciones que el anterior con un pequeño diferencial.

Según datos de la FDA estadounidense (el organismo que autoriza a la venta de estos fármacos) solo un 20% de la inversión se destina a productos que aportan una mejora terapéutica notable. El resto serían medicamentos “yo-también”.

Mientras tanto, siguen aumentando las cifras de fallecidos por las conocidas como enfermedades “olvidadas”, en su mayoría enfermedades tropicales que no interesan al negocio.
 En 2001, el grupo Médico Sin Fronteras publicó un informe titulado Desequilibrio fatal donde se concluye que las patologías que afectan principalmente a sectores deprimidos de la población mundial no tienen demasiadas opciones terapéuticas disponibles y no se pretende su investigación.
El 90% de los recursos sanitarios se dedica a la investigación de enfermedades que afectan solo a un 10% de la población, localizada, obviamente, en países desarrollados.

Al final, cuesta más camuflar todo este esquema de negocio que una práctica consecuente y profesional en el ámbito de la salud y conseguir un organismo verdaderamente independiente que regule el sector. Pero harán falta muchos lectores de letra pequeña para cambiar la forma gráfica del prospecto.


Teresa Velasco Castillo


lunes, 18 de septiembre de 2017

Vuelve la luz de los sueños

Buenos días. Comienzo la semana compartiendo este poema de temática rutinaria y algo contagiado de hastío. Espero que lo disfruten más allá de su contenido. 

Vuelve la luz de los sueños, luego de no haber dormido,
después de no haber despertado, colocando a cada cuál en su sitio,
viene, abriéndose paso, inexorablemente lo mismo.

Suceden los días por el cansancio de las cosas,
deshojando ocasiones, deshabitando el cielo de estrellas.

Así, en la vigilia, soporte malogrado,
rigurosa costumbre por que pasan a ciegas
las cosas más bellas por el ojo humano

¿Hacia qué lado emprende el vuelo la gaviota?
¿Cuál destino augura a aquellos ríos?,¿ en qué mar
desembocará la espera?

Puede volver el sueño, a sorprenderme despierta,
a esparcir de disimulo mis grietas
a matar el tiempo y con el tiempo al poeta.

Puede venir y visitarme la muerte
con su áspero perfume y su ahogada presencia.
Expropiar a la felicidad del deseo,
exiliarme del vacío de no tenerte

Y así, en la condena del sucederse,
esperaré con anhelo de sus labios consuelo
hasta verme arrojada a la luz de los sueños.




Teresa Velasco Castillo. 

miércoles, 13 de septiembre de 2017

LA REPÚBLICA DE PLATÓN

Hice este resumen con la única intención de entender mejor mi lectura y hacer más provechosa la misma. Comparto este trabajo para todo aquel a quien pueda serle útil. 

RESUMEN

La República o El Estado constituye un conjunto de diálogos durante los cuales Sócrates trata de ilustrar a los jóvenes y de alcanzar una conclusión acerca del hombre justo a partir de la creación de un “Estado justo”.

La obra se compone de diez libros a través de los cuales el diálogo toma su forma y por los que pasan diferentes interlocutores, algunos de los cuales representativos de una forma de pensamiento y otros como meros elementos secundarios que permiten sostener la trama.

Libro 1:  Aunque formalmente no se encuentre dividido en secciones, el tono del diálogo, aparición de personajes e hilo argumental permiten separar este libro en una primera parte de carácter más introductoria y una segunda, más extensa, que constituye los cimientos para el resto de libros.

Primera parte

Sócrates y Glaucón son invitados a conversar con Céfalo y Polemarco (padre e hijo respectivamente) en su casa.
La conversación que aquí se reproduce comienza como un encuentro habitual entre dos amigos o conocidos donde entre otros aspectos, Céfalo destaca la visión de la vida que le otorgan los años. Es entonces que Sócrates pregunta acerca de la economía a su amigo y abre con ello el tema que nos acompaña durante todo el libro: ¿en qué consiste ser justo?
Para Céfalo vivir bien, es hacerlo conforme a las leyes, pagar las deudas, dar a cada cual lo que se debe, cosa que le permite el dinero. Sócrates anula sin mucha complicación esta idea al trasladarlo al plano de la amistad. Si un amigo nos presta un arma, nuestro deber es devolverla, pero si sabemos de antemano que éste no se encuentra en su sano juicio mental ¿hacemos bien en poner una pistola en su  mano?
Interviene entonces Polemarco para matizar que la justicia es “hacer bien al amigo y mal al enemigo” lo que deriva en una respuesta algo más elaborada donde debemos hacer frente a varios elementos de una misma cuestión:

a)      cómo hacer bien a un amigo
b)      qué es un amigo
c)      ¿puede un hombre justo hacer mal a otros?

Para hacer bien a un amigo, todos convienen en que es necesario partir de un conocimiento de aquello que le hace bien, y este conocimiento, es lo que va a establecer las bases de la justicia para Platón, el principio de especialización.
Cada artesano posee una serie de conocimientos particulares en su arte que debemos trasladar a un saber de carácter global para hallar al hombre justo. La filosofía, que se pregunta por la totalidad de todo aquello que existe, sería por consiguiente necesaria en una sociedad justa.

Segunda parte

Trasimaco, sofista poderoso que rechaza la metodología retórica de Sócrates, interviene en el diálogo de forma abrupta y agresiva para defender el comportamiento injusto como el más provechoso para el hombre y dando una visión particular de la justicia como aquello que es más beneficioso para el más fuerte.
Por esta norma, el más fuerte haría las leyes a su juicio, y el cumplimiento de las mismas por el resto de civiles sería aquello necesario para la sociedad justa.
Sócrates, en respuesta, no niega del todo la valía del hombre fuerte, sino el hecho de su actuación egoísta. Para Sócrates, debe gobernarse pensando en el pueblo y siempre en base al conocimiento, por encima de la fuerza. De este modo plantea la hipotética situación de que el líder se equivocase en sus leyes provocando una disonancia al hacerlas respetar, pues se dañaría a si mismo a través del pueblo. Pero esto no vale a Trasimaco que defiende la figura del líder como la de un hombre incapaz de equivocarse.
Retomamos aquí el elemento de la especialización. Cada arte tiene un objeto propio de beneficio y la del gobernador es el beneficio de aquellos a los que gobierna. Igual que un médico velará por la salud de su paciente, el jefe de Estado lo hará por los miembros de su polis.
Trasimaco, ya batido, recurre a la imagen del pastor poderoso y sus borregos: ¿piensa el pastor en el beneficio de su rebaño?

Aunque Sócrates creía dar por cerrada la conversación, la cuestión de Trasimaco deja inquietud entre los jóvenes que, aun admirando los valores que se atribuyen a la justicia, coinciden en que el hombre, por naturaleza, obra de manera injusta en el momento en que encuentra ocasión. Para personificar tal enunciado, Glaucón cuenta la leyenda de Gijes, pastor del rey de Lidia. El humilde pastor, un día, encuentra un anillo que le otorga la posibilidad de volverse invisible y, de este modo, empieza a cometer toda clase de injusticias cuando no puede ser visto.

Para Sócrates no es sencillo enfrentar este punto, y, aunque ofrece algunas soluciones superficiales en el segundo libro, necesitará trasladar la cuestión a nivel de Estado para dar con un resultado convincente ante la audiencia.

Para justificar la necesidad de ser justo, además de insistir en la virtud que se atribuye al concepto, Sócrates habla aquí de la justicia como medio para lograr un fin de supervivencia. En una polis especializada, la justicia se vuelve necesaria para velar por los intereses de cada individuo, igual que un equipo de trabajo necesita de leyes para poder coordinar bien sus destrezas y obtener un resultado óptimo.
Es necesario, por consiguiente, un arte global que regule el resto, para que intereses mercenarios no entren en conflicto con el único interés que debería regir cada arte: el beneficio de su objeto de trabajo.

La justicia queda entendida como una forma de organización que permite el cumplimiento adecuado de las tareas de la ciudad, pues virtud se entiende aquí como algo que permite cumplir correctamente la función de cada cosa.


Libro 2: De los interlocutores presentes, marchan Trasimaco y Polemarco, quedando así Sócrates con Glaucón y Adimanto.
Siguiendo con el libro anterior, Glaucón y Adimanto piden a Sócrates que de motivos de por qué la justicia debería ser deseable por sí misma y no por las consecuencias socio-económicas o de conveniencia que lleva aparejadas.

Es aquí donde comienza la construcción del Estado de Platón. Lo que es justo para el hombre, argumenta Sócrates, debe serlo para el Estado, así que trasladando todo este principio a un macrocosmos, daremos con el hombre justo.

Para Sócrates y Adimanto es sencillo. Un Estado justo se corresponde con aquel donde la especialización y división de tareas permiten satisfacer las necesidades básicas de la vida, con la cooperación como herramienta base. Pero Glaucón va más allá y, etiquetando tal sociedad de “cerdos”, propone una serie de lujos que permitan no solo vivir, sino vivir bien (gastronomía, ocio, excedentes, etc.).

Este modelo que propone Glaucón es lo que Sócrates denomina sociedad “enfermiza”, aquella con la cual se abre la posibilidad de vivir mal. La ampliación de la polis implica la introducción de escasez y con ello la guerra por los elementos materiales.
Como solución, Sócrates introduce la figura del guerrero, una nueva clase de alma irascible que se irá definiendo a lo largo de los libros que siguen.


Libro 3:

Primera parte

Al igual que la ciudad consta de un macrocosmos y un microcosmos, el alma tiene varias partes: una apetitiva que predomina en los artesanos y otra irascible que reflejan los guerreros.
Según esto, la figura del guerrero no busca la satisfacción de deseos económicos, sino que se ven impulsados a actuar por vocación. Dentro de la imagen análoga que se emplea para ejemplificar esta jerarquía, el guerrero se correspondería con el perro guardián del rebaño, constituido este último por los artesanos.
Para que este sistema funcione, además de un pastor (filósofo) del que se hará mención más adelante, es necesario que los guerreros no se corrompan y para ello se hace fundamental la educación.
Es aquí donde Platón muestra uno de sus lados más dictatoriales, pues lo primero para el control de su polis pasa por censurar la poesía, toda mitología que no muestre al Dios como todopoderoso y benévolo, todo instrumento que no incite a la guerra o a la calma, e incluso toda forma narrativa que pueda conducir a ambigüedades. Aunque de un lado, la idea de una educación desde la infancia, y de una igualdad para mujeres en ésta es un concepto moderno para la época, entendido desde la visión de Platón, se trata más bien de un adoctrinamiento dirigido siempre hacia el bien estatal.

Segunda parte

Una vez acordada la educación del guerrero, Sócrates introduce al final de este libro un concepto importante: la mentira noble.
Esta idea consta a su vez de dos partes: una primera donde, a fin de que toda la población actúe en beneficio del Estado, se entiende el mismo como “la madre” de todos. Esto es, se da a entender que todos somos hijos de una misma madre tierra y por tanto hermanos, concepto nada alejado de los cimientos del cristianismo.
En una segunda parte, para velar por el principio de especialización y mantener la jerarquía filósofo-guerrero-pueblo, se da a entender que cada individuo al nacer es mezclado con un metal y, en función de la proporción que de éste tenga, le corresponderá una función u otra. Así, los individuos constituidos por el oro en su mayor parte, tendrán un alma de carácter racional y podrán ejercer de filósofos guardianes. Los que hayan sido forjados en plata serán guerreros y, como ya se ha descrito, tendrán un alma irascible que actuará por encima de intereses económicos en busca de valores que satisfagan al espíritu.
Por último, los mezclados con bronce o hierro en mayor proporción, constituirán la clase artesana o rebaño.
Esta jerarquía es de carácter “natural” para Platón, y solo sería un reflejo de las virtudes o capacidades de cada cual. Sin embargo, para el autor es necesaria la introducción de esta mentira si se pretende el orden social y estable.

Libro 4: Adimanto, al considerar la educación y estilo de vida trazados durante el anterior libro para los guerreros, hace notar que éstos no podrán ser feliz sin un bien propio, actuando solo como servidores del Estado.

Sócrates responde insistiendo en el espíritu característico de esta clase, que busca el bien común y no el del individuo e insiste nuevamente en que una buena educación conforma un buen carácter.
Pasan entonces a delimitar los conceptos que se derivan del nuevo Estado constituido:

a)      Sabiduría. Una ciudad bien guiada debe constar de conocimiento como ya se vaticinaba desde el primer libro. Esta virtud es la que permite al guardián ejercer de forma adecuada su función.
b)      Coraje. Reside en los guerreros como elemento dominante
c)      Templanza. Armonía o acuerdo implícito entre todas las clases. Es la dinámica natural que nos lleva a querer el trabajo para el que somos aptos.
d)      Justicia. Producto final de lo anterior. Armonía establecida por la naturaleza entre la parte superior e inferior de una sociedad o particular.
Descubren con todo esto que lo que establecieron de un principio, al fundar su Estado, como deber universal e indispensable, es la justicia que buscaban. Que cada ciudadano no debe tener más que un oficio, aquel para el que desde su nacimiento ha descubierto sus mejores disposiciones.
Después de esto, queda trasladar de nuevo la cuestión a un nivel de microcosmos, esto es, reflejar cada uno de los órdenes del Estado y su subordinación en el individuo. Para ello, y partiendo del principio de no-contradicción, se establecen las partes del alma.

Libro 5: Una vez trazado el modelo de sociedad ideal, los jóvenes piden a Sócrates que explique cómo ejecutar a modo práctico todo lo anterior.
Sócrates deja claro que no es ese su objetivo, si bien cede y habla de las “tres olas” como aquellos elementos a superar para la reforma radical de su sociedad.

a)      La primera oleada constituye la igualdad entre sexos a nivel social y educativo. Esto implica también compartir vestuarios, pues el instinto sexual queda relegado a la reproducción. Platón, en este libro, politiza lo erótico, racionaliza el deseo sexual para que sirva únicamente a la producción de niños/as y estos al beneficio del Estado.
b)      Comunidad compartida en su totalidad. Platón quiere eliminar como agente social a la familia de cara a evitar todo conflicto entre intereses que puedan llevar al individuo a actuar en otra línea que no sea la del beneficio del Estado.
c)      Figura del filósofo rey. Definir al verdadero filósofo nos llevará a la división entre el mundo sensible e inteligible que constituye la parte principal de la ontología de Platón. ¿ Cómo distinguir al filósofo auténtico del mero amante del espectáculo o lo estético? Esta es la pregunta con la que comienza la introducción de elementos de cada “mundo”. Para el filósofo el objeto de interés está en las Ideas, y su virtud reside en el conocimiento, mientras que para el amante del espectáculo la percepción se remite a objetos sensibles, a la multiplicidad aparente que todos percibimos y, por consiguiente, solo alcanzan a la producción de opiniones.

Libro 6: Después de convenir en el filósofo es la mejor figura para ejercer de guardián y de revisar los conceptos anteriores, Sócrates profundiza en el concepto de Idea, y la división entre lo sensible e inteligible.

Primera parte: el barco del Estado

Para su defensa del filósofo como mandatario, Sócrates recurrirá a la imagen o metáfora del barco. El Estado es un barco y su dueño la ciudadanía. En torno al dueño hay una tripulación ansiosa por coger el timón, los políticos, que mediante sus mañas particulares drogan al dueño y toman el timón. Aquí, el filósofo no es más que un hombre en la cubierta haciendo cálculos y contemplando el cosmos que nos resulta extraño. Para Sócrates el problema reside en que la ciudadanía no busca o solicita al filósofo que los dirija y, éste, que no tiene el deber de rogar a nadie, prefiere retirarse a su mundo de contemplación.

Segunda parte escala ontológica

Las Ideas son aquello que subyace bajo la multiplicidad de las cosas físicas y el alma, que en vidas anteriores las ha vislumbrado, desarrolla el pensamiento para la recuperación de esos recuerdos. El impacto de las cosas físicas en la experiencia, junto con el razonamiento es lo que lleva al proceso de recuperación. Así como en el sueño incorporamos elementos de nuestro día, nuestra realidad sensible es un reflejo de las Ideas, esto es, constituye un nivel de realidad inferior a la realidad inteligible.

Si dos o más cosas comparten algo en común, ese algo corresponde a una Idea. Por ejemplo, el dibujo de un caballo y un caballo salvaje, comparten la idea de caballo. Así, aplicado al mundo de las ideas, donde también existe una escala de realidades, todas las Ideas comparten la Idea del Bien. Pero, ¿qué es el bien? Descartado el placer y el conocimiento como respuestas, Platón introduce en este libro la famosa alegoría del sol para la aclaración de su pensamiento.

Igual que el ojo puede ver las cosas en el mundo sensible solo si hay luz, la mente captará las ideas solo si estas son iluminadas por la Idea del Bien, que, dentro de la escala ontológica constituiría el nivel más cercano posible a la realidad.

La luz, además, permite el crecimiento y desarrollo de la naturaleza de igual manera que el Bien no solo hace las ideas inteligibles, sino que las sostiene en su ser, esto es, permite su existencia, situándose por encima de este proceso, a una escala superior, igual que lo hace el sol con respecto a nuestro planeta.

Libro 7:  Para la profundización y esclarecimiento de los matices que escapan a  la analogía del sol, Platón introduce en este libro el famoso “mito de la caverna” que mediante elementos pictóricos e imágenes reproduce las mismas ideas de la “línea dividida”.

La línea dividida, viene a completar los elementos de cada “mundo” que comienzan a trazarse desde el libro 5 a través del análisis del filósofo rey y su distinción del amante de la estética. De un lado tendríamos los elementos de la mente y de otro los objetos, así como a su vez encontramos nuestra línea ontológica dividida entre el mundo sensible e inteligible.

Los elementos que del mundo visible se desprenden son los mismos a los que alcanzaba a producir este amante de la estética o espectáculo: la opinión o doxa. Pero dentro de esta realidad también damos con diferentes niveles: un primer nivel más alejado de lo real que serían las imágenes como copia de las cosas, y otro segundo donde encontramos las cosas físicas como reflejo de las ideas. Las imágenes permiten a nivel de la mente la obtención de conjeturas, mientras que las cosas físicas nos permiten adquirir creencias.

En el plano inteligible, contamos con hipótesis e Ideas, y, sobre ellas la Idea del Bien. Las hipótesis, muy similares a las Ideas se logran  mediante particulares sensibles mediante un proceso de razonamiento como el del matemático que descubre una nueva fórmula.
Las Ideas, como ya mencionamos, han sido vislumbradas anteriormente y su recuerdo se retoma a partir de la transformación de la psique, por intelección dentro de las ideas mismas.

Mito de la caverna

Además de contener los elementos anteriormente expuestos, Platón aprovecha esta alegoría para reincidir en el carácter particular del filósofo, su necesidad en el gobierno y lo infravalorado de dicha figura.

En este supuesto, nos encontramos ante un conjunto de prisioneros que tan solo han visto en su vida las sombras que el fuego proyecta en la pared de una cueva. Uno de estos prisioneros es liberado y asciende hasta el mundo inteligible, representado como la vida fuera de la cueva. Esto provoca un proceso por el cual, una vez superada la ceguera provocada por el sol, el individuo descubre la realidad y decide bajar a la cueva para liberar al resto. Al llegar, sin embargo, es rechazado por sus compañeros de celda que no creen en tal revelación de la realidad y que consideran su mundo de sombras más veraz que lo que el filósofo pueda contarles.

De esta pequeña historia aún se establecen comparativas con autores, teorías, o sucesos de nuestra actualidad sociopolítica. La moraleja va más allá de la toma de conciencia acerca de lo limitado de nuestro mundo. Se puede hablar de una cultura de masas cuya voluntad se alza sobre el auténtico conocimiento del filósofo, de un estilo de vida enclaustrado por lo que nos permiten conocer y conocemos a través de personas, experiencias empíricas o medios.
Se puede establecer un paralelismo con el descenso de Zaratustra desde la montaña para la comunicación de su vislumbramiento o, si queremos ser más originales, podemos observar las similitudes entre los conceptos del Maya y Brahman hindúes y las Cosas e Ideas de Platón.
Incluso en nuestro anterior resumen de Ser y Razón de Amor vimos como Carabias Aguilar concebía también diferentes estadios de realidad dentro del mundo que conocemos.

Libro 8: Una vez que Glaucón, Adimanto y Sócrates han concluido que el Estado ideal es una aristocracia de reyes filósofos en la que exista comunidad de mujeres e hijos, educación igualitaria en música y gimnasia, y guardianes sin propiedad privada, se pasa al análisis de otras formas de gobierno procedentes de los diferentes caracteres de los hombres.

Estos regímenes imperfectos, según se describen, son degeneraciones del sistema político ideal, esto es, el aristocrático. Así, en este libro, Sócrates emplea el discurso de la Musas como imagen para explicar cómo la aristocracia deriva mediante su mal gobierno en la timocracia y, desde aquí degenera en el resto de estados objeto de análisis: oligarquía, democracia y tiranía.

Nivel general

El peligro de la aristocracia surge en el momento en que los magistrados ignoran los cambios de la naturaleza, descuidando así la reproducción de la especie humana y su educación en gimnasia y música. Según Platón, “las generaciones divinas tienen un período que comprende un número perfecto, pero respecto a la raza humana hay un número geométrico, cuya virtud preside las buenas y malas generaciones”.

De este modo, al no distinguir los guardianes entre la descendencia de mala índole y las razas puras, la población de oro se mezcla con el hierro y el bronce desatando el caos social. El régimen derivado es la timocracia, carente de gobernantes sabios que en su lugar son emplazados por hombres de carácter simple  ansiosos de poseer riquezas tal como en los estados oligárquicos.

La corrupción por el amor al dinero conllevará con el tiempo a la corrupción de leyes y de ahí nacerá la oligarquía: un Estado en el que se venera al dinero despreciando la excelencia y los hombres buenos.
Al ejercer los ricos el mando, el Estado queda dividido en dos clases que luchan por destruirse en vez de contribuir a la mejora de su país. Asimismo, se perderá el principio de especialización y una parte de la ciudadanía, los zánganos, dejará de contribuir con su arte al Estado.

En este punto, comenzará a forjarse la democracia. El deseo insaciable por enriquecerse quebrará el sistema oligárquico, pues, llegará el momento en que los pobres detecten la falta de valía de los ricos y se hagan con el poder, repartiendo los cargos y  la  administración de negocios entre ellos.
En este sistema, aparentemente, existe una diversidad y libertad satisfactoria, si bien, una vez más el principio de especialización se ve amenazado en el momento en que cada cual tiene la libertad de elegir su profesión ignorando los principios de la naturaleza.

Ya por último, aparece la tiranía, como consecuencia del excesivo amor por la libertad del sistema democrático.

Platón habla de tres clases sociales dentro del Estado democrático: los zánganos, los ricos y el pueblo, la clase más poderosa en este sistema. Así, en las asambleas, aquellos que las presiden actuarán como voz del pueblo para enfrentar a los ricos, quienes realizan el reparto de riquezas siempre favoreciendo su clase. El enfrentamiento entre los líderes y los ricos llevará al pueblo a escoger una figura en quien confiar sus intereses: un tirano que se presenta como bueno, pero que, una vez en el poder, llevará a cabo toda clase de injusticias para perpetuarse como líder.

Nivel particular

Al igual que el hombre justo se corresponde con el Estado justo que se viene forjando durante la mayor parte de la obra, a cada uno de estos gobiernos le corresponde un individuo concreto cuya degeneración es descrita por Platón mediante relatos esquemáticos que mueven la cuestión a un plano familiar cerrado.

El hombre timocrático surge de un padre que huye de un estado mal organizado y caótico y que sufre las críticas de una madre de carácter apetitivo y fogoso. El hijo (hombre timocrático) se debate entre la voz racional del padre y la de su madre, inclinándose finalmente por esta última.

El hombre oligárquico será fruto (al igual que en la degeneración estatal) del hombre tiránico. En este caso el hijo quisiera seguir los pasos de su padre, pero “viendo después que su padre se ha estrellado contra el estado, como una nave contra un escollo”, cambiará la ambición de su predecesor por la avaricia, preocupándose por la acumulación del dinero y no por su consumo.

El hombre democrático: el hombre avaro y oligárquico tiene un hijo que educa en sus mismas ideas. Este nuevo individuo tendrá innumerables deseos de carácter superfluo, esto es, aquellos  cuya presencia, lejos de ocasionarnos un bien, puede perjudicarnos a largo plazo. Vivirá al día y, sin saber distinguir los deseos necesarios de los innecesarios, llenará el vacío del alma de insolencia, anarquía, libertinaje y desvergüenza y empleará eufemismos, trasladables a nuestra realidad, para cubrir las fealdades de sus vicios.


Libro 9: El nacimiento del hombre tiránico.

Será en este libro donde se complete el anterior discurso y se de cierre a la obra a partir de las tres pruebas que ponen de manifiesto por qué el hombre injusto es más infeliz que el justo en respuesta al Trasimaco y su defensa del hombre injusto. La cuestión, trasladada a nivel del Estado, es si resultaría factible un tirano feliz.

Recordando el anterior libro, se matiza la distinción entre deseos necesarios e innecesarios y se introducen aquellos deseos que “surgen durante el sueño”. Los necesarios, coincidiendo con la definición que de ellos hace Epicuro, por ejemplo, son aquellos estrechamente relacionados con las necesidades físicas, aquellos que pueden saciarse. Los innecesarios, para Platón, son aquellos perjudiciales para el cuerpo, por ejemplo, un atracón que sobrepasara la mera necesidad de saciedad y llevaría a intoxicar nuestro organismo.
Los deseos que surgen del sueño, sin embargo, son los más preocupantes para Platón que, como hemos visto, reprime toda clase de instinto alejado a lo racional. Estos deseos surgen del inconsciente y actúan de forma terrible al no existir mecanismos de freno durante el sueño.
La solución que Platón ofrece es calmar la parte apetitiva del alma antes de dormir mediante la reflexión y el estudio.
El hombre tiránico surge de estos últimos deseos. Si el padre democrático situaba lo necesario e innecesario en un mismo plano, su hijo, el tirano, buscará saciar también esos deseos salvajes que se engendran en la parte más irracional del hombre. Este individuo no dudará en robar, matar y violentar a cualquiera, empezando por su propio padre, si ello le permite mantener sus riquezas. Y, como su carácter será el de un “borracho, erótico o lunático”, la necesidad de renovación de tal riqueza será continua.

Es fácil ver en este punto que el Estado tiránico es infeliz pues se trata de una sociedad dependiente de la locura y perversión, pero, ¿es el hombre tirano el más infeliz? Platón ofrece tres argumentos para esta pregunta:

a)      Un tirano vive dominado por el miedo al posible levantamiento del pueblo esclavo y su venganza.
b)      En el segundo argumento Platón vuelve a hacer hincapié sobre la figura del filósofo y la división tripartita del alma. Podemos distinguir tres tipos de placeres, tres tipos de figura en el Estado ideal y tres características fundamentales del alma. Pues bien, de los tres placeres, los más básicos se corresponderían con la parte apetitiva, los del respeto y la fama se corresponderían al guerrero y el amor por la sabiduría con los filósofos. Serán estos últimos los únicos capaces de experimentar los tres tipos de placeres y discernir entre aquellos de mayor calidad gracias al razonamiento y la inteligencia.
c)      Por último, solo el filósofo es capaz de experimentar el conocimiento científico, la excelencia del alma, el verdadero placer que subyace bajo la idea equívoca que la mayoría tiene del placer, siempre visto desde una perspectiva comparada.

Ya para cerrar la cuestión Sócrates pide a sus oyentes que imaginen a un monstruo de mucha cabezas, unas de animales pacíficos y otras de bestias feroces. A este le añade la imagen de un león y un hombre. La justicia equivale con esto a la capacidad del hombre de conducirse con el monstruo como un entendido labrador, auxiliándose en la fuerza del león. Esto es, la habilidad de lograr armonía entre las partes evitando la proliferación de bestias feroces y propiciando el nacimiento de animales pacíficos.

Lo más ventajoso para el hombre, en resumen, es dejarse conducir por un guía sabio, que, en caso de no encontrarse en su interior, vendrá de modo extraño mediante el auxilio de la ley en un estado forjado sobre los principios del alma tripartita y las tres figuras que se derivan de la madre naturaleza.


Libro 10:

Reglamento sobre la poesía

Antes de dar el diálogo por acabado, Sócrates resalta, como una de las virtudes de su Estado, el reglamento sobre la poesía trágica que se forjó durante el libro 5 con motivo de servir a la educación ideal del guerrero.
La base sobre la que sostiene su censura artística proviene de las consecuencias de la imitación. Glaucón pide entonces que explique la naturaleza de esta imitación y para ello Sócrates se vale de una comparación sencilla:

Tenemos como objeto una cama y como aspirantes a su autoría están Dios, el carpintero y el pintor.
Dios sería el auténtico autor en tanto que crea la esencia de tal cama. De otro lado llaman obrador al carpintero que con su trabajo alcanza un segundo nivel de realidad, algo más alejado a la idea misma de cama.
Por último tenemos al pintor, quien con su obra no alcanza más que a la imitación, tal como si enfocásemos un espejo a la naturaleza para obtener el sol, los astros o los árboles solo en apariencia, no en su verdad.

Ocurre algo similar con la poesía trágica, de la cual Homero es máximo representante. El conocimiento de estos alcanza a la imitación de tercer nivel, porque si estuvieran realmente versados en el conocimiento de lo que imitan no dedicarían todo su esfuerzo a la producción de meras imágenes.

A partir de esta idea, Sócrates distingue tres artes que “responden a cada cosa”: el arte que se sirve de ella, el que la construye y el que la imita.
El que conoce las propiedades del objeto transmite su conocimiento al obrero que trabaja bajo la fe de sus instrucciones.

El imitador, sin embargo, ni siquiera conversa con el que conoce la materia, luego no solo no conoce las propiedades de su producto, sino que no tiene opinión fija acerca de ellas.

El arte del imitador, a su vez, busca complacer las partes inferiores del alma apelando a lo emotivo frente a la racionalidad en la que se apoyan ciencias como la matemática. La poesía trágica se relaciona con el carácter irritable y cambiante incitando a la parte apetitiva del alma en vez de al autocontrol.

Inmortalidad del alma

Cerrada la explicación sobre la naturaleza de la imitación, Sócrates expone las recompensas ofrecidas a la virtud a partir de su teoría sobre la inmortalidad del alma, pues es preciso que estas recompensas sean de precio infinito.

Cada cosa, para Platón, consta de un bien y un mal propio, entendiéndose el mal como aquello que la corrompe y, finalmente disuelve. Solo este mal puede acabar con la cosa de que se trate. Esto es, solo la enfermedad entendida como el mal del cuerpo puede acabar con este y, así, aunque un factor externo provoque dicha enfermedad (un alimento caducado) será el mal interno de la enfermedad el que acabe por destruir nuestro organismo.

El alma, sin embargo, aun pudiendo ser corrompida y alterada por la injusticia y sus vicios, no logran estos disolverla y, si una cosa no  puede ser disuelta por su mal, no puede serlo por nada.
Aunque en vida sean muchos los premios que a largo plazo logre el hombre justo, será después de la muerte cuando reciba los más grandes y es así que concluye la obra con el Mito de Er:

Er, el armenio, fue un varón que tras caer en el campo de batalla, fue llevado a incinerar, pero poco antes de ser quemado despertó y volvió a la vida pudiendo contar cómo su alma había llegado a las puertas del cielo. En estas puertas, había, tal como cuentan también numerosas religiones, jueces para distinguir l as almas justas de las injustas. Los tiranos, explica, son arrojados al suelo (infierno) donde unos hombres de fuego los encadenarán y apalearán violentamente.

Conclusión


Sin más pretensión que la de esclarecer los conceptos básicos recogidos durante los diez libros de esta obra, y a modo de sumario, podemos concluir:

-         Que la obra se consta de una parte ontológica como base para el desarrollo de una ética. Esta base queda constituida por la línea dividida, donde se establecen los diferentes niveles de realidad a partir de una abstracción absoluta como es la Idea del Bien. A esta parte también corresponde el Mito de la Caverna como alegoría explicativa de tales conceptos.
-         La parte ética se centra, no solo en definir al hombre justo, sino en establecer la forma de gobierno más acertada y, con ello, va aparejado el principio del alma tripartita sobre el cual se fundamentan las tres figuras clave de la sociedad platónica: el artesano, el guerrero y el guardián.
-         El principio de especialización y la armonía de cada sector social en un trabajo hacia el bien común son los cimientos del Estado ideal según el autor.
-         Numerosos elementos, entre ellos la mentira noble, la convivencia en comunidad, o el concebir a Dios como a un ente superior que sirve de referencia en la educación de la clase guerrera, son fácilmente comparables con el cristianismo. Asimismo, la idea de eliminar cualquier elemento privado de la clase guerrera o compartir a las mujeres, relegando el sexo al plano único de la reproducción para el mantenimiento del Estado, es equiparable a la práctica extrema del comunismo e incluso de cualquier forma ideológica llevada al extremo.
-         Platón se muestra disconforme a cualquier muestra de expresión artística fuera de los textos formales, el clasicismo y la producción científico-objetiva y acusa a la tragedia griega de Homero de imitar realidades a tercer nivel, así como de incitar a las pasiones propias del alma concupiscible.
-         El uso del diálogo como metodología para la inducción y revelación de verdades sirve, junto con las representaciones metafórico-pictóricas para hacer de la República un libro más que accesible al público independientemente del conocimiento filosófico que éste tenga, si bien, también es un medio para afrontar aquellas áreas donde los argumentos sólidos destacan por su ausencia. Esto es, allá donde no puede alcanzar con la razón, Platón introduce mitos como el del último libro, el mito de Er, o “leyes de la naturaleza” que no constan de base empírica, como en el caso de la jerarquía social que pretende establecer.
-         La formación de un Estado solo sirve de macrocosmos para encontrar al hombre justo, objetivo de todo el diálogo, por lo que la aplicación práctica de su modelo de gobierno no viene comprendida entre las intenciones del autor.
-         La República o el Estado permite la comprensión de pensamientos posteriores y facilita el estudio de muchos autores pertenecientes a estas etapas.
-         A nivel personal, y a pesar de mi desacuerdo con muchas de las ideas que en la obra se exponen, considero esencial la lectura de Platón, y me quedo con “el hombre justo” (en mi caso mujer) que llevamos dentro, más allá de la forma de gobierno que rija en mi país.


Por: Teresa Velasco Castillo