Hice este resumen con la única intención de entender mejor mi lectura y hacer más provechosa la misma. Comparto este trabajo para todo aquel a quien pueda serle útil.
RESUMEN
La República o El Estado constituye un conjunto de diálogos
durante los cuales Sócrates trata de ilustrar a los jóvenes y de alcanzar una
conclusión acerca del hombre justo a partir de la creación de un “Estado
justo”.
La obra se compone de diez libros a través de los cuales el
diálogo toma su forma y por los que pasan diferentes interlocutores, algunos de
los cuales representativos de una forma de pensamiento y otros como meros
elementos secundarios que permiten sostener la trama.
Libro 1: Aunque
formalmente no se encuentre dividido en secciones, el tono del diálogo,
aparición de personajes e hilo argumental permiten separar este libro en una
primera parte de carácter más introductoria y una segunda, más extensa, que constituye
los cimientos para el resto de libros.
Primera parte
Sócrates y Glaucón son invitados a conversar con Céfalo y
Polemarco (padre e hijo respectivamente) en su casa.
La conversación que aquí se reproduce comienza como un
encuentro habitual entre dos amigos o conocidos donde entre otros aspectos,
Céfalo destaca la visión de la vida que le otorgan los años. Es entonces que
Sócrates pregunta acerca de la economía a su amigo y abre con ello el tema que
nos acompaña durante todo el libro: ¿en qué consiste ser justo?
Para Céfalo vivir bien, es hacerlo conforme a las leyes,
pagar las deudas, dar a cada cual lo que se debe, cosa que le permite el
dinero. Sócrates anula sin mucha complicación esta idea al trasladarlo al plano
de la amistad. Si un amigo nos presta un arma, nuestro deber es devolverla,
pero si sabemos de antemano que éste no se encuentra en su sano juicio mental
¿hacemos bien en poner una pistola en su
mano?
Interviene entonces Polemarco para matizar que la justicia
es “hacer bien al amigo y mal al enemigo” lo que deriva en una respuesta algo
más elaborada donde debemos hacer frente a varios elementos de una misma
cuestión:
a)
cómo hacer bien a un amigo
b)
qué es un amigo
c)
¿puede un hombre justo hacer mal a otros?
Para hacer bien a un amigo, todos convienen en que es
necesario partir de un conocimiento de aquello que le hace bien, y este
conocimiento, es lo que va a establecer las bases de la justicia para Platón,
el principio de especialización.
Cada artesano posee una serie de conocimientos particulares
en su arte que debemos trasladar a un saber de carácter global para hallar al
hombre justo. La filosofía, que se pregunta por la totalidad de todo aquello
que existe, sería por consiguiente necesaria en una sociedad justa.
Segunda parte
Trasimaco, sofista poderoso que rechaza la metodología
retórica de Sócrates, interviene en el diálogo de forma abrupta y agresiva para
defender el comportamiento injusto como el más provechoso para el hombre y
dando una visión particular de la justicia como aquello que es más
beneficioso para el más fuerte.
Por esta norma, el más fuerte haría las leyes a su juicio, y
el cumplimiento de las mismas por el resto de civiles sería aquello necesario
para la sociedad justa.
Sócrates, en respuesta, no niega del todo la valía del
hombre fuerte, sino el hecho de su actuación egoísta. Para Sócrates, debe
gobernarse pensando en el pueblo y siempre en base al conocimiento, por encima
de la fuerza. De este modo plantea la hipotética situación de que el líder se
equivocase en sus leyes provocando una disonancia al hacerlas respetar, pues se
dañaría a si mismo a través del pueblo. Pero esto no vale a Trasimaco que
defiende la figura del líder como la de un hombre incapaz de equivocarse.
Retomamos aquí el elemento de la especialización. Cada arte
tiene un objeto propio de beneficio y la del gobernador es el beneficio de
aquellos a los que gobierna. Igual que un médico velará por la salud de su
paciente, el jefe de Estado lo hará por los miembros de su polis.
Trasimaco, ya batido, recurre a la imagen del pastor
poderoso y sus borregos: ¿piensa el pastor en el beneficio de su rebaño?
Aunque Sócrates creía dar por cerrada la conversación, la
cuestión de Trasimaco deja inquietud entre los jóvenes que, aun admirando los
valores que se atribuyen a la justicia, coinciden en que el hombre, por
naturaleza, obra de manera injusta en el momento en que encuentra ocasión. Para
personificar tal enunciado, Glaucón cuenta la leyenda de Gijes, pastor del rey
de Lidia. El humilde pastor, un día, encuentra un anillo que le otorga la
posibilidad de volverse invisible y, de este modo, empieza a cometer toda clase
de injusticias cuando no puede ser visto.
Para Sócrates no es sencillo enfrentar este punto, y, aunque
ofrece algunas soluciones superficiales en el segundo libro, necesitará
trasladar la cuestión a nivel de Estado para dar con un resultado convincente
ante la audiencia.
Para justificar la necesidad de ser justo, además de
insistir en la virtud que se atribuye al concepto, Sócrates habla aquí de la
justicia como medio para lograr un fin de supervivencia. En una polis
especializada, la justicia se vuelve necesaria para velar por los intereses de
cada individuo, igual que un equipo de trabajo necesita de leyes para poder
coordinar bien sus destrezas y obtener un resultado óptimo.
Es necesario, por consiguiente, un arte global que regule el
resto, para que intereses mercenarios no entren en conflicto con el único
interés que debería regir cada arte: el beneficio de su objeto de trabajo.
La justicia queda entendida como una forma de organización
que permite el cumplimiento adecuado de las tareas de la ciudad, pues virtud se
entiende aquí como algo que permite cumplir correctamente la función de cada
cosa.
Libro 2: De los interlocutores presentes, marchan
Trasimaco y Polemarco, quedando así Sócrates con Glaucón y Adimanto.
Siguiendo con el libro anterior, Glaucón y Adimanto piden a
Sócrates que de motivos de por qué la justicia debería ser deseable por sí
misma y no por las consecuencias socio-económicas o de conveniencia que lleva
aparejadas.
Es aquí donde comienza la construcción del Estado de Platón.
Lo que es justo para el hombre, argumenta Sócrates, debe serlo para el Estado,
así que trasladando todo este principio a un macrocosmos, daremos con el hombre
justo.
Para Sócrates y Adimanto es sencillo. Un Estado justo se
corresponde con aquel donde la especialización y división de tareas permiten
satisfacer las necesidades básicas de la vida, con la cooperación como
herramienta base. Pero Glaucón va más allá y, etiquetando tal sociedad de
“cerdos”, propone una serie de lujos que permitan no solo vivir, sino vivir
bien (gastronomía, ocio, excedentes, etc.).
Este modelo que propone Glaucón es lo que Sócrates denomina
sociedad “enfermiza”, aquella con la cual se abre la posibilidad de vivir mal.
La ampliación de la polis implica la introducción de escasez y con ello la
guerra por los elementos materiales.
Como solución, Sócrates introduce la figura del guerrero,
una nueva clase de alma irascible que se irá definiendo a lo largo de los
libros que siguen.
Libro 3:
Primera parte
Al igual que la ciudad consta de un macrocosmos y un
microcosmos, el alma tiene varias partes: una apetitiva que predomina en los
artesanos y otra irascible que reflejan los guerreros.
Según esto, la figura del guerrero no busca la satisfacción
de deseos económicos, sino que se ven impulsados a actuar por vocación. Dentro
de la imagen análoga que se emplea para ejemplificar esta jerarquía, el
guerrero se correspondería con el perro guardián del rebaño, constituido este
último por los artesanos.
Para que este sistema funcione, además de un pastor
(filósofo) del que se hará mención más adelante, es necesario que los guerreros
no se corrompan y para ello se hace fundamental la educación.
Es aquí donde Platón muestra uno de sus lados más
dictatoriales, pues lo primero para el control de su polis pasa por censurar la
poesía, toda mitología que no muestre al Dios como todopoderoso y benévolo,
todo instrumento que no incite a la guerra o a la calma, e incluso toda forma
narrativa que pueda conducir a ambigüedades. Aunque de un lado, la idea de una
educación desde la infancia, y de una igualdad para mujeres en ésta es un
concepto moderno para la época, entendido desde la visión de Platón, se trata
más bien de un adoctrinamiento dirigido siempre hacia el bien estatal.
Segunda parte
Una vez acordada la educación del guerrero, Sócrates
introduce al final de este libro un concepto importante: la mentira noble.
Esta idea consta a su vez de dos partes: una primera donde,
a fin de que toda la población actúe en beneficio del Estado, se entiende el
mismo como “la madre” de todos. Esto es, se da a entender que todos somos hijos
de una misma madre tierra y por tanto hermanos, concepto nada alejado de los
cimientos del cristianismo.
En una segunda parte, para velar por el principio de
especialización y mantener la jerarquía filósofo-guerrero-pueblo, se da a
entender que cada individuo al nacer es mezclado con un metal y, en función de
la proporción que de éste tenga, le corresponderá una función u otra. Así, los
individuos constituidos por el oro en su mayor parte, tendrán un alma de
carácter racional y podrán ejercer de filósofos guardianes. Los que hayan sido
forjados en plata serán guerreros y, como ya se ha descrito, tendrán un alma
irascible que actuará por encima de intereses económicos en busca de valores
que satisfagan al espíritu.
Por último, los mezclados con bronce o hierro en mayor
proporción, constituirán la clase artesana o rebaño.
Esta jerarquía es de carácter “natural” para Platón, y solo
sería un reflejo de las virtudes o capacidades de cada cual. Sin embargo, para
el autor es necesaria la introducción de esta mentira si se pretende el orden
social y estable.
Libro 4: Adimanto, al considerar la educación y
estilo de vida trazados durante el anterior libro para los guerreros, hace
notar que éstos no podrán ser feliz sin un bien propio, actuando solo como
servidores del Estado.
Sócrates responde insistiendo en el espíritu característico
de esta clase, que busca el bien común y no el del individuo e insiste
nuevamente en que una buena educación conforma un buen carácter.
Pasan entonces a delimitar los conceptos que se derivan del
nuevo Estado constituido:
a)
Sabiduría. Una ciudad bien guiada debe constar de conocimiento
como ya se vaticinaba desde el primer libro. Esta virtud es la que permite al
guardián ejercer de forma adecuada su función.
b)
Coraje. Reside en los guerreros como elemento dominante
c)
Templanza. Armonía o acuerdo implícito entre todas las clases.
Es la dinámica natural que nos lleva a querer el trabajo para el que somos
aptos.
d)
Justicia. Producto final de lo anterior. Armonía establecida
por la naturaleza entre la parte superior e inferior de una sociedad o
particular.
Descubren con todo esto que lo que establecieron de un
principio, al fundar su Estado, como deber universal e indispensable, es la
justicia que buscaban. Que cada ciudadano no debe tener más que un oficio,
aquel para el que desde su nacimiento ha descubierto sus mejores disposiciones.
Después de esto, queda trasladar de nuevo la cuestión a un
nivel de microcosmos, esto es, reflejar cada uno de los órdenes del Estado y su
subordinación en el individuo. Para ello, y partiendo del principio de
no-contradicción, se establecen las partes del alma.
Libro 5: Una vez trazado el modelo de sociedad ideal,
los jóvenes piden a Sócrates que explique cómo ejecutar a modo práctico todo lo
anterior.
Sócrates deja claro que no es ese su objetivo, si bien cede
y habla de las “tres olas” como aquellos elementos a superar para la reforma
radical de su sociedad.
a)
La primera oleada constituye la igualdad entre sexos a nivel
social y educativo. Esto implica también compartir vestuarios, pues el instinto
sexual queda relegado a la reproducción. Platón, en este libro, politiza lo
erótico, racionaliza el deseo sexual para que sirva únicamente a la producción
de niños/as y estos al beneficio del Estado.
b)
Comunidad compartida en su totalidad. Platón quiere eliminar
como agente social a la familia de cara a evitar todo conflicto entre intereses
que puedan llevar al individuo a actuar en otra línea que no sea la del
beneficio del Estado.
c)
Figura del filósofo rey. Definir al verdadero filósofo nos
llevará a la división entre el mundo sensible e inteligible que constituye la
parte principal de la ontología de Platón. ¿ Cómo distinguir al filósofo
auténtico del mero amante del espectáculo o lo estético? Esta es la pregunta
con la que comienza la introducción de elementos de cada “mundo”. Para el
filósofo el objeto de interés está en las Ideas, y su virtud reside en el
conocimiento, mientras que para el amante del espectáculo la percepción se
remite a objetos sensibles, a la multiplicidad aparente que todos percibimos y,
por consiguiente, solo alcanzan a la producción de opiniones.
Libro 6: Después de convenir en el filósofo es la
mejor figura para ejercer de guardián y de revisar los conceptos anteriores,
Sócrates profundiza en el concepto de Idea, y la división entre lo sensible e
inteligible.
Primera parte: el barco del Estado
Para su defensa del filósofo como mandatario, Sócrates
recurrirá a la imagen o metáfora del barco. El Estado es un barco y su dueño la
ciudadanía. En torno al dueño hay una tripulación ansiosa por coger el timón,
los políticos, que mediante sus mañas particulares drogan al dueño y toman el
timón. Aquí, el filósofo no es más que un hombre en la cubierta haciendo
cálculos y contemplando el cosmos que nos resulta extraño. Para Sócrates el
problema reside en que la ciudadanía no busca o solicita al filósofo que los
dirija y, éste, que no tiene el deber de rogar a nadie, prefiere retirarse a su
mundo de contemplación.
Segunda parte escala ontológica
Las Ideas son aquello que subyace bajo la multiplicidad de
las cosas físicas y el alma, que en vidas anteriores las ha vislumbrado,
desarrolla el pensamiento para la recuperación de esos recuerdos. El impacto de
las cosas físicas en la experiencia, junto con el razonamiento es lo que lleva
al proceso de recuperación. Así como en el sueño incorporamos elementos de
nuestro día, nuestra realidad sensible es un reflejo de las Ideas, esto es,
constituye un nivel de realidad inferior a la realidad inteligible.
Si dos o más cosas comparten algo en común, ese algo
corresponde a una Idea. Por ejemplo, el dibujo de un caballo y un caballo
salvaje, comparten la idea de caballo. Así, aplicado al mundo de las ideas,
donde también existe una escala de realidades, todas las Ideas comparten la
Idea del Bien. Pero, ¿qué es el bien? Descartado el placer y el conocimiento
como respuestas, Platón introduce en este libro la famosa alegoría del sol para
la aclaración de su pensamiento.
Igual que el ojo puede ver las cosas en el mundo sensible
solo si hay luz, la mente captará las ideas solo si estas son iluminadas por la
Idea del Bien, que, dentro de la escala ontológica constituiría el nivel más
cercano posible a la realidad.
La luz, además, permite el crecimiento y desarrollo de la
naturaleza de igual manera que el Bien no solo hace las ideas inteligibles,
sino que las sostiene en su ser, esto es, permite su existencia, situándose por
encima de este proceso, a una escala superior, igual que lo hace el sol con
respecto a nuestro planeta.
Libro 7: Para
la profundización y esclarecimiento de los matices que escapan a la analogía del sol, Platón introduce en
este libro el famoso “mito de la caverna” que mediante elementos pictóricos e
imágenes reproduce las mismas ideas de la “línea dividida”.
La línea dividida, viene a completar los elementos de cada
“mundo” que comienzan a trazarse desde el libro 5 a través del análisis del
filósofo rey y su distinción del amante de la estética. De un lado tendríamos
los elementos de la mente y de otro los objetos, así como a su vez encontramos
nuestra línea ontológica dividida entre el mundo sensible e inteligible.
Los elementos que del mundo visible se desprenden son los
mismos a los que alcanzaba a producir este amante de la estética o espectáculo:
la opinión o doxa. Pero dentro de esta realidad también damos con diferentes
niveles: un primer nivel más alejado de lo real que serían las imágenes como
copia de las cosas, y otro segundo donde encontramos las cosas físicas como
reflejo de las ideas. Las imágenes permiten a nivel de la mente la obtención de
conjeturas, mientras que las cosas físicas nos permiten adquirir creencias.
En el plano inteligible, contamos con hipótesis e Ideas, y,
sobre ellas la Idea del Bien. Las hipótesis, muy similares a las Ideas se
logran mediante particulares sensibles
mediante un proceso de razonamiento como el del matemático que descubre una
nueva fórmula.
Las Ideas, como ya mencionamos, han sido vislumbradas
anteriormente y su recuerdo se retoma a partir de la transformación de la
psique, por intelección dentro de las ideas mismas.
Mito de la caverna
Además de contener los elementos anteriormente expuestos,
Platón aprovecha esta alegoría para reincidir en el carácter particular del
filósofo, su necesidad en el gobierno y lo infravalorado de dicha figura.
En este supuesto, nos encontramos ante un conjunto de
prisioneros que tan solo han visto en su vida las sombras que el fuego proyecta
en la pared de una cueva. Uno de estos prisioneros es liberado y asciende hasta
el mundo inteligible, representado como la vida fuera de la cueva. Esto provoca
un proceso por el cual, una vez superada la ceguera provocada por el sol, el
individuo descubre la realidad y decide bajar a la cueva para liberar al resto.
Al llegar, sin embargo, es rechazado por sus compañeros de celda que no creen
en tal revelación de la realidad y que consideran su mundo de sombras más veraz
que lo que el filósofo pueda contarles.
De esta pequeña historia aún se establecen comparativas con
autores, teorías, o sucesos de nuestra actualidad sociopolítica. La moraleja va
más allá de la toma de conciencia acerca de lo limitado de nuestro mundo. Se
puede hablar de una cultura de masas cuya voluntad se alza sobre el auténtico
conocimiento del filósofo, de un estilo de vida enclaustrado por lo que nos
permiten conocer y conocemos a través de personas, experiencias empíricas o
medios.
Se puede establecer un paralelismo con el descenso de
Zaratustra desde la montaña para la comunicación de su vislumbramiento o, si
queremos ser más originales, podemos observar las similitudes entre los
conceptos del Maya y Brahman hindúes y las Cosas e Ideas de Platón.
Incluso en nuestro anterior resumen de Ser y Razón de
Amor vimos como Carabias Aguilar concebía también diferentes estadios de
realidad dentro del mundo que conocemos.
Libro 8: Una vez que Glaucón, Adimanto y Sócrates han
concluido que el Estado ideal es una aristocracia de reyes filósofos en la que
exista comunidad de mujeres e hijos, educación igualitaria en música y
gimnasia, y guardianes sin propiedad privada, se pasa al análisis de otras
formas de gobierno procedentes de los diferentes caracteres de los hombres.
Estos regímenes imperfectos, según se describen, son
degeneraciones del sistema político ideal, esto es, el aristocrático. Así, en
este libro, Sócrates emplea el discurso de la Musas como imagen para
explicar cómo la aristocracia deriva mediante su mal gobierno en la timocracia
y, desde aquí degenera en el resto de estados objeto de análisis: oligarquía,
democracia y tiranía.
Nivel general
El peligro de la aristocracia surge en el momento en
que los magistrados ignoran los cambios de la naturaleza, descuidando así la
reproducción de la especie humana y su educación en gimnasia y música. Según
Platón, “las generaciones divinas tienen un período que comprende un número
perfecto, pero respecto a la raza humana hay un número geométrico, cuya virtud
preside las buenas y malas generaciones”.
De este modo, al no distinguir los guardianes entre la
descendencia de mala índole y las razas puras, la población de oro se mezcla
con el hierro y el bronce desatando el caos social. El régimen derivado es la timocracia,
carente de gobernantes sabios que en su lugar son emplazados por hombres de
carácter simple ansiosos de poseer
riquezas tal como en los estados oligárquicos.
La corrupción por el amor al dinero conllevará con el tiempo
a la corrupción de leyes y de ahí nacerá la oligarquía: un Estado en el
que se venera al dinero despreciando la excelencia y los hombres buenos.
Al ejercer los ricos el mando, el Estado queda dividido en
dos clases que luchan por destruirse en vez de contribuir a la mejora de su
país. Asimismo, se perderá el principio de especialización y una parte de la
ciudadanía, los zánganos, dejará de contribuir con su arte al Estado.
En este punto, comenzará a forjarse la democracia. El
deseo insaciable por enriquecerse quebrará el sistema oligárquico, pues,
llegará el momento en que los pobres detecten la falta de valía de los ricos y
se hagan con el poder, repartiendo los cargos y la administración de
negocios entre ellos.
En este sistema, aparentemente, existe una diversidad y
libertad satisfactoria, si bien, una vez más el principio de especialización se
ve amenazado en el momento en que cada cual tiene la libertad de elegir su
profesión ignorando los principios de la naturaleza.
Ya por último, aparece la tiranía, como consecuencia
del excesivo amor por la libertad del sistema democrático.
Platón habla de tres clases sociales dentro del Estado
democrático: los zánganos, los ricos y el pueblo, la clase más poderosa en este
sistema. Así, en las asambleas, aquellos que las presiden actuarán como voz del
pueblo para enfrentar a los ricos, quienes realizan el reparto de riquezas
siempre favoreciendo su clase. El enfrentamiento entre los líderes y los ricos
llevará al pueblo a escoger una figura en quien confiar sus intereses: un
tirano que se presenta como bueno, pero que, una vez en el poder, llevará a
cabo toda clase de injusticias para perpetuarse como líder.
Nivel particular
Al igual que el hombre justo se corresponde con el Estado
justo que se viene forjando durante la mayor parte de la obra, a cada uno de
estos gobiernos le corresponde un individuo concreto cuya degeneración es
descrita por Platón mediante relatos esquemáticos que mueven la cuestión a un
plano familiar cerrado.
El hombre timocrático surge de un padre que huye de
un estado mal organizado y caótico y que sufre las críticas de una madre de
carácter apetitivo y fogoso. El hijo (hombre timocrático) se debate entre la
voz racional del padre y la de su madre, inclinándose finalmente por esta
última.
El hombre oligárquico será fruto (al igual que en la
degeneración estatal) del hombre tiránico. En este caso el hijo quisiera seguir
los pasos de su padre, pero “viendo después que su padre se ha estrellado
contra el estado, como una nave contra un escollo”, cambiará la ambición de su
predecesor por la avaricia, preocupándose por la acumulación del dinero y no
por su consumo.
El hombre democrático: el hombre avaro y oligárquico
tiene un hijo que educa en sus mismas ideas. Este nuevo individuo tendrá
innumerables deseos de carácter superfluo, esto es, aquellos cuya presencia, lejos de ocasionarnos un
bien, puede perjudicarnos a largo plazo. Vivirá al día y, sin saber distinguir
los deseos necesarios de los innecesarios, llenará el vacío del alma de
insolencia, anarquía, libertinaje y desvergüenza y empleará eufemismos,
trasladables a nuestra realidad, para cubrir las fealdades de sus vicios.
Libro 9: El nacimiento del hombre tiránico.
Será en este libro donde se complete el anterior discurso y
se de cierre a la obra a partir de las tres pruebas que ponen de manifiesto por
qué el hombre injusto es más infeliz que el justo en respuesta al Trasimaco y
su defensa del hombre injusto. La cuestión, trasladada a nivel del Estado, es
si resultaría factible un tirano feliz.
Recordando el anterior libro, se matiza la distinción entre
deseos necesarios e innecesarios y se introducen aquellos deseos que “surgen
durante el sueño”. Los necesarios, coincidiendo con la definición que de ellos
hace Epicuro, por ejemplo, son aquellos estrechamente relacionados con las
necesidades físicas, aquellos que pueden saciarse. Los innecesarios, para
Platón, son aquellos perjudiciales para el cuerpo, por ejemplo, un atracón que
sobrepasara la mera necesidad de saciedad y llevaría a intoxicar nuestro
organismo.
Los deseos que surgen del sueño, sin embargo, son los más
preocupantes para Platón que, como hemos visto, reprime toda clase de instinto
alejado a lo racional. Estos deseos surgen del inconsciente y actúan de forma
terrible al no existir mecanismos de freno durante el sueño.
La solución que Platón ofrece es calmar la parte apetitiva
del alma antes de dormir mediante la reflexión y el estudio.
El hombre tiránico surge de estos últimos deseos. Si el
padre democrático situaba lo necesario e innecesario en un mismo plano, su
hijo, el tirano, buscará saciar también esos deseos salvajes que se engendran
en la parte más irracional del hombre. Este individuo no dudará en robar, matar
y violentar a cualquiera, empezando por su propio padre, si ello le permite
mantener sus riquezas. Y, como su carácter será el de un “borracho, erótico o
lunático”, la necesidad de renovación de tal riqueza será continua.
Es fácil ver en este punto que el Estado tiránico es infeliz
pues se trata de una sociedad dependiente de la locura y perversión, pero, ¿es
el hombre tirano el más infeliz? Platón ofrece tres argumentos para esta
pregunta:
a)
Un tirano vive dominado por el miedo al posible levantamiento
del pueblo esclavo y su venganza.
b)
En el segundo argumento Platón vuelve a hacer hincapié sobre
la figura del filósofo y la división tripartita del alma. Podemos distinguir
tres tipos de placeres, tres tipos de figura en el Estado ideal y tres
características fundamentales del alma. Pues bien, de los tres placeres, los
más básicos se corresponderían con la parte apetitiva, los del respeto y la
fama se corresponderían al guerrero y el amor por la sabiduría con los filósofos.
Serán estos últimos los únicos capaces de experimentar los tres tipos de
placeres y discernir entre aquellos de mayor calidad gracias al razonamiento y
la inteligencia.
c)
Por último, solo el filósofo es capaz de experimentar el
conocimiento científico, la excelencia del alma, el verdadero placer que
subyace bajo la idea equívoca que la mayoría tiene del placer, siempre visto
desde una perspectiva comparada.
Ya para cerrar la cuestión Sócrates pide a sus oyentes que
imaginen a un monstruo de mucha cabezas, unas de animales pacíficos y otras de
bestias feroces. A este le añade la imagen de un león y un hombre. La justicia
equivale con esto a la capacidad del hombre de conducirse con el monstruo como
un entendido labrador, auxiliándose en la fuerza del león. Esto es, la
habilidad de lograr armonía entre las partes evitando la proliferación de
bestias feroces y propiciando el nacimiento de animales pacíficos.
Lo más ventajoso para el hombre, en resumen, es dejarse
conducir por un guía sabio, que, en caso de no encontrarse en su interior,
vendrá de modo extraño mediante el auxilio de la ley en un estado forjado sobre
los principios del alma tripartita y las tres figuras que se derivan de la
madre naturaleza.
Libro 10:
Reglamento sobre la poesía
Antes de dar el diálogo por acabado, Sócrates resalta, como
una de las virtudes de su Estado, el reglamento sobre la poesía trágica que se
forjó durante el libro 5 con motivo de servir a la educación ideal del
guerrero.
La base sobre la que sostiene su censura artística proviene
de las consecuencias de la imitación. Glaucón pide entonces que explique la
naturaleza de esta imitación y para ello Sócrates se vale de una comparación
sencilla:
Tenemos como objeto una cama y como aspirantes a su autoría
están Dios, el carpintero y el pintor.
Dios sería el auténtico autor en tanto que crea la esencia
de tal cama. De otro lado llaman obrador al carpintero que con su trabajo
alcanza un segundo nivel de realidad, algo más alejado a la idea misma de cama.
Por último tenemos al pintor, quien con su obra no alcanza
más que a la imitación, tal como si enfocásemos un espejo a la naturaleza para
obtener el sol, los astros o los árboles solo en apariencia, no en su verdad.
Ocurre algo similar con la poesía trágica, de la cual Homero
es máximo representante. El conocimiento de estos alcanza a la imitación de
tercer nivel, porque si estuvieran realmente versados en el conocimiento de lo
que imitan no dedicarían todo su esfuerzo a la producción de meras imágenes.
A partir de esta idea, Sócrates distingue tres artes que
“responden a cada cosa”: el arte que se sirve de ella, el que la construye y el
que la imita.
El que conoce las propiedades del objeto transmite su
conocimiento al obrero que trabaja bajo la fe de sus instrucciones.
El imitador, sin embargo, ni siquiera conversa con el que
conoce la materia, luego no solo no conoce las propiedades de su producto, sino
que no tiene opinión fija acerca de ellas.
El arte del imitador, a su vez, busca complacer las partes
inferiores del alma apelando a lo emotivo frente a la racionalidad en la que se
apoyan ciencias como la matemática. La poesía trágica se relaciona con el
carácter irritable y cambiante incitando a la parte apetitiva del alma en vez
de al autocontrol.
Inmortalidad del alma
Cerrada la explicación sobre la naturaleza de la imitación,
Sócrates expone las recompensas ofrecidas a la virtud a partir de su teoría
sobre la inmortalidad del alma, pues es preciso que estas recompensas sean de
precio infinito.
Cada cosa, para Platón, consta de un bien y un mal propio,
entendiéndose el mal como aquello que la corrompe y, finalmente disuelve. Solo
este mal puede acabar con la cosa de que se trate. Esto es, solo la enfermedad
entendida como el mal del cuerpo puede acabar con este y, así, aunque un factor
externo provoque dicha enfermedad (un alimento caducado) será el mal interno de
la enfermedad el que acabe por destruir nuestro organismo.
El alma, sin embargo, aun pudiendo ser corrompida y alterada
por la injusticia y sus vicios, no logran estos disolverla y, si una cosa
no puede ser disuelta por su mal, no
puede serlo por nada.
Aunque en vida sean muchos los premios que a largo plazo
logre el hombre justo, será después de la muerte cuando reciba los más grandes
y es así que concluye la obra con el Mito de Er:
Er, el armenio, fue un varón que tras caer en el campo de
batalla, fue llevado a incinerar, pero poco antes de ser quemado despertó y
volvió a la vida pudiendo contar cómo su alma había llegado a las puertas del
cielo. En estas puertas, había, tal como cuentan también numerosas religiones,
jueces para distinguir l as almas justas de las injustas. Los tiranos, explica,
son arrojados al suelo (infierno) donde unos hombres de fuego los encadenarán y
apalearán violentamente.
Conclusión
Sin más pretensión que la de esclarecer los conceptos
básicos recogidos durante los diez libros de esta obra, y a modo de sumario,
podemos concluir:
-
Que la obra se consta de una parte ontológica como base para
el desarrollo de una ética. Esta base queda constituida por la línea dividida,
donde se establecen los diferentes niveles de realidad a partir de una
abstracción absoluta como es la Idea del Bien. A esta parte también corresponde
el Mito de la Caverna como alegoría explicativa de tales conceptos.
-
La parte ética se centra, no solo en definir al hombre justo,
sino en establecer la forma de gobierno más acertada y, con ello, va aparejado
el principio del alma tripartita sobre el cual se fundamentan las tres figuras
clave de la sociedad platónica: el artesano, el guerrero y el guardián.
-
El principio de especialización y la armonía de cada sector
social en un trabajo hacia el bien común son los cimientos del Estado ideal
según el autor.
-
Numerosos elementos, entre ellos la mentira noble, la
convivencia en comunidad, o el concebir a Dios como a un ente superior que
sirve de referencia en la educación de la clase guerrera, son fácilmente
comparables con el cristianismo. Asimismo, la idea de eliminar cualquier
elemento privado de la clase guerrera o compartir a las mujeres, relegando el
sexo al plano único de la reproducción para el mantenimiento del Estado, es
equiparable a la práctica extrema del comunismo e incluso de cualquier forma
ideológica llevada al extremo.
-
Platón se muestra disconforme a cualquier muestra de expresión
artística fuera de los textos formales, el clasicismo y la producción
científico-objetiva y acusa a la tragedia griega de Homero de imitar realidades
a tercer nivel, así como de incitar a las pasiones propias del alma
concupiscible.
-
El uso del diálogo como metodología para la inducción y
revelación de verdades sirve, junto con las representaciones
metafórico-pictóricas para hacer de la República un libro más que accesible al
público independientemente del conocimiento filosófico que éste tenga, si bien,
también es un medio para afrontar aquellas áreas donde los argumentos sólidos
destacan por su ausencia. Esto es, allá donde no puede alcanzar con la razón,
Platón introduce mitos como el del último libro, el mito de Er, o “leyes de la
naturaleza” que no constan de base empírica, como en el caso de la jerarquía
social que pretende establecer.
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La formación de un Estado solo sirve de macrocosmos para
encontrar al hombre justo, objetivo de todo el diálogo, por lo que la
aplicación práctica de su modelo de gobierno no viene comprendida entre las
intenciones del autor.
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La República o el Estado permite la comprensión de
pensamientos posteriores y facilita el estudio de muchos autores pertenecientes
a estas etapas.
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A nivel personal, y a pesar de mi desacuerdo con muchas de las
ideas que en la obra se exponen, considero esencial la lectura de Platón, y me
quedo con “el hombre justo” (en mi caso mujer) que llevamos dentro, más allá de
la forma de gobierno que rija en mi país.
Por:
Teresa Velasco Castillo