Bienvenida

La vida es irónica:
Se necesita TRISTEZA para conocer la FELICIDAD, RUIDO para apreciar el SILENCIO y AUSENCIA para valorar la presencia

Etiquetas

Arte (1) Concursos (1) Entrevistas (8) Eventos (17) Libros (15) Periodismo (44) Poemas (111) Reflexiones (77) Relatos (5)

martes, 26 de septiembre de 2017

La sanidad, ¿vela por la salud?


Seguramente, si has tratado con alguien mayor que tú, habrás oído aquello de que antes no existían tantas enfermedades, pero ¿existen realmente? Y, de ser así ¿cuál es su causa u origen?, ¿se debe el incremento de patologías únicamente a la mutación de microorganismos?

Desde el origen de la medicina con Hipócrates, son muchos los elementos que se han ido introduciendo en el ámbito farmacológico y de la salud, si bien, lo que más debería llamar la atención de los medios es la insondable tergiversión del célebre juramento hipocrático que sentó las bases para una práctica consecuente de la disciplina.

Ya en la República de Platón vimos cómo la sociedad enferma surgía de un conflicto de intereses entre nuestra posición como mercenarios y artesanos ante un mismo escenario. A día de hoy, la brecha entre el negocio de la enfermedad y el enfermo es tal, que preferimos cronificarnos y asumir los gastos en lugar de afrontar el abismo.  ¿Dónde queda el valor humano por tomar parte de la sociedad que nos rodea?

Asumimos que los gastos en investigación para sacar un nuevo fármaco a la luz son enormes. Casi tanto como lo que gana un futbolista. Pero basta leer la letra pequeña del prospecto para conocer los efectos secundarios.

En 2012, un artículo del British Medical Journal señalaba que, frente a los 1.300 millones de dólares que se cree, cuesta esta inversión, el coste medio de un nuevo medicamento se sitúa en torno a los 60 millones, de los que un 84% es financiado entre el Gobierno y el consumidor. Esto es, la empresa farmacéutica alcanza tasas de ganancia del 20%, superando ampliamente el 15,8% de los bancos comerciales a los que tanto nos cuesta rescatar.

Esto debería bastar para motivar al sector hacia el avance y descubrimiento de productos cuya función final es la de salvar vidas. Sin embargo, el círculo del 99 extiende su mancha también hacia la salud y, con la idea de prolongar el negocio, en lugar de curar enfermedades nos convierten sistemáticamente en pacientes. Las enfermedades llevan a las medicinas que llevan a más enfermedades y, así, el crecimiento pasa a ser exponencial.

Existen, no solo estudios, sino artículos y reportajes que deberían abrirnos los ojos al respecto, si bien los medios de masa, principalmente el telediario, no ayudan demasiado.
Si definimos a la farmacéutica como un sector empresarial que pretende la ampliación de su beneficio con el mínimo de costes, no debemos entender el sector de la comunicación como algo muy distinto. Cuando en el mercado se introduce un nuevo producto, éste será noticiable por el factor novedoso y, por consiguiente, se destacarán sus propiedades haciendo hincapié en el gran avance que supone para la humanidad.  Nada que ver con la realidad.

Los países conceden patentes por 15 años a las empresas farmacéuticas que comercializan su producto como marca registrada durante este tiempo. Una vez la patente expira, el producto se convierte en genérico y su explotación se extiende a todo el público. Es entonces cuando la industria “invierte” en lo que se conoce como medicamentos “yo-también”; una gama de fármacos que suplen las mismas funciones que el anterior con un pequeño diferencial.

Según datos de la FDA estadounidense (el organismo que autoriza a la venta de estos fármacos) solo un 20% de la inversión se destina a productos que aportan una mejora terapéutica notable. El resto serían medicamentos “yo-también”.

Mientras tanto, siguen aumentando las cifras de fallecidos por las conocidas como enfermedades “olvidadas”, en su mayoría enfermedades tropicales que no interesan al negocio.
 En 2001, el grupo Médico Sin Fronteras publicó un informe titulado Desequilibrio fatal donde se concluye que las patologías que afectan principalmente a sectores deprimidos de la población mundial no tienen demasiadas opciones terapéuticas disponibles y no se pretende su investigación.
El 90% de los recursos sanitarios se dedica a la investigación de enfermedades que afectan solo a un 10% de la población, localizada, obviamente, en países desarrollados.

Al final, cuesta más camuflar todo este esquema de negocio que una práctica consecuente y profesional en el ámbito de la salud y conseguir un organismo verdaderamente independiente que regule el sector. Pero harán falta muchos lectores de letra pequeña para cambiar la forma gráfica del prospecto.


Teresa Velasco Castillo


No hay comentarios:

Publicar un comentario