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lunes, 16 de octubre de 2017

La generación perdida

“Para café, café, cómprese una cafetera.” Algunos recordarán aquel eslogan que, queriendo vender café, acabó por convertirse en la realidad de nuestros días. Si queremos “cine, cine” tendremos que hacer nuestra propia videoteca y si se trata de buenos documentales, “despedida y cierre” es lo mejor que vamos a encontrar en los medios.

Este 18 de octubre se cumple un mes desde que en mi familia nos suscribimos a Netflix y, sin desdeñar los servicios que la compañía ofrece, ésta deja mucho que desear en cuanto a oferta documental se refiere.  El gusto por buenos contenidos, parece, quedó enterrado junto a la generación perdida, y no me refiero a Fitzgerald o Hemingway, sino a gente común que marcó una tendencia basada en los buenos modales y el trabajo. Todo ello sin acceso a la educación, los libros, las redes o el conocimiento que hoy están al alcance de un niño/a.

Hablo de aquellos que llevan las condecoraciones debajo de la camisa y el dolor en el alma, pero fuera, fuera siempre  saludaban con un  “buenos días”. Hablo de los que no conocían más fórmula para las matemáticas que el trabajo, de los que preguntaban por los demás antes que por ellos. Hablo de los que van al cielo cerrando uno de los capítulos más tristes de este país.

Hombres y mujeres que nunca habrían imaginado incendios como el de hoy en Galicia porque respetaban la madre tierra por encima de todo y sin rencores. Nadie les pedía sensibilidad, les era innata, ¿debería serlo?
Desde luego, no es la mejor circunstancia la de ser honesto por los empedrados de nuestra sociedad.  Interesa más bien distraer la vista a propósito y permanecer con los ojos emborronados por películas Blockbuster  de las que fácilmente vemos en Netflix.

Con ello no reprocho a mis coetáneos entre los que se encuentra la generación “ni-ni”, pero también la generación más formada y abierta al mercado internacional que nunca hemos tenido en España.

No todo es éxodo y llanto, como decía Manuel Alcántara esta mañana en su columna. Así que yo, como él, también creo que hay motivos para brindar y hoy quisiera hacerlo por una generación que muere desde el silencio en una humanidad ensordecida por el ego.  


Teresa Velasco Castillo

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