“Para café, café,
cómprese una cafetera.” Algunos recordarán aquel eslogan que, queriendo vender
café, acabó por convertirse en la realidad de nuestros días. Si queremos “cine,
cine” tendremos que hacer nuestra propia videoteca y si se trata de buenos documentales,
“despedida y cierre” es lo mejor que vamos a encontrar en los medios.
Este 18 de
octubre se cumple un mes desde que en mi familia nos suscribimos a Netflix y,
sin desdeñar los servicios que la compañía ofrece, ésta deja mucho que desear
en cuanto a oferta documental se refiere.
El gusto por buenos contenidos, parece, quedó enterrado junto a la generación
perdida, y no me refiero a Fitzgerald o Hemingway, sino a gente común que
marcó una tendencia basada en los buenos modales y el trabajo. Todo ello sin
acceso a la educación, los libros, las redes o el conocimiento que hoy están al
alcance de un niño/a.
Hablo de aquellos
que llevan las condecoraciones debajo de la camisa y el dolor en el alma, pero
fuera, fuera siempre saludaban con
un “buenos días”. Hablo de los que no
conocían más fórmula para las matemáticas que el trabajo, de los que
preguntaban por los demás antes que por ellos. Hablo de los que van al cielo
cerrando uno de los capítulos más tristes de este país.
Hombres y mujeres
que nunca habrían imaginado incendios como el de hoy en Galicia porque
respetaban la madre tierra por encima de todo y sin rencores. Nadie les pedía
sensibilidad, les era innata, ¿debería serlo?
Desde luego, no
es la mejor circunstancia la de ser honesto por los empedrados de nuestra
sociedad. Interesa más bien distraer la
vista a propósito y permanecer con los ojos emborronados por películas
Blockbuster de las que fácilmente vemos
en Netflix.
Con ello no
reprocho a mis coetáneos entre los que se encuentra la generación “ni-ni”, pero
también la generación más formada y abierta al mercado internacional que nunca
hemos tenido en España.
No todo es éxodo
y llanto, como decía Manuel Alcántara esta mañana en su columna. Así que yo,
como él, también creo que hay motivos para brindar y hoy quisiera hacerlo por
una generación que muere desde el silencio en una humanidad ensordecida por el
ego.
Teresa Velasco Castillo
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