De nuevo un intento por perfeccionar la técnica en la redacción de relatos. Dije que subiría una historia semanal y ya me he adelantado, pero no se acostumbren que ya mismo vuelven las responsabilidades y comienzo a eludir mis compromisos como escritora.
Lucas y Braulio
Durante los últimos días de clase, los chavales parecían
ausentes, con la mirada empañada de azul oscuro y fija en los planes de Nochevieja.
Los más previsores ya tenían entradas para un local desde hacía meses, los más
descuidados se conformaban con deambular por las calles serpenteantes de
Málaga.
Era invierno y el sendero de vuelta a casa era oscuro y
húmedo, cubierto por unas hileras de árboles rojizos que se hacían más pequeños
conforme Braulio y Lucas alzaban la mirada hacia el fondo.
- - Estas navidades me voy a hinchar de comer y
dormir – dijo Lucas, el menor de los dos hermanos.
- - Comer no sé, pero de beber no voy a parar hasta
amortizar los 40 euros que me costó la entrada a la Sala Gold.
Los dos jóvenes dejaron caer al unísono las pesadas mochilas
al entrar en casa y corrieron a la cocina a devorar la compra de casi un mes.
Sus padres no llegaban hasta la tarde, después de trabajar, así que ambos se
echaron a dormir la siesta tras saciar su apetito.
Lucas empezó a soñar enseguida. En el primero de sus sueños
discutía larga y encarnizadamente con su hermano, pero no lograba saber el
porqué de aquella disputa. Su mente repetía reiteradamente una escena de
tensión en la que Braulio acusaba a su hermano de algo y Lucas levantaba las
manos en señal de inocencia.
De pronto, como sucede en casi todas las pesadillas que
tendemos a recordar, el escenario cambió por completo tornándose oscuro e
incomprensiblemente familiar. Lucas
aparecía en un estudio rodeado de libros que habían estado trabajando los
últimos meses en clase. Entonces su hermano llegaba y le destrozaba todos sus
trabajos cuidadosamente elaborados, mientras él permanecía en una esquina con
la mirada fija en un reloj de cocina que siempre marcaba las ocho en punto.
Después de un rato incalculable con los ojos como platos, la pared pasó de gris a blanco roto haciendo
que el contorno del reloj pareciese recortado sobre el color blanquecino que lo
rodeaba.
Al darse la vuelta, el paisaje cambió radicalmente de aires,
convirtiéndose esta vez en un puente colgante sin principio ni fin. Su hermano
le agarraba fuertemente del cuello tratando de lanzarle por el borde del
puente, hincándole las uñas hacia el interior de la clavícula.
Lucas reaccionó
y sin saber cómo ni cuándo clavó un cuchillo en el costado de Braulio. Una,
dos, tres, y hasta cuatro veces apuñaló a su hermano mayor y solo al ver la
muerte en sus ojos grises despertó.
Se desperezó durante unos minutos en que su mente comenzó a
hacer borrón y cuenta nueva. Cuando llegó a la cocina, sus padres le esperaban
para desayunar, pero Braulio no estaba.
- - Buenos días. ¿Qué tal has dormido? –preguntó su madre.
- - Bien, he soñado y todo, estaba muy cansado.
¿Braulio aún no se ha despertado?
- - ¿Braulio? ¿A quién te refieres?
Lucas abrió su boca de asombro, pero se controló antes de
preguntar, al ver que Braulio no aparecía en ningún portafotos de la casa. Fue solo
entonces cuando comprendió que había
matado a su hermano mayor.
Teresa Velasco Castillo
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