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sábado, 9 de enero de 2016

Universos paralelos III: "Mi hija, una maleducada"

A continuación dejo mi tercer relato de esta serie. Espero que les guste, porque hasta el sábado que viene como mínimo no podré subir otro, ya que me voy una semana a Lleida y no podré escribir. He pensado, que para los próximos relatos, pueden ustedes proponer temas, bien comentando aquí abajo, bien a través de facebook y twitter. Entre todos seguro que es mucho más divertido.


Universos paralelos III: "Mi hija, una maleducada"

Justo en ese momento, me di cuenta de que todo lo que había invertido en educación para ella no había servido de nada: las clases particulares, los cursillos intensivos de idiomas y la casi inasequible matrícula universitaria por la que tuvimos que vender el coche.
Todos reían mientras separaban el pescado de las espinas tan cuidadosamente que pareciese que fuésemos a envenenarlos.

No faltaba de nada. Había jamón, queso curado y semicurado, canapés de calabacín a la crema, de salmón y huevos de codorniz, saladitos de atún para los niños y las croquetas clásicas de la abuela. Nada tenía que ver con la infancia de mis padres, donde la basura de los ricos era el único bálsamo para el llanto del hambre. Y ni eso. Había días en que la olla estaba vacía y las mujeres de la casa se las ingeniaban para hacer caldos con restos de ausencia.

Fue en ese momento en que ella entró por la puerta. Llevaba un vestido a media pierna con la parte delantera cruzada y un escote provocativo que desafiaba  la mirada de cualquier hombre. Caminaba con una seguridad incongruente respecto a sus 20 años recién cumplidos, sobre unos tacones Boyce de estampado beige y amarillo con manchas negras que intentan torpemente imitar la piel de un guepardo.

-         -  Hola, mi niña –dijo su abuela dirigiéndose hacia ella con el cuello erguido para alcanzar a la mejilla de su nieta.

Mi hija apenas torció su airado gesto de niña adulta y prosiguió hasta mí para interrumpir nuestra cena de Nochevieja.

-         -  Mama, Sebas me está esperando abajo. ¿Puedes prestarme 50 euros para la cena?
-          - Cógelos tú misma, el monedero está en mi habitación, donde siempre.

Y hasta ahí nuestra última conversación del año. Poco después de aquello una llamada al portero nos desveló a su padre y a mí.

-         -  ¿Quién es? –pregunté mientras observaba como Felipe miraba extrañado por el visillo
-         -  Parece un mendigo.
-         -  ¿Qué quiere? No tenemos nada para darle, es muy tarde, es mejor que se vaya.
-          Su hija está en el hospital.

El mendigo alzó una foto en para que pudiéramos verla. En ella aparecía posando con un grupo de vagabundos como el que llamaba esa noche a la puerta.Con ademán brusco abrimos la puerta para escuchar lo que aquel hombre tenía que decirnos.

-        -   La vi entrar aquí a por el dinero. Su hija me ha dado los mejores años que he tenido desde que vivo en la calle. No sé qué podría hacer sin ella.

Durante un rato nos contó todo lo que había hecho por él y por aquel grupo de personas en esos últimos meses, hasta que se dobló sobre sí mismo y, llorando amargamente, casi con estertores dijo:

-          - Un joven que conducía borracho la atropelló cuando volvía a casa. No pude identificar el coche. Todo estaba oscuro y se fue muy rápido. La llevamos entre unos cuantos al hospital más cercano y pedimos ayuda. Tenga, esta es la dirección.

Los tres salimos corriendo hacia el hospital y fue entonces, desde el espejo del retrovisor, que comprobé la terrible distancia que separaba mi universo de los demás.




Teresa Velasco Castillo




3 comentarios:

  1. Me ha encantado,está claro que lo tuyo es escribir y además lo haces muy bien...mucho mejor que esquiar,jajajaja.Un abrazo.

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  2. Me ha encantado,está claro que lo tuyo es escribir y además lo haces muy bien...mucho mejor que esquiar,jajajaja.Un abrazo.

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  3. Muchas gracias Sisco. El año que viene te sorprenderé esquiando también jeje

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