Siempre he otorgado un valor excepcional a la familia. Quizás porque he tenido suerte de echar raíces bajo un árbol genealógico de buenas y más buenas personas. Tal vez porque mi padre es el hombre de mi vida nunca seré capaz de escribir un poema a su altura. Por eso y por el orgullo de ser de una tierra que a nadie desprecia, que a todos acoge y que, por lo menos hasta ahora, a su padre respeta. Porque sé que siempre habrá un familiar que haga las veces de pilar cuando todo se hunda, y porque el día que me toque a mi, ahí pienso permanecer a flote. Por todo eso y por este día, felicitar las buenas costumbres del que acostumbra a querer a los suyos:
Si naciste en el sur sabrás que un adiós nunca pasa de hasta
luego,
que cualquier momento es bueno para un café de esos que despierta los sueños.
Sabrás que el mundo está lleno de artistas pequeños, de
comerciantes,
de camareros sin idiomas que son la idiosincrasia de
nuestras lenguas.
Si naciste donde el sol rara vez da a torcer sus rayos,
donde la lluvia es un milagro que a nadie asusta y la calle
es el hogar de todos, aunque nadie la respete. Si naciste donde
yo,
ya sabes que un amigo puede ser el tipo al que pediste fuego
o aquel al que besaste buscando morir una noche por alguien.
Si naciste donde la espera es el ser-ahí del individuo,
sabrás que el camino se hace mejor con herramientas
desgastadas,
y andarás de sobra para saber viajar sin levantar tus pies
de la arena.
Si eres un vivo reflejo del estoicismo moderno, si no te
culpas
por no ser más y más productivo al final del día,
es porque naciste donde aún la gente, aun con estrés,
respira.
Sabrás que eres del Sur cuando todos quieran ser tus primos
obviando la genealogía y los impuestos de sucesiones que
ello conlleva.
Si naces donde van a parar aquellos a los que su patria
exilia
sabes que no puedes contar en exceso con nadie salvo tu
familia.
Si eres de donde cada domingo se hace paella
y los mejores profesores, que todo arreglan, son los padres.
Si eres del sabor del mar, sabrás llenar este día inexorable
con un carrusel de horas sin prisa por que se haga tarde.
Si eres andaluz y tienes abuela, dale las gracias por tu
padre.
Hoy y todos los días, por cada beso que regateamos,
por cada “te quiero” que nos callamos, por cada gesto
al que dimos la espalda de niños.
Hoy y todos los días, quisiera decirte lo que no puede el
verso
en el cálido silencio de este abrazo.
Teresa Velasco Castillo
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