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martes, 28 de junio de 2016

Estado de interpretado

Después de una jornada de reflexión post-elecciones creo que ha llegado el momento de pensar aquí y ahora:
Aquí porque toda crítica que quede verbalizada a través de mi teclado está mediatizada por mi entorno y, sobre todo, los medios de mi entorno.
Ahora porque de no ser en este momento, podría no ser ¿o no estamos acaso sujetos a un sinfín de posibilidades, entre ellas la muerte? De ahí la densidad ontológica del “ahora” al que tanta gente teme estos días.
El resultado objetivo son 137 diputados para el PP, 85 para el PSOE, 71 para Unidos Podemos y 32 para Ciudadanos, según el especial que ofrece La Vanguardia, y si no me equivoco con la fecha o el ámbito territorial.
En cualquier caso, el PP es el claro ganador en tanto en cuanto es el único que ha mejorado en resultados con respecto a las anteriores votaciones, y quien más escaños ha sacado, pese a que no cuenta con la mayoría absoluta.
¿Tiene miedo España al cambio?¿son todos esos “nuevos votos” del PP personas que se arrepienten de votar a Ciudadanos? Para saber la respuesta a las principales cuestiones que se están debatiendo ahora mismo en los medios, habría que empezar por romper con el “Estado de interpretado” en que se encuentra el individuo actualmente. Es una idea que planteó Heidegger en un libro complejo como lo es Ser y Tiempo y que bien puede aplicarse a nuestra sociedad aun pasados unos cuantos años desde que se publicase en 1927.
El estado de interpretado propicia, entre otros aspectos, que hablemos con palabras de otros cuando decimos expresar nuestra opinión. Y pienso, ¿nos dan voz los medios  o somos nosotros quienes ejercemos de portavoces para los mismos?
Visto el vértigo con que transcurren los hechos en televisión, por ejemplo, yo diría que más bien nos atenemos a la segunda proposición de mi pregunta. Pocos piensan de manera autónoma en un país donde la mayoría se parte los cuernos para conseguir un puesto de funcionario público.
No nos culpo. No creo que la sociedad sea estúpida por no pensar, es más fácil así. Deslizarse por los días como un pétalo disecado en medio de la tormenta del sistema. Y si nos surge la duda encendemos la radio y Carlos Herrera, más del PP que nunca desde que comenzó a trabajar en la Cope, nos dice a quién no hay que votar. Y si encendemos la televisión y hacemos zapping podremos escuchar  periodistas, con y sin carrera, discutir con políticos por lo que es mejor para nosotros.
Todo ello lo asumimos con tanta naturalidad como con la que pasamos por encima de los cadáveres que nos muestran las imágenes de guerras en países tan lejanos que ni vale la pena pensar en ellos. Pero si volvemos la vista atrás, todos, o al menos la mayoría, coincide en que la teología medieval  fue una barrera para el desarrollo del pensamiento. Curiosamente casi nada cambió durante siglos. Mi cuestión es ¿cambia algo ahora? Elegir la estabilidad, es precisamente escoger lo contrario al cambio tal y como expresa perfectamente Iñaki Gabilondo en su reflexión. ¡Somos estatuas de sal!
Y es que parece que nadie fue capaz de apagar el televisor de la teología contemporánea y, los medios han hecho con las encuestas, y con nosotros, lo que han querido. Al final pudo el miedo, pero el miedo encendido por encuestas que parecían anunciar el fin del mundo.
Respeto todas y cada una de las opiniones, siempre y cuando éstas sean acordes a derechos humanos fundamentales y contrarias a la violencia, pero desde aquí invito a pensar, ¿de verdad es esa tu opinión?

Teresa Velasco Castillo


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