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jueves, 30 de junio de 2016

LA CHICA DEL TREN




No puedo esperar a recomendar el thriller de Paula Hawkins que anoche me tuvo en vela hasta las cuatro de la mañana.
La Chica del tren no deja indiferente a nadie, no solo por su argumento, sino por la profundidad psicológica con que es tratado cada personaje. Seguramente a ello se deban tan buenas críticas por los principales diarios internacionales, así como su gran número de ventas.

Lo recomiendo encarecidamente a viejos lectores y lectores noveles que empiezan sus andanzas en el mundo de la literatura, pues a diferencia de otros libros de misterio, este resulta fácil de leer. Que no os engañen sus cerca de 500 páginas, porque vuelan casi tan alto como la imaginación de Rachel, nuestra protagonista.

La narración entrelaza a los tres personajes femeninos principales: Anna, Rachel y Megan, que relatan en primera persona y a modo de diario sus impresiones sobre una misma situación.
Rachel será quien desvele la trama desde su pobre vida. Los problemas con el alcohol y la frustración por su ruptura matrimonial años atrás acompañarán la aventura de esta mujer acostumbrada a dar todo por perdido. Es de destacar cómo se estructura casi a la perfección la imagen de una mujer desvaída y de bajo autoestima que lucha por salir de su situación a la par que se entrega a su adicción.
Anna hace el papel menos complejo a nivel psicológico y, no alejado de la realidad social de nuestro siglo. La actual mujer de Tom, exmarido de Rachel, solo se fija en su imagen, su familia y, en definitiva, su ombligo. Es una persona fatua y egocentrista que pondrá trabas a la “investigación” de Rachel durante toda la novela.

Por último, Megan será la víctima alrededor de la cual gire toda la trama y cuyos diálogos están enmarcados en un pasado del que se viene y va sin demasiadas complicaciones para la comprensión de la obra.

Los personajes masculinos, actúan como sospechosos del crimen, pero siempre en un segundo plano, lo que me recuerda a las novelas del realismo y naturalismo, donde las mujeres se hacían con el mando de la obra como consecuencia de la profundidad psicológica atribuida a las mismas.
Recuerdo, asimismo, sobre las pautas para una correcta correlación de hechos en un texto, que los sueños y las descripciones pormenorizadas debían limitarse, que los detalles debían  tener siempre un porqué y que los incidentes deben sucederse al ritmo que demanda el lector y no uno tras otro sin orden ni fijación. Todas estas cualidades se encuentran en esta novela. Yo diría que es el relato perfecto: la dosis exacta de sueño, el número preciso de personajes, la descripción justa y necesaria y, un vocabulario asequible, pero también rico en recursos.


Desde luego, hacía tiempo que un libro no me quitaba el sueño, concretamente desde la lectura del Psicoanalista de Jhon Katzenback por la que pasé más de una noche en vela. En cierto modo, esta obra se asemeja en cuanto al ritmo se refiere, en cómo los detalles se van dejando caer hasta que todo encaja y entonces ya no hay vuelta atrás. No les desvelo más, descúbranlo por ustedes mismos. 

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