Emprender hoy una traducción adecuada del modelo educativo
en España es un proyecto que, a juicio de todo sinólogo profesional, requiere
de justificación expresa. Pues bien, la posible aprobación del denominado
Decreto 3+2 es razón más que suficiente para hacer una pausa entre tanta
actividad suscitada en el gremio. Una medida que se ha encontrado con el
rechazo frontal de las instituciones académicas y de los alumnos.
Aún recuerdo el momento en que a fin de “converger con
Europa” se apostó por titulaciones de cuatro años más uno de postgrado, lo que
a día de hoy sigue provocando extrañas formas de convivencia no siempre
cómodas.
Ahora, como si de cualquier cosa se tratase, se plantea la
reestructuración completa de un proceso complejo y costoso en el tiempo que
llevaría, entre otras cosas, a mezclar varios planes de formación distintos. Es
más, a este paso, para cuando los antiguos licenciados logren convalidar su
carrera, ésta ya habrá dejado de estar vigente. Y es que en España se cambia
más de modelo educativo que de dirigentes, lo cual no dice mucho a nuestro
favor.
Pero el martillazo decisivo para desplomarlo todo llega al
destapar la posibilidad de que cada centro decida qué sistema ofrecer a sus
alumnos, lo que deriva en asimetrías dentro de una misma ciudad. Curiosa manera
de converger la de nuestro ministro de Educación. Me pregunto si el día de
mañana mi titulación será válida en el barrio de mi abuela.
El carácter enigmático y difícil de nuestros “líderes”
pareciese una barrera insalvable para la convergencia ¿por qué no un 3+2 al
mismo precio? O mejor, más barato. ¿ Por qué no emplear el esfuerzo y los
resultados como barómetro de garantía en vez del dinero? Tal vez así, quienes
arrastran asignaturas con esperanza, pero sin convencimiento, decidiesen
espabilar y, quienes se esfuerzan no se viesen lastrados por un gasto
“inasumible para la mayoría”, según denuncia el Sindicato de Estudiantes.
No soy la más indicada para señalar el rumbo que ha de
seguirse cuando ni siquiera sé cuidar de mí, pero al menos no me meto en
política. Así que, señor José Ignacio
Wert, si no sabe qué hacer con su vida, deje en paz la de los demás.
Teresa Velasco Castillo
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