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domingo, 9 de septiembre de 2012

San Manuel Bueno, mártir


Texto:

Su vida era activa y no contemplativa, huyendo cuanto podía de no tener nada que hacer. Cuando oía eso de que la ociosidad es la madre de todos los vicios, contestaba: «Y del peor de todos, que es el pensar ocioso». Y como yo le preguntara una vez qué es lo que con eso quería decir, me contestó: «Pensar ocioso es pensar para no hacer nada o pensar demasiado en lo que se ha hecho y no en lo que hay que hacer. A lo hecho pecho, y a otra cosa, que no hay peor que remordimiento sin enmienda». ¡Hacer!, ¡hacer! Bien comprendí yo ya desde entonces que Don Manuel huía de pensar ocioso y a solas, que algún pensamiento le perseguía.
Así es que estaba siempre ocupado, y no pocas veces en inventar ocupaciones. Escribía muy poco para sí, de tal modo que apenas nos ha dejado escritos o notas; mas, en cambio, hacía de memorialista para los demás, y a las madres, sobre todo, les redactaba las cartas para sus hijos ausentes.
Trabajaba también manualmente, ayudando con sus brazos a ciertas labores del pueblo. En la temporada de trilla íbase a la era a trillar y aventar, y en tanto,  aleccionaba o  distraía a los labradores, a quienes ayudaba en estas faenas.
(…)
Iba también a menudo a la escuela a ayudar al maestro, a enseñar con él, y no sólo el catecismo. Y es que huía de la ociosidad y de la soledad. De tal modo que por estar con el pueblo, y sobre todo con el mocerío y la chiquillería, solía ir al baile. Y más de una vez se puso en él a tocar el tamboril para que los mozos y las mozas bailasen, y esto, que en otro hubiera parecido grotesca profanación del sacerdocio, en él tomaba un sagrado carácter y como de rito religioso. Sonaba el Ángelus, dejaba el tamboril y el palillo, se descubría y todos con él, y rezaba: «El ángel del Señor anunció a María: Ave María...». Y luego:
-      Y ahora, a descansar para mañana.

-      Lo primero -decía- es que el pueblo esté contento, que estén todos contentos de vivir. El contentamiento de vivir es lo primero de todo. Nadie debe querer morirse hasta que Dios quiera.

-      Pues yo sí -le dijo una vez una recién viuda-, yo quiero seguir a mi marido...

-      ¿Y para qué? -le respondió-. Quédate aquí para encomendar su alma a Dios. […]

Con aquella su constante actividad, con aquel mezclarse en las tareas y las diversiones de todos, parecía querer huir de sí mismo, querer huir de su soledad. «Le temo a la soledad», repetía. Mas, aun así, de vez en cuando se iba solo, orilla del lago, a las ruinas de aquella vieja abadía donde aún parecen reposar las almas de los piadosos cistercienses a quienes ha sepultado en el olvido la Historia.

   Miguel de Unamuno.



Comentario:

San Manuel Bueno, mártir no pasa de moda. Cada nueva generación de lectores debe saber que ninguna de sus páginas  le resultará insípida. Incluso si se trata del instituto. Hay lecturas cuyo marco, por el motivo que sea, coincide con el nuestro cincuenta, sesenta y hasta cien años después.

La narrativa de Unamuno llega a reunir en esta ocasión todas las dimensiones de la identidad, lo que confiere a esta obra cierto valor de psicoanálisis, una relación más o menos estrecha con la sociología, y, cómo no, con la  filosofía hermenéutica. Se trata asimismo de una crítica y una experiencia. Y como toda experiencia, a mi juicio, ha de ser vivida.

He querido rescatar este fragmento y su comentario porque creo que valen la pena. Creo que a día de hoy, y tal vez  más que nunca, me identifico con este texto y con el hecho de trabajar, entrenar o salir sin otro móvil que no sea la necesidad de autorrealización.
Comenzaré, como siempre, con brocha gorda. Pintando los aspectos más generales, familiares o menos sorprendentes.

El tema aquí es el enfrentamiento entre la vida activa y contemplativa. La conciliación entre ambas una solución de lo más razonable y evidente ¿Por qué nos obligamos a elegir?

Durante el siglo de las luces, el optimismo generado por los grandes avances de la edad moderna, ya sea en ciencia, filosofía, política o  literatura, dan lugar al hostigamiento de la vida activa. Este pensamiento se ve reflejado en autores como Rousseau, cuya frase “Todo ciudadano ocioso es un bribón” lo dice todo. Por su parte Voltaire, a través de uno de sus personajes,  ratifica que el trabajo nos libra de los tres grandes males de la vida: el aburrimiento, el vicio y la indigencia.

 También Nietzsche encajaría aquí. El dicho que en este fragmento  encontramos (“A lo hecho pecho”) hace referencia a  esa ilusión de jugar a la vida propia de la infancia.
Los niños tienen todo por descubrir y se entretienen creando y destruyendo a su antojo, como el Dios Dionisos o el Superhombre de Nietzsche, quienes con su afirmación de la vida terrenal contribuyen a los argumentos que favorecen la vida activa.

Respecto al plano contemplativo buscaremos apoyos en la filosofía y religiones orientales.
El budismo  es un claro ejemplo de acto contemplativo. Se trata de una filosofía de vida que intenta, a través de la  meditación,  alcanzar un estado de  no sufrimiento (Nirvana) que no puede ser descrito con palabras.

Actualmente los medios de comunicación y las nuevas tecnologías  nos han convertido  quizás en personas demasiado activas  a pesar de impulsar estilos de vida sedentarios.

Esto es, si antes bastaba con una conversación liviana para pasar el tiempo,  ahora resulta prácticamente impensable. Cada vez dependemos más de la multiplicidad de relaciones  sociales y atendemos a distintas tareas sin prestar verdadero interés a ninguna en concreto. Claro está, que también nos acerca al sedentarismo pues todas las innovaciones buscan la máxima comodidad del consumidor, lo cual nos lleva a tener acceso a todo desde un mismo sitio, generalmente el sofá o la cama.

No me considero, desde luego, apocalíptica ante las nuevas tecnologías, pero  considero que a veces una conversación que deja espacio para lo intrascendente es mucho más profunda y completa que aquella en que solo atendemos a nuestras cartas. A veces anticiparse al adversario requiere pararse a contemplar. En cualquier caso nadie tendrá tiempo de hacerlo.

 (Málaga a 9 de septiembre 2012 Teresa Velasco)


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