Comencé este poema a raíz de Ángel González y uno de esos sonetos que, pienso, ponen en cuestión a cualquiera que ostente reducir al hombre a estados físicos del cerebro. Comencé el poema una noche en la que, efectivamente, ese beso debía ser para otros labios.
Empecé a escribir y, como siempre, cuando más sola estaba apareció Platón con su "carro alado" y Einstein hizo lo propio con su teoría del espacio que fácilmente se relaciona con los cuerpos. Estaba sola y vino Sartre a darme ese empujón que una necesita para arrojarse del todo y, en fin, día a día se construye el yo-autobiográfico. Día a día camina Rambo por enreversadas sendas, casi tan rebuscadas como algunos de mis versos. Espero que no tanto como la filosofía. Gracias a todos los que me leeis por ser también parte de este poema.
Donde pongo mis labios soy tu beso
reducida a su carne en boca ajena,
la que inclina al
auriga hacia su tierra
y aprieta el alma en fatigosa prueba
Pongo mis alas a la espalda del cielo,
me juego el verso al espacio de tu cuerpo,
donde dejo mi fe, soy arrojada
a lo absurdo de existir en dicho beso
A fuego lento mantengo la postura
día a día llamo eterno a lo presente
ir, volver y del camino desasirse
Donde acaban tus labios, libre angustia
agoto mi vida en la teoría
de ver tus labios en otras consumirse.
Teresa Velasco Castillo
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