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martes, 8 de mayo de 2012

Crónica: Días en que nos paramos a pensar

Sábado cinco de mayo. Un reflejo pinta las aceras de azul mar. Es Málaga y aunque el cielo venga encapotado todavía se puede soñar con torres de sol. Las malagueñas se pasean con sus andares garbosos. El día previo al “día de la madre” y toda Calle Larios encharcada por un puñado de sueños.
Las seis de la tarde. Es tiempo de ponerse las pilas. Pero “¿Qué le compro a mi madre?” se preguntan los hijos/as casi ejemplares en este siglo. ¿Regalos prácticos o sentimentales?
Paula, una joven de dieciocho años (a veces más), tiene la respuesta. En una familia donde cada detalle sirve a toda una colección llena de memoria, los obsequios pueden ser algo útil y a la vez despertar nuestros valores. Su hermano, e incluso su padre,  le encargan la afanosa tarea de tomar decisiones. Ella la asume en virtud de su vocación para el manejo eficaz de las compras y nos lleva a recorrer cada esquina del centro.
Este día que algunos atribuyen a “San Corte Inglés” vuelve como en los viejos tiempos en que fue creado por Julia Ward Howe (1870) para que cada familia honrase a su madre.
Empieza una nueva etapa. Los últimos rayos de sol  proyectan sus sombras sobre el recorte de palmeras sobrevivientes. El escarabajo picón hace lo propio en los muñones de éstas y el viento remata la faena. Mientras tanto, una empleada a tiempo parcial reparte amapolas en la Plaza de la Constitución. Los niños y las niñas dotados de  paciencia suficiente aguardan al mañana con toda suerte de manualidades bajo el brazo.
Empieza una nueva etapa. Volvemos al origen. ¿Qué significa este día? Habría que preguntar a cada una de las familias que conforman el mosaico cultural de nuestra aldea. Eso sí, cada vez más global. Ni siquiera podemos ya  hablar de occidente, sino de un mundo de interpretaciones varias.
Ya lo decía Heráclito “No existe en la realidad nada que sea siempre igual, porque lo único real es el cambio”. Cambia el Estado, cambia la sociedad, cambia la familia. Ya no estamos ante el modelo nuclear compuesto por marido, mujer e hijos. La unidad familiar ya no es  centro gravitatorio de nuestro desarrollo. Lo es la diversidad.
Familias reconstruidas. Monoparentales por ruptura. Madres solas por elección y ¿por qué no? También padres. El día de la madre, proponen algunas escuelas, no debería ser un culto a la figura de la madre como tal. Es un verdadero reconocimiento a la familia, una reunión de creencias perdidas en el paraíso de las nuevas tecnologías. ¿Consumismo? Habrá de todo. A “más azúcar, más dulce”. 
Paula entra en Granate y  pone fin a su ruta. Las nueve menos cuarto. El reloj ya no entiende de horas. El rímel de sus ojos pide a gritos una copa en las tabernas del mar. El pedrega, tal vez la Manquita quién sabe cuál será el próximo destino.
Domingo seis de mayo. Amanece el día con claros. Solo los corredores más tempranos eluden al abrazo de sus madres. Atraviesan el rastro. Están locos. El sonido de sus zancadas, cada vez más leve, reúne un pelotón de cómplices a la altura del Tintero.  Los camareros preparan las terrazas y se les viene el mundo encima cuando olfatean ese instante de libertad.
Las tres de la tarde. Aforo completo allá adonde se pueda comer “pescaito”. ¿Dónde está la crisis? Málaga está llena de madres, y de hijos capaces de endeudarse por unos espetos,  un buen plato de paella o una semana en la feria de abril en Sevilla. Si bien es cierto, las cosas no están tan caras ni tan baratas como las pintan. No hace falta salir de casa. Un bizcocho de “la tita” y una buena taza de café. La tarde está echada.
Por el paseo marítimo Ruíz Picasso van  las madres charlando con sus hijos y las bicis haciendo malabares. Son las nueve menos cuarto ya pasadas. Apura una moto la luz verde. Un frenazo. Un golpe helado. Un joven en el suelo. No se levanta. Acuden los curiosos como moscas. Todos con el móvil en la mano. ¿Han llamado? ¿Quién llama? El tráfico se colapsa y en pocos minutos (parecieran horas) se forma una hilera de vehículos.
Las nueve menos cinco. La ambulancia no viene. Tampoco la policía local. El joven sigue tumbado con el casco. Los coches lo sortean por los lados.
Las nueve menos diez. Aterriza la ambulancia sobre el herido. Collarín. Camilla. Demasiada gente. Llega al fin también la policía. Lázaro y dos compañeros. Uno dirige la fila de coches. La situación parece remediarse.
Recapitulando. Días en que pensamos sin parar y días en que nos paramos a pensar. ¿Qué será de la madre o padre de aquel joven?
Lunes siete de marzo.  Al buen tiempo mala cara. El tedio de la vida vuelve a hacer estragos.

(Teresa Velasco Castillo)

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