Aquel día estaba hecho para
esperar:
Detenerse ante un grifo de
sonidos familiares
que buscan donde olvidar
cuando es invierno.
Aquel día, autora de algunos
versos,
Descansaba sobre la roca más
alta.
La gente menuda a lo lejos
Caminaba despacio y borrosa
Como las sombras que hoy
guían mi ausencia.
Las
conversaciones –más bien llantos-
pausadas,
se alzaban en el íntimo silencio de la alcoba,
En el umbral de la cocina,
En el vaivén de un angosto sendero
cubierto de cristales que
hoy me inspiran.
Aquel día, a la
expectativa del instante poético,
Cuando ellos no miraban,
miraba mi reflejo:
paredes huérfanas de
estrellas.
¿Es posible que
declinen las huellas de mis dedos?
Aquella noche, entre
barrotes,
Corrían los marineros.
Las alas, derretidas en sollozos,
No pudieron por vez alzar el vuelo.
…
Teresa Velasco Castillo 2013
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