Hoy una pequeña reflexión a partir del clásico debate entre el amor eterno y la pasión efímera:
Posiblemente Lao Tsé tuviera razón en muchas cosas, entre
ellas en su moral como comienzo de la confusión. Estoy confusa. Actúo y carezco
de propósitos. Pienso y no existo en otro lugar que no sean quimeras donde tus
sílabas rebotan.
Busco una armonía que me aburre, un sonido en el silencio,
una esencia en las lentejas como mágica evidencia de que el árbol verdadero no
muda sus prendas. Y en fin, me conformo con el vértigo que da la vida, cuando
se empieza desde cero.
Teóricos y expertos, doctores y gastrónomos suelen decir que
una dieta equilibrada, una práctica deportiva moderada, y un frecuente uso de
la memoria es lo ideal para morir menos pronto.
Y yo me pregunto ¿podrá alguien apreciar la esencia de las lentejas
comiendo solo un plato cada dos semanas? ¿logrará la plenitud alguien que no
muere obsesionado en lo que hace?¿morirá el olvido acribillado a sudokus?
Si no se ríe a carcajadas, si no se cree en la
reencarnación, si no pensamos que cada amor es el último y el primero, viviremos
en un testimonio incompleto que tarda en acabarse. Por eso es que hay que
enamorarse, aunque acabemos por aborrecer las lentejas, nunca sabremos de su
esencia si no nos arriesgamos para siempre, aunque sea un instante.
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