Escribir, correr, vivir. Creo que voy a reinventar las funciones esenciales de los seres vivos y las voy a sintetizar en el principio de la noche: antes de escribir, después de correr, en el momento de vivir. Aquí dejo unos ripios que me salieron ayer a propósito de mis últimas experiencias.
Escribir poesía después de ti es vandalismo por las calles
del sagrado verbo,
es torear a Juan José Alcolea en una turbia corriente de
mariposas muertas.
Escribir poesía después de ti es un mapa taxónomico de
dudas, es un cuerpo
que anida en mi cabeza, que crece al revés que los adultos,
que me hace experta.
En todo mi afán de muerte eres la suerte con que el mar cura
mi herida,
y si acaso no hice caso a las sonoras advertencias
repetidas,
las estrías del camino me recuerdan que tu voz es contenido
y continente de mi vida.
Si la prosa la perdí por el camino, del sueño equivocado,
malherido,
propuesta del futuro en que me invento, y cada día nazco
diferente.
Cada día que muero por ti es más urgente y solamente me
consuela al oído
mi querido Gustavo Adolfo
Bécquer, y esas rimas que besan calladamente.
Es esa hora de resaca venidera, en la arena hambre de ti, en
el cielo luna llena.
La noche afina y desatina los acordes de palabras que no
entienden de sintaxis,
mis límites más ciertos tu mirada invade, y sin embargo me
empeño en ser quien era:
Una mala compañía, un mal ejemplo, una primavera a destiempo
de los vientos que
desatan mi melena.
Te quiero, mas ya no creo en las quimeras. Llegas tarde para
la angosta primavera.
Teresa Velasco Castillo
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