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La vida es irónica:
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jueves, 10 de noviembre de 2016

Frente de toro

El malditismo paródico  y tardío de Trump ha sabido aprovechar la oportunidad para insertarse en la coyuntura de la reproducción mediática sin mediación, de un espectáculo que vacila entre el pecado de ayer y la tristeza de hoy.

Es lo que se llama sociedad del espectáculo, caracterizada por su cualidad sensorial, abarcante y de inmersión, así como por facilitar el sedentarismo ya no solo a nivel físico, sino a nivel psíquico, intelectual y emocional. Un cúmulo de circunstancias demográficas que descansan sobre la cama del sensacionalismo y la política del populismo nauseabundo.

¿Quieren análisis?, ¿quieren conocer la prospección futura de sus decisiones? Lean. No dejen que el capital transforme la realidad en tragicomedia barata y sabrán ubicar con precisión la radical inutilidad de todo en todas las esferas de una sociedad siempre al borde del colapso.
Dejen de dar las cosas por sentadas, como si éstas no tuvieran un referente. Dejen de asentir ante el sujeto omitido y completen su análisis sintáctico saliendo a la calle. Dejen que el tiempo haga su trabajo y no le culpen por sus cicatrices: usted se provocó la úlcera, no los años. El tiempo no borra las formas, ni avanza más deprisa que hace un siglo ¿o va a tener Internet la culpa de que usted vote al más “simpático” de los candidatos?

Es lo que en su día ilustra el propio Baudelaire con una anécdota; una prostituta, de las que cobran cinco francos, le acompañó al museo del Louvre, pero delante de las estatuas desnudas, se tapaba los ojos escandalizándose con rubor. Al final, incluso, hubo un tal Steinkerke que  se dedicó a cubrir las desnudeces con hojas de parra. Nosotros lo hacemos ahora con eufemismos y planos contrapicados.
Ha cundido, como el pánico, la estupidez del momento. El arte de provocación Trumpiano logra su efectividad porque enfrenta con hipérbole misógina a la sociedad rural contra los condados que albergan las tres grandes universidades estadounidenses.

Que cada uno asuma la culpa de su voto y su silencio y dejen de poner hojas de parra a los errores cometidos y de soñar con lo siempre imaginario: despertar será más agonizante aún si se revisa la “realidad” anhelada. Ya lo decía Arthur Gordon Pym, el héroe de Poe, el fin de todo no es un momento doloroso que hay que sufrir, sino un estado permanente, al menos hasta las próximas elecciones.  



Teresa Velasco Castillo

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