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miércoles, 24 de octubre de 2012

Si yo fuera Dios...


No sería esta la primera vez que el oficio de escribir se me antoja más difícil que ser Dios.
 A veces basta con un poco de lluvia para despejar los sentidos y despertar los recuerdos. Parece mentira, hace ya más de un año que escribí este poema y aún no he tenido tiempo de jugar a ser Dios...


Si yo fuera Dios y tuviese la solución,
reservaría un trozo de luna a los poetas y así, 
quizás  ahora, escribiría la canción más hermosa.

Si yo fuese Dios  nunca daría mi receta a las religiones del hombre.

Dejaría, en cambio, prendida del aire, como si cualquier cosa,
la vida como un continuo aprendizaje,
y  de un lado,  el empeño por extravagancias,
 que adolecen de interés.

Si yo fuera Dios no estaría aquí,  escribiendo esto.
Escribiría like a rolling stones, El último trago,
  Tratado de urbanismo, La  mauvaise  reputation.
¿Quién me ha robado el mes de abril?, Amores eternos,
No hago otra cosa que pensar en ti,
  Una temporada en el infierno.

Si yo fuese Dios inyectaría algo de humanidad a mi vida.
Escribiría frases más cortas, palabras gráciles, La voz dormida.
Y puestos a soñar, sería escritora,
mendigo de las noches perdidas, paladín de mentiras piadosas.

Si yo fuera Dios mantendría la ilusión prendida de tus ojos
mientras miran los míos,
¿Y por qué no?
Dejaría de sentir  ese escalofrío que recorre mi espalda cuando tomas la palabra,
 y te callaría con mi boca,  que con su aire sofoca,
 otros labios que no son los tuyos.

Si yo  fuera Dios seria el viejo sol en su caída,
 la eternidad con que revela  su esencia el elemento,
el poeta que decora con su huella las orillas,
desprendido de riqueza, colmado de vida:
dolor, pasión , alegría, tristeza.

Si yo fuera Dios, no moriría de ti, ni de mí, ni de nadie,
simplemente de amor.
Sencillamente interminable.
No sería ni más ni menos que cualquiera,
 no dejaría de sentir el aire,
la lluvia, tu piel junto a mi piel, tu olor,
tu aliento junto al mío entrecortado.

Si yo fuera Dios, haría como Dios,
me convertiría en hombre,
para ver llorar las tardes de invierno,
para soñar, besar, reinventar...

  Y descubrir los secretos que Dios esconde.

(Teresa Velasco Castillo Poemas 2012)



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