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sábado, 30 de marzo de 2013

La CivilizaCión del EspEctáculO


Han pasado ya seis años desde que Vargas Llosa escribiera aquel artículo titulado “La civilización del espectáculo” en el diario El País. Sin embargo, aquella crítica mordaz a los medios parece ahora más vigente que nunca.

 La conquista de la libertad y, más concretamente, el papel ejercido por el mercado han llevado a reorientar las funciones de los medios. Hoy se concede especial privilegio a la diversión, a fin de no perder a las audiencias.

Como consecuencia nos encontramos un panorama donde la violación a la privacidad, la confusión de valores, así como la degradación de los niveles culturales y éticos de la prensa son ya un hecho.

Pero…

 ¿Dónde radica el problema?, ¿es el público lo que lleva a primar realmente el espectáculo?

Es considerable la opinión de este autor que considera una doble vertiente del problema.

De un lado es la competencia exigida por los mercados lo que propicia que los medios favorezcan contenidos demandados, pero no debemos olvidar que en muchas ocasiones la frivolidad y el escándalo han prendido en el gran público por culpa de los medios.

Se trata de un fenómeno creciente alimentado por unos y otros que lleva a una sociedad donde ya nada escandaliza.

La pérdida de escrúpulos y valores éticos arrastra confusión y vacía el sentido de esa libertad. Ejemplo de ello es la pérdida de modelos sociales; antes se salía en televisión por motivo social, intelectual o científico; hoy son las razones mediáticas las que guían el reconocimiento de una persona y no sus propios méritos.

Se trata por tanto del predominio casi absoluto de una filosofía relativista cuyas consecuencias pueden atentar contra los derechos individuales (como sucede en la confrontación entre libertad de expresión y privacidad) y, en última instancia, contra el funcionamiento mismo de la democracia.

Medios absorbidos por grandes grupos (metáfora del pez grande que devora al  pequeño)



Los medios podrán afirmar que “hay comunicación amarillista porque hay consumidores”, pero la realidad pasa por poner en juego múltiples factores.

Se trata de admitir que, a día de hoy, el primer poder es la televisión: lo que no sale en la tele, directamente no existe y eso es un problema cuya solución no parece sencilla. Debería haber algún modo de legislar que no incurriese en la censura, pero parece que la tendencia apunta a la inclusión de este tipo de contenidos donde las fronteras entre lo privado y lo público ya no existen.

En cierto modo, la responsabilidad parte del profesional, y el código ético del periodista, así como su honradez puede cambiar este fenómeno.

(Teresa Velasco 2º Periodismo)

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