No sería la primera
vez que termino por “ensuciarme” las manos con asuntos que escapan a las
mismas. Pero es que una envejece (cada vez más rápido) y se le olvida incluso
lo escrito.
El caso es que la
poesía como forma de vida, como metafísica del lenguaje, compleja, sencilla,
siempre vuelve.
Estos días asistí a un
curso en el que al fin cuentan más las personas que su currículo. Los bares
más que las aulas.
Tal vez fuese esa
visita al viejo aroma del chocolate. Fiel Manquita… encuentros que te
cambian o al menos lo intentan. Tal vez lo consigan.
¿Quién sabe?, de
momento ¿Se atreven con la poesía?
Se preguntaba Bécquer qué es la poesía y supo dar su
repuesta. Explícita, sencilla y sobre todo expresiva, porque, ¿qué nos queda
después de la palabra? ¿Qué es el arte sino un revés a la guerra invisible del
día a día? ¿Qué es poesía? se preguntaba.
Un poema es la experiencia de un “Hopper” o tal vez ese faro que dota de vista al ciego. Poesía
es imagen, comunicación, autocrítica. Cualquier mensaje dispuesto al humor. A
lo absurdo e inesperado. Una forma de ser, un carácter ritual o tal vez ese
sentimiento estético que a través de sus redes nos conecta a algún mundo.
Así, cada poeta, inclusive el que no lo es, trata de
interpretar fragmentariamente el lírico enigma
encerrado en la poesía.
Mas solo alcanza el
pedestal de la vida aquel dispuesto a ver más allá.
Decía Ramón Nieto que el escritor es “ese alguien” que pone todo su empeño en hacer aquello que
no sabe.
Tal vez se trate de ese ingrediente que otorgan los diablillos
-sabios que palidecen sobre el reverso
de la barra- al caldo contado de media
noche.
Tal vez, ¿Quién sabe? Puede que “Todo sea literatura” tal y
como afirma Perlado desde su siglo, allá sentado en lo sencillo.
Para escribir basta
con improvisar, con jugar a cambiar las cosas de sitio. Basta comprender que una dama es la única
mujer del ajedrez.
Basta dotar de
significado a aquellas palabras tristes que quedaron sin compañera de juego:
Alameda, patria, primavera… usarlas siempre en su medida, procurando el equilibrio
entre la memoria y el olvido, sin caer en la nostalgia.
Solo así, si fundimos los conocimientos de la experiencia con
los axiomas de dichos sabios, lograremos ese encuentro que deja fluir las
cosas. Pensamiento único. Poesía. Ahora.
(Teresa Velasco Castillo Málaga a 7 de Julio de 2013).
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