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jueves, 8 de marzo de 2012

El Porvenir de mi pasado

En estos tiempos de metamorfosis para la educación, en los que la enseñanza pública, la garantía de una formación común y el futuro de la ciudadanía dependen de las “ocurrencias” de un Gobierno con mayoría absoluta, las iniciativas educativas, así como los méritos obtenidos  en nuestra provincia  son casi un proyecto de esperanza.
El pasado seis de marzo tuve la suerte de asistir a un acto de excelencia educativa celebrado  en el Conservatorio Superior de Música Manuel Carra. Sin dejar de mirar hacia un ambicioso futuro, volvía a sentirme rodeada de infancia, de la mano de mis padres y mi profesora. No quise hacer ruido. Era como ir por vez primera al cine y sonrojarse con el crujido de las palomitas.
Asistieron, entre otras muchas personas,   el delegado de Educación, Antonio Manuel Escámez, y la delegada del Gobierno andaluz en Málaga, Susana Radío. Debo admitir, aunque me duela,  que me costó atender al discurso sin bolígrafo, papel, ni red social en la que comunicar de forma inmediata y entrecomillada todo lo que se decía.
Pero  ni la bienvenida, ni la presentación de imágenes consiguiente fueron las protagonistas del acto. Fui menos que nada al lado del Mejor Sumiller Joven de Andalucía, Fabián Villar Gutiérrez, o frente a Félix Áxel Gimeno Gil, Medalla de Bronce en la Olimpiada Nacional de Matemáticas.
 Entonces recordé, por un momento, la realidad. Lo de las matemáticas me llevó a pensar en esa prueba de Saber y Ganar que tanto me gusta (la calculadora humana) y caí en la cuenta de que por cada espectador de dicha prueba  hay 2.749.000 personas que prefieren Gran Hermano, y, después de quince años, casi toda mi vida, uno de mis programas favoritos estaba condenado al olvido.
La entrega finalizó con una admirable actuación musical por parte de algunos miembros del conservatorio. Me dejó sin habla aquella joven de voz profunda que inundó con su canción el auditorio. También lo hizo aquella otra de manos finísimas y elegancia innata que, sin siquiera partitura, demostró que se puede hacer magia con un piano.
La merienda-cena fue un detalle que agradezco. Agradezco poder compartir  momentos como esos con personas tan magníficas como las que se sentaban a mi lado. Agradezco al destino la oportunidad que me brinda, la gente que me rodea, el “futuro de plenitud” con el que sueño. Agradezco El porvenir de mi pasado (ya contaré cómo ha ido) y prometo vivir el presente “con las alas del alma desplegadas al viento”.
(Teresa Velasco Castillo 8 de marzo 2012)

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