No sabría estimar si se trataba de 20000 o 30000 personas,
pero en la plaza de la Merced no se cabía. Algunos
ondeaban banderas tricolores, otros dejaban que el viento se hiciese cargo de serpentear
las siglas de su sindicato. Imágenes que pasarán a la historia. Miles de
ciudades unidas en una sola ciudad. Miles de voces fundidas en la protesta. Una
población informada y exigente dispuesta a luchar por lo que pueda venir.
Miles de malagueños
se echaron ayer a las calles en contra de unos recortes que de momento no
parece que vayan a cesar. Una crisis que no parece encontrar la salida.
La marcha empezó descendiendo la Alameda de Colón hasta
incorporar la multitud a la Alameda Principal. Los grupos repartidos entre
distintos puntos del recorrido fueron anexionándose hasta doblar la esquina en
la Plaza del General Torrijos. Aquello parecía ciencia ficción. Aquello “acojonaba”.
Por el túnel de la Alcazaba podían leerse reproches hacia la presidencia que se
repetían en cada pared y en cada poste.
Como sucede en las películas y, a veces, en noticias
lejanas, las calles habían quedado revestidas
de escarapelas. Los oídos a penas tenían tiempo de restablecerse de los
silbatazos entre petardo y petardo, y la vista, aturdida por tanto estímulo,
volvía sus ojos hacia los ojos de mi
padre en señal de aprobación, como si quisiera creer lo contemplado.
Mis recuerdos sobre estos eventos no se remontaban más
que a una minoría hasta ayer. No sabría
estimar de cuántos se trataban, pero juraría que Málaga, en el tiempo que la conozco,
no había tenido manifestaciones como ésta.
Al llegar a la Merced, las voces de una melodía se alzaron
sobre los zumbidos de las bocinas. Guitarras al final del túnel anunciando un
proceso de cambio impreciso.
No sabría estimar cuántos eran. Los sindicatos calculan una
cifra de más de 100000 personas. En muchas de sus pancartas podían leerse
mensajes ingeniosos, y algunos, incluso, se atrevieron a acudir en pañales.
Entre los carteles que hoy destaca la prensa el “no
te calles, defiende tus derechos” parece
haber dejado huella.
Ruido. Reflexiones propias expresadas en público, un
descontento común se hace eco de la situación. Abucheos, pitidos, voces que claman
un empleo digno. Más ruido. Explosiones, jaleo, bullicio. No es tiempo de
silencio.
(Málaga a 20 de Julio de 2012 Teresa Velasco)
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