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martes, 22 de abril de 2014

No surprise

La Marca España corre peligro. La heterosexualidad entendida como motor para el orden social que durante tantos años ha sido símbolo de identidad nacional, está en crisis desde hace décadas. Sin embargo, aún nos sorprendemos cuando el obispo de Málaga defiende la parábola obsoleta de Eva y la manzana, así como nos  llevamos las manos a la cabeza cuando  un alcalde politizado, cuya formación principal es su adscripción al partido de turno,  se declara corrupto.

Hoy Eva  vende manzanas Golden a  madres indignadas con el Gobierno porque su hijo ya no cobra el paro ¿Acaso esas madres creían que el Gobierno de Rajoy  no aplicaría recortes en ayudas sociales? ¿Parecía salir su programa de la revolución bolchevique?

Jesús Catalá, obispo de Málaga

La misma cara debió quedársele a Jesús Catalá en su visita al colegio San Estanislao de Kostka. El alzacuellos se le quedó corto para cubrir la desnudez de sus palabras en el eco de las aulas. Ni en contexto, ni fuera de éste. Recomendar la lectura del Catecismo a una generación limitada por 140 caracteres es como pedir a la infanta que renuncie a su herencia. ¿Espera el obispo que le dé la razón  una sociedad donde más de dos tercios de los habitantes aceptan la homosexualidad como estilo de vida? La única incoherencia a día de hoy es que  sigamos financiando la religión Católica con nuestro sueldo.

Gracias a Dios y a un mestizaje cultural que ha ido in crescendo a pesar de las muchas vallas con que ha tropezado, tres pilares inamovibles desde la Edad Media empiezan a ser cuestionados: iglesia, ejército y monarquía. Todavía resulta difícil salvar la censura en estos ámbitos, pero, a veces, el cadáver apesta tanto que inevitablemente es descubierto.

El cuestionamiento de la heterosexualidad como criterio para la organización social se pone de manifiesto en tan solo tres datos recogidos por la prensa nacional. En la década de los ochenta cien personas en Madrid asistían a las marchas del “orgullo gay”. La cifra ascendió a tres mil asistentes en 1996 y ya a principios del siglo XXI se contaban un cuarto de millón de personas.

Escuchar la comparación del matrimonio gay con el de “un hombre y un perro”, no sirve sino para advertir del trabajo que aún queda por hacer en la defensa del movimiento internacional de gays y lesbianas. Como todo, cabe la posibilidad de que nunca se lleguen a dar las condiciones para eliminar completamente el alquitrán del franquismo que asfixió la expresión social, cultural y política de opciones sexuales minoritarias. Sin embargo, la historia nos ha demostrado que en este cambio está la esperanza.

Málaga a 22 de abril de 2014 Teresa Velasco Castillo


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