Pareciese que occidente reacciona ante la expansión de una
URSS con eufemismos, pero lo cierto es que el escenario ha cambiado demasiado
como para obedecer al diálogo que se muestra ante la audiencia. Aunque el empleo de una mayoría ruso-parlante
en Donetsk como excusa para la requisa de territorios del este recuerde a
estrategias adoptadas por Hitler y Hess,
en el Nuevo Orden Mundial, el eje estratégico militar ha cedido terreno
ante el económico. Por eso da igual lo que diga Obama. En un mundo de
movimiento y velocidad perpetua, convulsionado por la globalización y saturado
por la información, la geopolítica está casi tan anticuada como las hombreras.
Cuesta creer que la guerra de la desinformación surta efecto
después de tantos años sometidos a los impactos de la publicidad moderna. Los
canales rusos de noticias han vuelto a hacer efectiva la propaganda negra,
contenidos desfigurados que ya jugaron su papel en el Desembarco de Normandía y
que ahora dibujan un escenario de caos en el este de Ucrania.
Es realmente difícil
de creer a los medios cuando
aluden a un pasado materia de selectividad, pero la escalada militar en
la región y la nueva posición de China están arrinconando a Europa en el
tablero. Todo ello sin mencionar siquiera los recursos energéticos con los que
Putin tiene más que cubierta sus espaldas. Si Moscú emplease el gas como medida
de presión, aunque solo fuera modificando su precio, las consecuencias en el
PIB europeo no pasarían desapercibidas. Tampoco a EEUU le interesa entrar en
conflicto con Rusia, aunque la dependencia de su energía no sea tan perceptible
como el efecto Draghi en los mercados europeos.
Si hace unos años Rusia pudo forzar a Ucrania a adherirse a
la Unión Aduanera que promovía bajo su liderazgo en la antigua Unión Soviética,
con China de su lado, los líderes europeos no pueden hacer más que asentir a
regañadientes ante las peticiones de Vladímir Putin.
Solo queda esperar que la tormenta cese sin demasiados destrozos y
el sol cumpla su función antes de que la Guerra Fría acabe por congelarnos a
todos.
La dependencia de los recursos energéticos rusos pone en jaque a Europa. |
Málaga a 17 de abril. Teresa Velasco Castillo.
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