Existe una convicción básica, común entre los adolescentes,
de que hay cosas que no se pueden contar a nadie, pero que hay que contar.
Muchas de estas confidencias íntimas pasan directamente al disco duro de la
memoria, mientras otras utilizan la escritura metaforizada como vía de escape.
Pablo López vuelca sobre su
piano, no solo las experiencias propias, sino la de todos los malagueños
que acudieron ayer a su cita en el Cervantes. Allí, presentó “Once historias y
un piano”, un repertorio que se prolongó durante las dos horas que duró el
concierto.
@PabloLopezMusic |
Tres minutos antes de que sonase la primera nota, el público
ya aplaudía, pendiente de los instrumentos que yacían en la penumbra del
escenario. Solo dos o tres butacas quedaron vacías en el primer bloque de asientos.
Y es que Pablo López se ha consolidado en apenas unos meses como el cantante de
cabecera para muchos y muchas jóvenes.
<< Llevo mucho tiempo esperando este momento y, aún
así, me ha sorprendido. Sin duda puedo afirmar que esta es La mejor noche de mi vida>>, dijo Marta, de 17 años, quien
también estuvo en la presentación de Sevilla, en la Sala Antique.
Pero este cantautor cuenta con una audiencia mucho más
amplia y variopinta. Niños de seis y ocho años también siguen sus temas.
<>, afirma Salvador, que con tan solo ocho años ya canta todas las
letras de este autor.
Pablo López admitía en una entrevista para Sur que esto, a
veces, <>. Sin embargo, ayer,
era vida lo que se inspiraba, y así debió sentirlo su madre; como un sueño
hecho verdad.
En plena actuación, se escuchó un << ¡Viva la madre que te parió!>>
desde el fondo del auditorio. Todo el mundo se volvió entonces hacia el palco
del primer piso en que se sentaba Lola, la madre del artista. << Cuando
era pequeño mi madre me compró un piano en el Corte Inglés… no tan espectacular
como éste>> bromeó Pablo López, quien en todo momento se mostró cercano
al público. Tanto es así, que incluso las fotos fueron tomadas con éste.
Además, en la despedida, donde volvió a tocar “Vi”, se sentó a la orilla del
escenario a tan solo un par de escalones de la gente que aplaudía sin demora
cada una de sus historias.
Pablo López dio una lección de humildad dejando atrás su
fama como “triunfito” en la edición 2008 del programa. Logró así, y gracias a
los guitarristas y al batería que le acompañaron, la solidez musical e
instrumental propia de un profesional al que todavía, con treinta años recién
cumplidos, le quedan muchos temas por vivir.
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