Bienvenida

La vida es irónica:
Se necesita TRISTEZA para conocer la FELICIDAD, RUIDO para apreciar el SILENCIO y AUSENCIA para valorar la presencia

Etiquetas

Arte (1) Concursos (1) Entrevistas (8) Eventos (17) Libros (15) Periodismo (44) Poemas (111) Reflexiones (77) Relatos (5)

viernes, 2 de diciembre de 2016

Contusiones

No hay azar en las contusiones en torno al yo simbólico de mi texto. Si a pesar de mi empeño por ser metáfora y no símbolo precario del poema, mis palabras se quedan en lo estético, hipócritamente expuesto como objeto de arte, no habré cumplido mi fin.
No se trata de ofrecer pomada a la escara fatal que recoge los ensayos de mi corazón, ni de señalar La puerta del infierno que me acoge los días de lluvia. Por doquier hemos visto, que los golpes intensos se escriben con permanente en los pergaminos del alma.
Es probable, por tanto, que tenga más años de los que ustedes se piensan, y que las imágenes relativas a la luz de mis párrafos distingan el final del ciclo de Sol del verano. Queda un invierno largo y lleno de incertidumbre, no necesariamente frío, solo resquebrajado en verificación de impotencia de no saber qué hacer para tenerte cerca.
Y he aquí el motivo de mi fatal desencuentro con el diccionario. Luce el astro siniestro con desprendimiento de sueños prematuros, heridas contusas de borde irregular y vísceras del día después. Tres síntomas se localizan al margen de los órganos lesionados:
  •           Sigues ignorando lo que mi declaración suicidada ejerce sobre el desorden de tu vida resuelta. La “divina pelea” que decía Pemán va camino de resolverse en la indiferencia depresiva, en el umbral de la decepción, en la hemorragia babeante y obscura de un atardecer en otoño.
  •           Factor individual de sensibilidad que no he dejado de intentar advertir con mi desacertado uso de la diéresis, sinéresis y pausa interna de los miembros afectados por tu descuidado encanto.
  •           Velocidad de producción de la herida relativa a la admiración que te siento aunque suene fanático.

A día de hoy, las células dañadas producen la fibrina de mis versos y siento escalofríos por no añadir más correcciones a mi intención única de sentar cabeza. Mis arrebatos han coagulado para proteger el original Volupté por el que sigue valiendo la pena esperar a la noche del sábado y aunque no te deguste sin intermediarios, lo hago en otros labios mediante mis propias técnicas de recodificación y delectación de excesos silábicos.

Estoy aprendiendo que esta forma de enloquecimiento sin ilusión es la mejor forma de vivir y dejarse morir lentamente. La realidad no son sino sublimaciones de todo lo anterior anexo al dolor con que Dios pone el precio de su paraíso terrenal. 



Teresa Velasco Castillo

No hay comentarios:

Publicar un comentario