Este poema comenzó una noche de noviembre a las seis de la tarde y hoy lo publico aún recordando que hace apenas unos meses podía uno sentarse por las noches en una terraza de Pedregalejo sin chaquetones.
Ya el sol se deja a merced del invierno
Y la calle de sombras se vela
en un despiste la
noche se apodera del sueño
y se cuela en los cristales empañados de la niebla
Con discreta frecuencia yo miro a la luna
Mientras tú envicias su luz con palabras triviales
Ya no quedan lunas que sean bienvenidas
Malditos sean los tributos con que adornan ciudades
Ya nadie agradece la compañía de unos versos
Y aunque las horas se hagan largas
Y la vida se haga corta
Nadie salva a la noche del fascismo de los días
¿quién podrá enseñarme a curar con la poesía
las viejas heridas de los hombres?
Hay tantas cosas; sonidos, voces, colores
Matices, roces, suspiros
que a mí solo me queda esta estéril costumbre
De asomarme a los balcones
Por ver si algo se me ocurre
Teresa Velasco Castillo
Poema veroñal y redondo, bien construido.
ResponderEliminarMuchas gracias.
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