Cuando el profesor Agustín Rivera dio asiento definitivo al conglomerado de alumnos que asistía a la charla, Juan Castro ya se había hecho con el entorno. Aquel malagueño de alma errante habría pasado por un tipo normal de no ser por su profesión y sus zapatillas, unas deportivas azul sólido acompañadas por el logo de Puma en blanco.
Había acudido a tres mundiales de fútbol En los noventa fue testigo de la Copa América en Paraguay y tuvo ocasión, a lo largo de su trayectoria, de ver jugar a Maradona con una naranja como esférico.
Ahora daba toda una lección acerca de cómo ser un enviado especial sin morir en el intento.
No hace falta vinculación con grandes grupos mediáticos, ni siquiera unas calificaciones impecables. Hace falta arriesgar. De modo que propone a los oyentes que viajen hacia lo desconocido sin sentirse foráneos, pues fue, entre otros aspectos, su paso por Bélgica aquello que le empujó al éxito.
Pero de esto hace ya mucho tiempo y van 15 años a día de hoy en los que escribe para la sección internacional de Marca. La oportunidad de participar en un medio de prestigio como tal le ha abierto el camino hacia la confianza de jugadores como Forlán, pero, conocedor de las exigencias de su oficio, sabe que hay que mantener las distancias y tratar de ser frío.
El actual sistema de medios polarizado que domina en España pone de relieve todo ese huracán de palabras que los estudiantes recogen en sus ordenadores personales; no existe un axioma terminante y las mujeres lo tenemos complicado.
Además, el periodismo de camiseta está de moda en nuestra sociedad y parece casi una obligación pertenecer a un color u otro. “Hay que vender naranjas” señaliza el invitado del día, centro de todas las miradas.
Porque, sin dejar de lado la importancia de una formación especializada, el periodismo es, ante todo, una realidad; un negocio que busca la rentabilidad entre bocetos de preciada verdad.
Málaga a 31 de Octubre de 2013 Teresa Velasco Castillo
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